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Omara Portuondo: Sin cantar me siento fatal

Omara Portuondo: Sin cantar me siento fatal

EFE

Madrid —

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Omara Portuondo tenía 28 años cuando sus compañeras del cuarteto D'Aida “medio la embaucaron” para que grabara “Magia negra”, su primer disco en solitario. Ahora que es “la diva” y que “ya ha llovido fino” 55 años más, ha querido reeditarlo y la experiencia ha sido una “felicidad” completa.

“Mi vida es una sorpresa. Nada ha sido preparado. He recibido muchísimo, sin pretenderlo, sin pedirlo. Mi madre me dijo que cantara y el máximo de mi ambición era hacerlo en un coro y, fíjese, qué carrera tan grande”, explica en una entrevista con Efe “la diva”, la “lideresa” del Buena Vista Social Club.

Le hubiera gustado hacer la entrevista con EFE recostada en la cama, porque “debe ser el único lugar” en el que no ha respondido a un periodista, desvela con la misma picardía que desgrana durante toda la conversación.

“Me gusta mucho reírme”, asegura, para acto seguido entonar “lo que me queda por vivir/será en sonrisas/ porque el dolor yo de mi vida lo he borrado” con la cadencia y timbre que le granjearon el apodo de la “novia del 'feeling'”.

La reedición del disco es “culpa” de sus compañeros “fanáticos”, es decir, los músicos que le rodean, siempre pidiéndole “más cosas”, y especialmente de su hijo, que se encontró “por la casa” el antiguo disco y le “pidió explicaciones”.

“Me acordé de tantas cosas de mi vida, de todos los músicos con los que he trabajado... Todo se lo debo a ellos. Por su cariño y su interés he llegado aquí así que cuando me lo dijeron, dije 'vamos a rehacerlo'”.

No le resultó nada difícil regrabar el disco, producido por Juan Ceruto, porque se ha rodeado de “excelentes músicos”, jóvenes que demuestran “que la música no tiene edad y que a todos iguala”.

El disco original, grabado plena Guerra Fría y poco antes de la llamada Crisis de los Misiles, contiene piezas del jazz como “That old black magic” de Duke Ellington o “Caravan” y otros como “Llanto de Luna”, “Noche Cubana” o “No puede ser feliz”, y ya nadie de los que le acompañó entonces “existe”.

Ahora, sus “cómplices” son Rolando Luna al piano, Gastón Joya en el bajo, Rodney Barreto en la batería y Andrés Coayo en la percusión, a los que conoce desde que ellos empezaron sus carreras.

“Son muy talentosos. Aportan cosas que me hacen reacciones. Son espontáneos, actualizados... La alegría de la vida”, bromea de nuevo, convencida de que “la magia” es, precisamente, “conectar” con los demás, independientemente de tiempo y espacio.

En “Magia negra” colabora ahora con el cantante brasileño Ivan Lins, el trompetista Alexander Abreu, el percusionista Tomás Ramos, la vocalista cubana Yanet Valdez, el declamador Luis Carbonell y el popular cantante de reggaeton El Micha.

El reconocimiento mundial de Portuondo se debe en gran parte a su protagonismo en Buena Vista Social Club, un proyecto cumbre de la música cubana popularizado en la década de 1990, y al que sigue vinculada “p'a siempre”.

Su forma de cantar, su elegancia y legato en el fraseo recuerdan a la de las sopranos, pero, dice humilde, aunque le hubiera gustado cantar ópera, como hace “la gran Montserrat Caballé”, a la que tanto admira, su voz “no llega a eso”.

Cuando no trabaja lo que más le gusta hacer es “acostarse a dormir” y ver la televisión sobre todo el programa “Saber y Ganar” de TVE, asegura muy seria mientras imita a Jordi Hurtado con cariñoso acierto.

Pero lo cierto es que procura pasar descansando el mínimo tiempo posible en su casa de La Habana porque ella lo que quiere es cantar.

“Actuar es un castigo. Cuando no tengo actividad, me siento fatal, como dicen ustedes”, afirma mientras alarga la “a” a “la madrileña”, porque ella, bromea de nuevo, es “el resultado” de una española y de un “prieto”.

Le entra, detalla, “impotencia” y se pregunta “para qué sirve”. “Necesito al público y cuando me corresponde, me siento feliz”, confiesa esta mujer a la que siempre han comparado con Sarah Vaugham o Ella Fitzgerald: “es que son muy generosos”, dice muerta de risa otra vez imitando a una niñita.

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