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La balada oscura de Karl Ove Knausgård

Karl Ove Knausgård, el escritor que vino del frío

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En su lengua natal, la serie se llama Min Kamp, igual que el único bestseller de Adolf Hitler que ha colocado a su autor entre los autores más leídos de Europa. “Un amigo mío mencionó el libro y me dijo: ”Ese es tu título“- dijo en una entrevista. Pero Karl Ove Knausgård no se considera un Übermensch ni le inquieta el ”peligro judío“. Su lucha es contra la herencia -un padre controlador y distante que abandonó a su familia y se mató bebiendo- y contra la vida misma, cuya monótona reiteración de correspondencias banales ofrece al escritor oscuros picos de solitaria desesperación.

Otro luchador permanente contra la monotonía, David Foster Wallace, abordaba su depresión con el cuchillo de cirujano intentando curarse por la vía intelectual. No así Knausgård, que encuentra un extraño consuelo abrazando lo cotidiano con cándida meticulosidad. “La única cosa que he aprendido en la vida es a soportarla, nunca cuestionarla, y a quemar el anhelo que me produce escribiendo”. Sus descripciones son al mismo tiempo desinteresadamente puntillosas y filosóficamente conmovedoras. “Soy malo recordando situaciones. Olvido todo en cuanto sucede -decía en una entrevista- Pero cuando se trata de paisajes y habitaciones, eso es distinto”.

En La muerte del padre, la distancia le ayudó a desatar el nudo gordiano de su relación con su padre, incluyendo el trauma de verlo muerto en una casa hinchada de podredumbre. Fue “un proceso liberador, que se produce durante el proceso de escritura”, aunque también “destructivo, casi un suicidio literario”. En su nueva entrega, Un hombre enamorado (Anagrama), Knausgård habla de su propia familia, con su primera mujer, a la que también abandona para escapar a Estocolmo, donde conoce a otro noruego expatriado, intelectual y fanático del boxeo, y la poetisa que se convertirá en su segunda mujer.

Sobre la autobiografía y el sufrimiento ajeno

Knausgård dice que los dos primeros volúmenes fueron escritos sin pensar mucho en las consecuencias pero que la fama ha tenido un precio. A partir del tercero empezó a escribir prestando más atención para intentar no herir a nadie. “Desapareció la mirada inocente de los dos primeros”, sin embargo, advierte que “todas las personas que aparecen mencionadas en mis libros han podido leer los manuscritos y siempre quité las cosas que me pidieron”.

No sorprende que los principales afectados de su franqueza han sido los miembros supervivientes de su familia, la única de Noruega con el apellido Knausgård. “Mi suegra se sintió muy herida, pero ahora está cuidando en casa de mis hijos, o sea que la sangre no llegó al río; pero con la familia de mi padre ha sido diferente y no nos hablamos”. Aunque su idea inicial era hablar de él, “como formamos parte de una sociedad es difícil hablar sólo de mí sin hablar de los demás”.

Knausgård nunca toma notas porque su idea era “narrar cada episodio de mi vida no como fue sino como lo recuerdo, aceptando que la memoria es frágil y falseadora”. Acusado de retratar maliciosamente a las mujeres en sus libros, el escritor responde que “nunca me he referido a cómo deben ser las cosas, sino a mis propias vivencias” y acepta que “hay una crisis del rol de la masculinidad y la pregunta sobre qué es ser hombre está al orden del día”.

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