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Natalia Bolívar, guerrillera de alcurnia que veló por el arte tras Revolución

EFE

La Habana —

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A la etnóloga Natalia Bolívar, las ansias de libertad que la llevaron a luchar en la clandestinidad contra el régimen de Fulgencio Batista no le diluyeron el amor hacia la cultura de su país, una pasión con la que logró salvaguardar parte del legado artístico de Cuba en los albores de la Revolución.

Emparentada con el prócer independentista Simón Bolívar y de familia adinerada y aristocrática, Bolívar -perteneciente al Directorio Revolucionario- llegó a estar al filo del fusilamiento, pero el triunfo revolucionario en 1959 la encontró en La Habana en el momento preciso.

“Después del triunfo de la Revolución, yo tomo militarmente el Museo Nacional de Bellas Artes. Muchas de las colecciones eran de colecciones privadas, como Gómez Mena o el Conde de Lagunilla, y como yo era una muchacha de la alta sociedad era amiga de todos ellos y pude controlar que no se las llevaran”, relata la intelectual en una entrevista a Efe.

Bolívar, etnóloga de formación, sabía que todos ellos emigrarían, como se exilió su propia familia, y logró que los abogados de las dos partes negociaran “actas de préstamo indefinido” para que las obras de arte permanecieran en Cuba.

Así se quedó en la isla un patrimonio de valor incalculable que tenía todas las papeletas para partir al exilio.

Lo siguiente fue pagar a los trabajadores, personas humildes que la habían ido avisando sobre los “chivatos” de Batista.

Afrontó los primeros pagos con un préstamo del Banco Pedroso, que era de un tío suyo, pero para garantizar las siguientes nóminas se fue a ver a Fidel Castro al primer consejo de ministros celebrado en La Habana.

“Cuando tuve el 'chance', porque ahí había una pila de gente, yo le expliqué rápidamente la situación y él me quiso nombrar directora, yo me negué, el director había protegido todas las obras de arte en una casa antigua en La Habana vieja y allí estaba toda la historia de Cuba, la arqueología... Me nombró subdirectora”, recuerda.

Y salió de allí con los pagos garantizados, pero no bastaba, porque había que evitar el deterioro del patrimonio.

Pidió a Fidel que fuera al museo y él llegó un día, de madrugada, y recorrió el lugar junto a Bolívar y varias mujeres más, entre ellas la escultora Rita Longa.

“Necesitábamos un aire acondicionado central para proteger las obras de la humedad” que todo lo daña en la isla. El líder barbudo garantizó que lo tendrían.

La intelectual -gran amiga de Alejo Carpentier y de José Lezama Lima- volvió a saber del comandante meses después, cuando él quiso celebrar en el Bellas Artes las exposiciones comerciales de Rusa, China y Checoslovaquia, con el “Che” Guevara como interlocutor.

También logró Bolívar la nacionalización de la opulenta casa de la familia Ferrara para albergar el Museo Napoleónico con la colección de Julio Lobo, que abrió en 1961.

“Lobo se encontró con Orestes Ferrara, dueño de la casa, en Nueva York. Él le dijo: 'Julio, ¿sabes que el Gobierno ha intervenido mi casa?'. Y él le responde, muy socarronamente: 'No, quien intervino tu casa fue Napoleón Bonaparte'”, explica divertida.

Volvió a cruzarse con Fidel en 1970, durante la célebre zafra azucarera “de los diez millones”. Allí le hizo de traductora al inglés y francés ante visitantes internacionales.

“Él me decía 'tú no estás traduciendo lo que yo estoy diciendo, tú me interpretas como te da la gana'”, cuenta Bolívar, de 82 años.

En otra ocasión, en una embajada, tuvo lugar una anécdota que en la actualidad habría supuesto un escándalo por su incorrección política.

Bolívar coincidió con Fidel y con un grupo de artistas como Mariano Rodríguez, Luis Martínez Pedro o René Portocarrero. Castro preguntó a este último cuándo iba a dejar de pintar sus característicos ángeles y vírgenes para pintar macheteros, milicianos y revolucionarios.

“Y le dice Portocarrero: 'Comandante, si yo le pinto a usted un miliciano, un militante, un machetero, van a salir (con aspecto de) homosexuales, ¿usted quiere eso?. Y Fidel le dijo: 'No, no René, sigue pintando tus virgencitas y tus angelitos, con todo lo católico”, asegura la intelectual.

Bolívar también organizó por encargo de Castro la Exposición Numismática Hispanoamericana, visitada por el entonces presidente del Gobierno español Adolfo Suárez: “Fue una velada espectacular, nos divertimos muchísimo los tres hablando de historia y millones de cosas”.

Con el tiempo, Natalia Bolívar se volcó en la que ha sido la pasión de su vida, el estudio de las religiones afrocubanas, y su camino se fue separando del mandatario.

Pero lo recuerda subyugada, pocos días después de su muerte a los 90 años.

“Fidel era de una proyección que no hay una palabra que lo defina. Era un hombre que proyecta y que tú puedes tener el criterio que te dé la gana. Y te pones a hablar cinco minutos y olvídate de tus criterios, porque su personalidad es muy fuerte. Es universal y este es también un pueblo universal, vamos a estar claros”, concluye.

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