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Marcelo Martinessi, un cineasta sediento en el manantial de historias paraguayo

Marcelo Martinessi, un cineasta sediento en el manantial de historias paraguayo

EFE

Asunción —

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El cineasta paraguayo Marcelo Martinessi, premiado en el último Festival de Venecia por su cortometraje “La voz perdida”, encuentra en su país un manantial de historias que siente la “necesidad de narrar” a través de imágenes y sonidos que se entremezclan, a veces, de forma accidental.

Martinessi, inmerso en la preparación del largometraje “Las herederas”, presentó esta semana en Asunción su cortometraje premiado y estrenó el documental “Diario Guaraní”, que sigue los pasos del antropólogo y jesuita español Bartomeu Melià en su visita a una comunidad indígena mbyá guaraní, a la que llegó hace 47 años.

“Cada vez me atraen más los proyectos en los que sabes cuál es el punto de partida, pero no adónde vas a llegar. Voy alejándome más del story-board, del guión muy cerrado, del control absoluto. Dejo una puerta abierta para que entre la realidad, que es más rica que cualquier plan que tengas”, declaró en una entrevista con Efe.

La casualidad, lo azaroso y lo accidental conspiraron en el montaje de “La voz perdida”, en el que las imágenes de un proyecto filmado en 2011 sobre una anciana y su nieta se entrelazan con el sonido del testimonio de Ña Mela, abuela de Adolfo Castro, uno de los campesinos muertos en la masacre de Curuguaty.

En junio de 2012 murieron 17 personas en un desalojo campesino, lo que impulsó la destitución del entonces presidente, Fernando Lugo. Aquel suceso “hizo que el país volviera atrás años, décadas”, según Martinessi.

El cineasta vivió la masacre desde los estudios de la televisión pública de Paraguay, que dirigía en esa época, ante cuyas puertas se concentraron cientos de personas en los días posteriores a la destitución de Lugo, mientras la emisora seguía transmitiendo información en una “resistencia sin líderes”.

Martinessi, cesado de su cargo en esos días de tensión política y movilización social, considera que en muchos de los relatos sobre la matanza generados desde entonces “pasó de largo la experiencia humana” de las víctimas.

Por eso, con “La voz perdida” trató de “aportar una mirada más, con un enfoque muy íntimo, para dimensionar el tamaño de la tragedia a partir de un pequeño testimonio humano”.

En su más reciente documental también trata una historia humana, la de la amistad de dos personas a lo largo de casi medio siglo, la protagonista de “Diario guaraní”, que muestra el “vínculo conmovedor” entre Bartomeu Melià y Lutarco, uno de los miembros de la comunidad indígena.

El filme también expresa cómo el jesuita español aprende de los mbyá guaraní como un alumno y se adapta a vivir como ellos, sin imponer religión ni cultura, dijo Martinessi.

El documental recupera fragmentos de los diarios y poemas escritos por Melià desde 1969 hasta 1976, cuando fue expulsado de Paraguay, así como grabaciones originales del antropólogo sobre música de los mbyá guaraní.

E incluso imágenes de los noticieros elaborados en España durante el franquismo, en apoyo de la propaganda de un Paraguay también bajo dictadura.

Para Martinessi fue esta dictadura, en la que el cine estuvo restringido a la propaganda del dictador Stroessner, la que impidió que el sector se desarrollara al mismo ritmo que en otros países de la región, y provocó que, todavía hoy, Paraguay no cuente con un Instituto del Cine, ni con suficientes políticas públicas para su desarrollo.

Como contrapartida, en el país ha surgido, según Martinessi, “una generación que cuenta historias de manera regular, para quienes el audiovisual es una herramienta y una necesidad, y que va a tener la oportunidad de mirar atrás y ver todo eso que es Paraguay, y que quizá aún no existe en pantalla”.

Para seguir agregando voces e historias no escuchadas sobre el país, Martinessi apuesta porque todos los sectores de Paraguay cuenten con los instrumentos necesarios para contar ellos mismos sus relatos, “con sus tiempos, su estética, su humor”.

“El cine es una profesión de burgueses. Las historias solo se están mirando desde una clase social (...). El desafío, más allá de buscar las historias ocultas, es dar armas a los sectores que no tienen visibilidad ni voz, para que narren sus historias desde lugares diferentes”, concluyó.

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