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Hornos de la Peña, la cueva con un “curioso” antropomorfo y arte de 20.000 años

Hornos de la Peña, la cueva con un "curioso" antropomorfo y arte de 20.000 años

EFE

Tarriba (Cantabria) —

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La figura de un antropomorfo, un ser que mezcla lo humano con lo animal, quizá sea lo “más curioso” pero no lo único que el visitante puede ver en Hornos de la Peña, una de las diez cuevas Patrimonio de la Humanidad de Cantabria, en la que se pueden contemplar grabados y pinturas de hace más de 20.000 años.

Situada en pleno monte, cerca del pueblo de Tárriba, en el municipio cántabro de San Felices de Buelna, Hornos de la Peña fue localizada a principios del siglo XIX, al mismo tiempo que la mayoría de las cuevas con arte rupestre de la Cornisa Cantábrica.

Con la pregunta a los lugareños de si conocían alguna cavidad significativa en su zona, el arqueólogo Hermilio Alcalde del Río logró localizar en 1903 en una ladera, cerca de otras cavidades -también ahora Patrimonio de la Humanidad-, la cueva de Hornos de la Peña.

Ya en su entrada o “vestíbulo”, se puede contemplar uno de los grabados “únicos”, quizá realizado con 'silex' por su profundidad, que muestra parte de un caballo que se cree que nuestros antepasados dibujaron hace más de 20.000 años, antes de que otros artistas pintaran los bisontes en Altamira.

El conservador de las cuevas prehistóricas de Cantabria Raúl Gutiérrez explica a Efe, en la visita a esta cavidad, que la certeza es la única palabra que no usan los expertos al hablar del arte grabado hace miles de años por los antiguos moradores de este planeta, porque datar una figura realizada sobre la piedra es, aun en pleno siglo XXI, casi “imposible”.

También es difícil saber por qué esos antepasados decidieron grabar, por ejemplo, ese caballo de la entrada de Hornos de la Peña, en el espacio -eso sí se sabe- en el que “vivían” los humanos, ya que era al que llegaba la luz, había menos humedad y era la zona más adecuada como “residencia”.

Sin embargo, la mayoría de los grabados y pinturas, como ocurre en todas las cavidades, se encuentran en el interior, por donde ahora no es fácil acceder, así que imaginemos cómo lo hacían sus moradores hace miles de años, cuando incluso tenían que “reptar” para entrar en las distintas galerías de la cavidad.

En una de ellas, la primera de la visita, un grupo de prehistoriadores ha localizado recientemente el grabado de una cierva trilineal (hecha con tres líneas), por lo que, como ocurre siempre en estas cavidades, nadie descarta descubrir en un futuro más vestigios de arte de nuestros antepasados.

De hecho, esos prehistoriadores iniciarán un proyecto en Hornos de la Peña para “revisar” de nuevo la cueva e intentar localizar más representaciones artísticas de los que fueron sus habitantes hace miles de años.

Raúl Gutiérrez destaca la importancia de esos nuevos trabajos, tanto para ésta como para otras cavidades, ya que los avances científicos han sido muchos en los últimos años y estas cuevas esconden tanto, que quizá pueda haber mucho más arte por descubrir.

Ya descubierto, por quien encontró la cavidad, hay un uro -toro salvaje- grabado con los dedos sobre arcilla, en una especie de “hornacina” dentro de una amplia galería.

Cerca, en otras pequeñas salas, el visitante puede ver grabados de más representaciones de animales, como caballos, bisontes o cabras, así como unos signos, hechos con los dedos sobre superficie blanda, denominados “Macarroni”, que también han aparecido en otras cavidades con arte rupestre.

Porque lo que sí es certeza, es que el entorno donde se ubica Hornos de la Peña, cerca de cavidades Patrimonio de la Humanidad como El Castillo, “fue muy ocupado” en el Paleolítico Superior.

También es cierto, “curioso” y “único” en relación a otras cuevas -aunque también aparece en Altamira-, el grabado de un ser hombre y animal, un antropomorfo, en posición erguida, que el visitante puede ver al final del recorrido de Hornos de la Peña, al lado de caballos casi perfectos, realizados sobre las paredes de la misma sala.

Raúl Gutiérrez reconoce lo “emblemático” que es ese antropomorfo que una de las personalidades en el estudio de la Prehistoria Henri Breuil llamó “el mono” y que es la figura más destacada en Hornos de la Peña.

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