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El “Moises y Aarón” de Schönberg, “lo más grande” que pasará por el Teatro Real de Madrid

El "Moises y Aarón" de Schönberg, "lo más grande" que pasará por el Teatro Real de Madrid

EFE

Madrid —

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Arnold Schönberg, un artista único, pintor, escritor, compositor e intelectual judío, concibió “Moisés y Aarón”, la ópera que estrena el Real el día 24, de forma totalmente libre, “sin compromisos ni atadura alguna” y con una técnica casi imposible, por puro afán de hacerse entender.

Así lo ha explicado hoy Lothar Koenigs, director musical de la puesta en escena de esta ópera en el Real, un alemán judío a quien “toca el corazón” no solo el mensaje de Schönberg (Viena, 1874-1951), sino “el argumento de la pieza”.

“Es una obra fascinante que él no pensó nunca que se representaría y que tiene una dificultad técnica enorme. Con Schonberg -añade- la música no viene a ti, tienes que ir tú a ella”.

“Moisés y Aarón,” símbolo de la ópera contemporánea, se estrena por primera vez en Madrid en un montaje que “supone un hito, y un reto para el coro”, ha afirmado en la presentación del espectáculo el director artístico del teatro, Joan Matabosch, que la ha anunciado como “lo más grande” que ha vivido el Real.

Una obra, ha explicado, “tan compleja como difícil de entender” precisa de un contexto “más que otras; hasta ese punto es especial. Es -ha dicho Matabosch- un acontecimiento mayúsculo para el Teatro Real y una de las obras más difíciles de representar”.

A pesar de ello, apunta Koenigs, debe escucharse “como si fuera Mozart”.

Una obra monumental de la que se harán en total siete funciones, del 24 de mayo al 17 de junio, y que se explica también con las cifras que le acompañan.

Cuenta con cerca de 400 personas, entre el equipo artístico, el coro, los solistas, los músicos de la Orquesta Titular del Teatro Real, los bailarines (48, incluyendo 6 especialistas en alpinismo), técnicos y limpiadoras, que entran en escena, además del toro Easy Rider, estatua viviente imprescindible para la obra, según el director de escena, Romeo Castellucci.

El bajo-barítono Albert Dohmen es Moisés, mientras el tenor John Graham-Hall interpreta a Aarón, aunque aún es más importante, según Castellucci, que debuta en el Real, el “tercer protagonista, el coro, que es el cambiante y atormentado pueblo de Israel y que está todo el tiempo en escena”.

Tanto Castellucci, como Koneigs, han alabado el trabajo del coro y de su director, el argentino Andrés Máspero.

“Todos comprendieron y creyeron en la obra. Espero que al público le pase lo mismo”, ha apuntado Koneigs.

Por su parte, Máspero ha querido detenerse en la “parte prosaica que el director de orquesta no comenta, por aburrida. Pero hablamos mucho de las dificultades y no explicamos que la primera es la propia composición”, ha señalado el director, también pianista, que dedicó doce meses enteros a aprender sólo el piano de la obra.

“En la dodecafonía -apunta-, los sonidos no se pueden repetir, ni dar a unas notas más importancia que a otras (...) por eso, el dodecafonismo es muy laborioso, es imposible tocar todas las notas”.

Añade que, al ser una forma de música atonal mientras la música tradicional suele ser tonal, sólo un oído muy entrenado, y quizá ni aún en ese caso, podría detectar todos los sonidos.

La ópera narra la huida del pueblo hebreo de Egipto y la revelación y propagación de los Mandamientos que Dios le entregó a Moisés en la montaña mientras su hermano Aarón permanecía con su pueblo.

“En la ópera afloran las cuestiones éticas y religiosas más trascendentes que atormentaron al compositor, que nunca concluyó la partitura, dejando abierto su final, por lo que la obra acaba en el segundo acto, con una frase muy significativa: ”Oh, palabra, tú, palabra que me faltas!“, detalla Castellucci.

“El 'Moises' que aquí se representa no es el de la Biblia -añade el italiano- sino el de Schönberg, un hombre incapaz de cumplir la misión que le ha encomendado una voz salida de un arbusto en llamas. He querido abrazar esta condición de la soledad humana partiendo del tercer acto”, que no existe.

Así, concluye, “la ópera está centrada en el verbo y en la idea de la liberación, del éxodo, y usa palabras tan actuales como esa, éxodo -concluya Castellucci-, o becerro de oro, o idolatría o desierto porque Schönberg también luchaba contra el mal uso de las imágenes (...) y contra el exceso de comunicación que puede convertirse en enfermedad”.

Por Alicia G. Arribas

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