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Houellebecq, la sobrasada del Mercadona y la música 'techno'

Houellebecq, la sobrasada del Mercadona y la música 'techno'

EFE

Madrid —

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Dice que le encanta Madrid y, sobre todo, la sobrasada del Mercadona. Vestido con un chaleco reporteril sin mangas que deja al descubierto sus hombros blanquecinos, con aspecto desaliñado y la mirada por momentos perdida, es difícil descifrar cuándo habla Michel Houellebecq y cuándo el personaje.

Durante una entrevista con Efe para promocionar la comedia “El secuestro de Michel Houellebecq”, en la que el fenómeno de las letras francesas se pasa a la actuación para simular su propia desaparición, el hasta ahora novelista y poeta parece encantado con esta nueva faceta interpretativa.

“Empiezo a estar viejo para seguir escribiendo novelas, ser actor exige menos”, afirma el autor de “Las partículas elementales”, que a sus 58 años ha pasado de ser el “enfant terrible” de la literatura vecina a ostentar el prestigioso Premio Goncourt por su última novela, “El mapa y el territorio”.

Dirigida por Guillaume Nicloux, que le acompaña en la entrevista y no para de reír ante las ocurrencias y largos silencios del escritor, “El secuestro de Michel Houellebecq” se inspira en lo que pudo suceder en los días en que, durante la promoción de su última novela, la prensa lo dio por desaparecido. No acudió a las entrevistas, no respondía a los mensajes.

En la ficción, tres hombres fornidos y escasamente letrados lo capturan en el ascensor de su casa y se lo llevan a una finca en las afueras de París, donde lo tratan con mucha amabilidad mientras esperan que alguien -la incógnita sobre la identidad del liberador se mantiene durante toda la película- pague el rescate.

Houellebecq asume la etiqueta de “comedia existencial” en la que él es el primero en reirse de su necesidad de comprender, en clave metafísica, su privación de libertad, en manos de unos tipos que le invitan a cenar, le dan fuego cada vez que lo pide y hasta comparten con él confidencias.

“El poder suele ser dulce y suave, se impone para nuestro bien, por motivos de seguridad”, afirma. “Digamos que la situación de secuestro no es peor que mi vida ordinaria”, añade, antes de comenzar un farfulleo difícilmente comprensible, característico en su habla y del que también se mofa en la película.

En su poesía, Houellebecq revela que la base de su creación es el sufrimiento y, la escritura, un modo de distanciamiento. En ese sentido, el autor parece haber dado un paso hacia la lejanía al convertirse él mismo en personaje de ficción.

Una experiencia que ya probó en “El mapa y el territorio” y en la que ahora profundiza por la vía cinematográfica. Preguntado al respecto, Houellebecq se sume en un largo silencio, al cabo del cual se limita a responder con un lacónico “no sé” que desata las carcajadas de Nicloux.

“Michel me hace reír mucho”, reconoce. “Y me parecía una pena que esos momentos no se trasladasen al público. Los medios siempre ofrecen visiones muy reducidas de la personalidad de Michel y yo quería ofrecer un abanico más amplio, no tanto del escritor sino del hombre”, explica.

En cuanto a su supuesta desaparición real, Houellebecq repite siempre lo mismo: “¡No desaparecí! ¡Es que internet se averió!”. Y entonces entra de nuevo en escena Nicloux y el juego con el periodista sobre realidad y ficción.

“Quizá algún día digas la verdad, Michel. Yo sé que no es eso, pero no estás dispuesto a decir lo que pasó realmente”, apunta el director. Y Houellebecq, erre que erre: “Es la verdad, se supone que internet funciona siempre y no es así”.

Lo cierto es que mientras la prensa enloquecía con su supuesta desaparición -se llegó a especular con un secuestro por Al Qaeda-, él estaba tan tranquilo en su casa de Almería, donde pasa largas temporadas.

A Madrid viene menos, así que esta vez quiere aprovechar. Cuentan quienes le acompañan en su visita que, además de llenar la maleta con productos del supermercado, ha pedido asistir esta noche a un concierto de música “techno”.

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