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José María Zavala: Franco era tan monárquico que llegó a creerse todo un rey

José María Zavala: Franco era tan monárquico que llegó a creerse todo un rey

EFE

Madrid —

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Franco era tan monárquico que llegó a creerse todo un rey, opina el periodista e investigador José María Zavala, autor de un anecdotario acerca del hombre que gobernó España como un autócrata y de cuya muerte se cumplen hoy 40 años.

En “Franco con franqueza. Anecdotario privado del personaje más público” (Plaza y Janés), que acaba de publicarse, Zavala nos presenta lo que se podría denominar “el lado íntimo” de un personaje que durante cuatro décadas estuvo omnipresente en la vida y los destinos de los españoles, sin que estos supieran quién era realmente.

En entrevista con Efe, Zavala señala que “se ha hablado, no sin razón, del 'reino de Franco'. De hecho, él siempre tuvo la sartén por el mango con su Ley de Sucesión de 1947”.

Dicha ley, afirma, le permitió a Franco “efectuar el salto dinástico de Don Juan de Borbón, su eterno rival, en beneficio de su hijo Juan Carlos, a quien educó bajo su directa supervisión en España.”

Y yendo más allá, recalca Zavala que, “como hubiese hecho un rey, Franco repartió también títulos nobiliarios por doquier”, aunque, en definitiva sostiene que “era un militar convertido en político y hasta en rey”.

En la entrevista Zavala se pregunta: “¿Encarnó acaso Franco un régimen autoritario o una dictadura en toda regla? Hay opiniones para todos los gustos”.

“Personalmente -señala-, creo que no debe demonizarse a Franco, como se ha hecho desde la Transición, renegando de él en todos los sentidos, como si fuese el mismo Mefistófeles. Cada persona tiene sus luces y sombras. Y Franco tampoco es una excepción”.

A juicio de Zavala “la pregunta del millón de dólares” es si Franco sabía (o intuía) que a su muerte España caminaría hacia una democracia.

“Es indudable que Juan Carlos fue más listo o ladino que él sabiendo ser dócil y sumiso hasta el final”, afirma Zavala.

En este sentido, el autor destaca que “es necesario conocer que en la designación de don Juan Carlos como sucesor intervino también Estados Unidos, como sabemos por documentos top secret de la Administración norteamericana exhumados en su día.”

A propósito de esto, Zavala comenta que ya en marzo de 1971, el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon “encargó al entonces coronel de inteligencia Vernon Walters una misión confidencial en España” para sondear las perspectivas democráticas que se abrirían a la muerte de Franco.

De este modo, destaca, “Don Juan Carlos encarnaba así la esperanza de Estados Unidos en el advenimiento de una democracia en España”.

Con respecto a la tanta veces mencionada desconfianza de Franco hacia todo el mundo, no exenta de una gran frialdad y distancia en el trato humano, a Zavala no le cabe “la menor duda de que fue un buen esposo, padre y abuelo. Otra cosa es que pudiese costarle más trabajo expresar sus sentimientos con otras personas, dado su casi innato recelo”.

De hecho, sostiene el autor, tan solo su esposa, Carmen Polo, y, en otro sentido, su director espiritual, fueron las personas que más íntimamente lo conocieron.

“Su esposa, Carmen Polo, fue la gran cómplice de su vida”, señala Zavala, quien también hace hincapié en la profunda confianza que mantuvo con su director espiritual, “pues Franco siempre fue un hombre profundamente religioso y consecuente con su fe”.

En su libro Zavala narra que Franco era suscriptor de la famosa editorial parisiense Ruedo Ibérico, cuyos libros (siempre de temática española) estaban rigurosamente prohibidos en España y sólo podían conseguirse de contrabando o a través de libreros de confianza.

Sin embargo, el dictador sí tuvo acceso (y tal vez leyera) obras clásicas en el catálogo de Ruedo Ibérico como “La Guerra Civil española”, del hispanista británico Hugh Thomas, o “Falange. Historia del fascismo español”, del estadounidense Stanley G. Payne.

“Franco procuraba estar siempre al corriente de todo, incluso cuando espiaba a la Falange a través de la Red APIS comandada por su incondicional Carrero Blanco; o cuando encargó a la Dirección General de Seguridad un informe confidencial para denigrar a la viuda y a la hija de su propio hermano Ramón”, afirma Zavala.

“Si hizo eso -argumenta-, ¿por qué no iba a leer entonces el libro de Hugh Thomas o el de Payne sobre la Falange, aunque los publicase una editorial como Ruedo Ibérico, prohibida en España? A fin de cuentas, quien tiene la información, tiene siempre el poder”. Fernando Prieto Arellano.

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