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“Es una lástima que la sociedad española esté al margen de la arquitectura”

Los tres galardonados con el Pritzker de arquitectura

Vanesa Rodríguez

De Olot, al mundo. El Premio Pritzker, el mayor galardón en la arquitectura, ha reconocido este año el trabajo de tres arquitectos españoles. Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, dueños del estudio RCR, en Olot (Girona), han sido premiados por el valor de su arquitectura localista, la transformación de estas obras en algo universal y por cómo logran integrar sus trabajos en entornos naturales.

Un día después de conocer que se hacían con el 'Nobel' de la arquitectura, eldiario.es habla con Carme Pigem (Olot, 1963) sobre el trabajo que llevan a cabo y la situación de este arte en España, donde recae por segunda vez el premio después de que Rafael Moneo lo recibiera en 1996.

El galardón se ha concedido de forma conjunta a los tres arquitectos por su trabajo colaborativo. Pigem asegura que entienden sus funciones en el estudio como si fueran un “trío de jazz”, una metáfora que les gusta utilizar para plasmar la creatividad compartida e ilustrar la manera en la que desarrollan su profesión a seis manos.

Glenn Murcutt, arquitecto australiano miembro del jurado, resaltaba que su obra ayuda a ver “de la forma más poética y bella posible” que la arquitectura puede ser universal independientemente de donde esté construida.

Para Pigem, esta afirmación es muy “especial”, porque “pone en valor que no hay que perder tus raíces, tu localización” y a la vez es decir que estás “abierto al mundo”. “Desde mis raíces, desde mi propio sentir, hago una manera de ver la arquitectura que se pueda entender de una forma universal”, añade.

El estudio abrió sus puertas en Olot en 1988. Lo que en un principio podría considerarse como un handicap para un negocio arquitectónico se convirtió en una seña de identidad clave en sus creaciones que han dejado huella en otras localidades de la región.

“Aquí [en Olot] hemos montado nuestra base general y es fácil estar conectado con el mundo. Antes quizá era importante estar en las ciudades, pero ahora con las comunicaciones que hay, Olot nos ofrece una calidad de vida que en otros sitios desaparece”, explica la arquitecta.

Entre los proyectos que tienen sobre la mesa, Pigem destaca en restauración el Espacio Enigma en Barcelona, que acaban de terminar para los hermanos Adrià, la próxima inauguración de una mediateca en Gante y la próxima construcción de las Bodegas de Perelada. Además, han recibido el encargo de un “proyecto cultural en París”, explica la socia del estudio que también ha abordado grandes obras fuera de Cataluña.

Desde su particular ubicación, sus obras más aplaudidas son aquellas que han logrado un hermanamiento con el paisaje y la naturaleza, que abraza a los edificios nuevos o rehabilitados. El presidente de la institución que otorga el galardón, Tom Pritzker, destacó el “compromiso inflexible” de los arquitectos con el lugar en el que trabajan, lo que da como resultado “espacios que están en relación con sus respectivos contextos”.

“Para nosotros el paisaje es fundamental”, explica Pigem, que añade que cuando hacen un proyecto o remodelan un edificio, es importante que tengan un “vínculo muy potente” con el entorno.

“Cuando se hace una intervención, el paisaje que existía, o el edificio que existía, se convierte en dos cosas que están allí conjuntamente y ya no puedes disociarlas, no se pueden separar, son como una sola unidad. Es paisaje y arquitectura nueva, esto le da un carácter muy especial y es algo muy único. Se da en un lugar con unas circunstancias, no es algo transportable ni extensible”, cuenta la arquitecta sobre esta capacidad de imbricar la construcción con el entorno.

El acta del jurado destaca algunos ejemplos en los que “la ubicación de los edificios, la elección de los materiales y las geometrías utilizadas siempre tienen por objeto resaltar las condiciones naturales para llevarlas al edificio”.

Una de estas construcciones es la Bodega Bell-Lloc (2007), ubicada en Palamós (Girona), “donde el uso del acero reciclado fusiona el edificio con la tierra y las aberturas entre los listones de acero permiten el ingreso indirecto de la luz”.

Cristales, plásticos, acero... son parte de los materiales que priman en sus obras. Pigem destaca que para ellos “lo importante es que cada obra encuentre su propia expresión material”. La arquitecta añade que en ese sentido, menos es más, ya que intentan usar en cada obra la mínima variedad posible. Entienden que de esta manera “el espacio y la atmósfera que se crean son más relevantes”.

Uno de los materiales que destaca en muchas de sus obras es el acero corten, con una oxidación particular. Pigem cuenta que este material “funciona muy bien en el paisaje” precisamente por los colores que toma. “No es como una pintura, no es un color plano, sino que es un color con muchos matices, por lo que lo hemos utilizado mucho cuando hemos trabajado en la naturaleza”.

Una asignatura pendiente

Aunque el Pritzker es el máximo galardón a nivel mundial y han recibido multitud de premios internacionales, pocos fuera de los círculos especializados han oído hablar del estudio RCR. “Se ha hecho muy buena arquitectura en España y es una lástima realmente que la sociedad española esté al margen”, lamenta Pigem.

Es consciente de que aunque su trabajo sí que está reconocido en el sector -la prestigiosa revista El Croquis ya le ha dedicado varios monográficos- falta concienciar a la sociedad de la importancia de esta disciplina.

En ese sentido, en 2013 el estudio creó “una fundación para ayudar a valorar la arquitectura dentro de la sociedad, porque creemos que es una asignatura pendiente”.

Sobre la falta de protección institucional del patrimonio arquitectónico, que ha llevado a casos como el derribo del chalet de Alejandro de la Sota, la arquitecta asegura no tener muy claro cómo abordar estas cuestiones desde un punto legal, aunque defiende que el patrimonio moderno debería poderse conservar.

Pone como ejemplo el Espacio Público Teatro La Lira, en Ripoll, que es un antiguo teatro y una plaza al mismo tiempo donde se unen las dos orillas del río Ter con una pasarela metálica cubierta en acero.

“Se intentó que se pudiese declarar patrimonio, pero tienen que pasar como diez años. Quizá se podrían acortar los plazos para preservar obras más contemporáneas”, plantea Pigem.

Pigem insiste en que lo primero que “hay que resolver entre todos es la falta la de conciencia sobre la importancia de la arquitectura y su conservación”.

“Todo es arquitectura, aunque nadie sea consciente de ello: dónde trabaja, por dónde va al trabajo, dónde vive, cuando va al teatro o hace deporte...”, afirma Pigem, que reclama que “la sociedad debe tomar conciencia del valor de la arquitectura, porque le interesa saber que cuanta más calidad tengan sus espacios, mejor será su vida”.

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