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Máscaras, el rostro de las tradiciones en El Salvador

Máscaras, el rostro de las tradiciones en El Salvador

EFE

San Salvador —

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Diablos, viejos, tigres, moros y cristianos, que durante los festejos tradicionales se transforman en los rostros de los personajes de danzas populares, sobresalen en una exposición de máscaras en un museo de El Salvador.

Al menos 65 máscaras “de diferente naturaleza y con características muy particulares” son exhibidas en el Museo de Arte Popular, en San Salvador, con el fin de “fortalecer” y “rescatar” la tradición de las danzas salvadoreñas y el arte de los “mascareros”, dijo a Efe el director del recinto, Gregorio Bello Suazo.

La exposición, denominada “Máscaras de El Salvador, Símbolo y Tradición”, abierta el pasado miércoles, podrá visitarse durante los próximos seis meses.

La muestra representa la riqueza cultural de las máscaras que se utilizan en las diversas danzas y exhibiciones populares que se realizan en diferentes partes del país, sobre todo en las zonas central y occidental, agregó Bello Suazo.

Entre las máscaras exhibidas están las que dan vida a los personajes de las danzas Moros y Cristianos o Los Historiantes, que es de origen español; El Tigre y el Venado, de origen precolombino, y Los Viejos, personajes burlones que salen durante los desfiles de las fiestas patronales en varias partes de El Salvador, explicó.

Se destacan las 12 máscaras que se utilizan en la danza Los Historiantes, seis que corresponden a los moros y las restantes a los cristianos; entre ellas son notorias las de los “Gracejos”, que tienen sus bocas torcidas y expresiones de burla e ironía, explica el museo en los textos alusivos a la muestra.

Los artistas populares de las máscaras han dejado su huella a través del tiempo en expresiones talladas en madera u otros materiales que evocan personajes de la época prehispánica, colonial o contemporánea, añade.

Muchos de ellos permanecen anónimos; sin embargo, las máscaras han sobrevivido al ser conservadas para continuar las danzas y ceremonias tradicionales, pese a las dificultades que actualmente enfrentan estas tradiciones, agrega.

Asimismo, el museo señala que en muchas de ellas los 'mascareros' (artesanos que hacen las máscaras) imprimen su propio “sello personal”, por lo que se vuelven “una pieza única de arte popular”.

Pese al transcurso del tiempo y a la “crisis” por la que muchas tradiciones populares están pasando debido, entre otras cosas, al modernismo tecnológico y las migraciones, las máscaras siguen teniendo un papel primordial en El Salvador, señaló Bello Suazo.

“La función de las máscaras no ha variado; continúa siendo parte del vestuario de exhibiciones y danzas que aún subsisten en nuestro territorio”, a pesar de las influencias modernas, subraya el museo en su exhibición.

Aunque la mayoría de las máscaras que están en exposición son de madera, también se elaboran de otros materiales como papel macerado con aserrín, cartón, pegamentos y pinturas.

Con la exhibición de las 65 máscaras, que provienen de al menos 14 de los 262 municipios del país, se pretende “revalorizar la máscara como tal, darle su valor como tradición, contribuir al fortalecimiento de las danzas en particular, y dar a conocer a los 'mascareros'”, destacó Bello Suazo.

Las máscaras se pueden clasificar en tres grupos: las de origen prehispánico, como las utilizadas en la danza de El Tigre y el Venado; las coloniales, que se utilizan en la danza de Los Historiantes y Los Viejos; y finalmente las decorativas o recientes, precisa la antropóloga salvadoreña Ana Lilian Ramírez en su estudio “Las Máscaras en El Salvador”.

En las danzas salvadoreñas, principalmente en Los Viejos, se han incorporado personajes mitológicos como La Siguanaba y El Cipitío.

“Conservar este tipo de expresión artística, que se ha dado en llamarle arte popular, es muy importante para divulgar nuestra cultura, nuestras tradiciones, nuestras costumbres”, dijo a Efe Edgardo Cuéllar, uno de los visitantes de la exposición.

El museo, que fue fundado en octubre de 2001, tiene una amplia colección “de más de 1.100 objetos y valiosos documentos” de arte popular, entre ellos, una amplia colección de muñequitos de barro en miniatura y bordados elaborados por refugiados durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992).

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