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Marcos Díez, con el poemario “Combustión”, reta al lector desde el título

Marcos Díez, con el poemario "Combustión", reta al lector desde el título

EFE

Valladolid —

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La belleza situada al final del camino, reservada a quienes han sorteado con esfuerzo las dificultades del género literario “más difícil”, es la recompensa que ha encontrado el poeta Marcos Díez en su poemario “Combustión” (Visor), que esta tarde presenta en Valladolid.

“El poema es el lenguaje más difícil, pero es el que conduce a quien lo escribe a los lugares más lejanos, el que con toda probabilidad permite explorar zonas desconocidas de la realidad y de nosotros mismos”, ha explicado hoy a Efe Marcos Díez (Santander, 1976).

Lo dice quien se ha probado en la narrativa a través del cuento y se ha sometido a las exigencias del lenguaje audiovisual en guiones cinematográficos, “pero es que la poesía tiene un misterio especial, es más intensa”, ha añadido el autor de ese poemario, distinguido con el último Premio de Poesía Hermanos Argensola.

Como hitos iniciáticos de su recorrido poético, atrás quedaron “Quince pequeños apuntes sobre la longitud de la tristeza” (1998), “Aprendiendo a ser Clint Eastwood” (1999) y “Puntos de apoyo” (2011), necesarios para haber llegado a “Combustión”, un poemario, diferente, un salto cualitativo que reta al lector desde el título.

“Es un guiño a toda una vida que de algún modo interpreto como una llama, un fuego que al arder ilumina y da calor, por una parte, pero que también mancha y deja residuos”, ha explicado este escritor y periodista que emplea el verso como un escalpelo para diseccionar el amor y sus pliegues, la identidad y sus conflictos.

Cinco años ha tardado en dar forma a esos impulsos vitales, principalmente de índole autobiográfico, como respuesta a esas sensaciones que brotan desde dentro y le obligan a vaciarse a través de la escritura poética.

Han surgido así los más de cuarenta poemas que integran “Combustión”, que ha dividido en dos partes: “Sol dentro”, como homenaje al verso juanrramoniano (“Tengo abierta la puerta donde vivo con sol dentro”), y “Mapa de rutas”.

Al igual que el autor de “Platero y yo”, Marcos Díez concibe la poesía como un vislumbre interior reservado “a la inmensa minoría” que conforman a su juicio los poetas y los lectores de poesía, en su caso como “un brote que escapa a la voluntad de quien escribe” y que “uno se encuentra”.

El siguiente proceso es el de identificarlo antes de afrontar la “muy difícil labor” de la escritura poética, que en su opinión requiere “oficio, conocimiento, experiencia y habilidad para el descarte” de la materia sobrante, para aquilatar.

Por esta razón, entre otras, “la lee poquísima gente y se venden tan pocos libros: no se puede vivir económicamente de la poesía, pero a quienes la escribimos nos hace sentirnos más vivos, forma parte de nuestra vida”.

Incluso esa condición minoritaria “puede resultar una ventaja porque te permite más libertad; estás menos sujeta al dictado del mercado editorial que con la narrativa, por ejemplo”.

“No funciona como una profesión, y uno escribe sin esperar mucho a cambio: eso te permite más libertad”, ha subrayado antes de comparar la poesía, “una gran desconocida”, con la música al compartir ambas “amplia variedad de registros”.

Su lectura, ha reconocido, exige un gran esfuerzo: “Es algo inevitable que nos aleja de una época donde estamos acostumbrados a consumir cosas sin hacerlo, pero recompensa con creces”.

Marcos Díez es autor del libro de cuentos “Valvanera” (2012) y de los guiones de los cortometrajes, que también ha dirigido, “Fe”, “Todo incluido”, “El sueño de caracol”, “Intercambios” y “Nammala”.

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