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Ouvidor 63, okupas y arte en el corazón de Sao Paulo

EFE

Sao Paulo —

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Entre las desvaídas paredes del centro histórico de Sao Paulo sobresalen unos toldos naranjas situados en la calle Ouvidor, concretamente en el número 63. Es el refugio de un centenar de artistas que decidió “okupar” un edificio, construir sus casas y crear su propio centro cultural.

En este predio abandonado desde los años ochenta imperan los colores vivos en cada una de su trece plantas, una especie de rebelión contra el tono grisáceo que envuelve cada rincón de la capital financiera de Brasil.

El ritmo en su interior es pausado y tan sólo se escuchan los gritos de algunos niños jugando. Sus padres llegaron a Ouvidor 63 huyendo de la vida frenética de la mayor ciudad de Sudamérica.

Cuando se abre la puerta principal hay un amplio vestíbulo y en él una estantería construida con ladrillos de cemento apilados sobre el agujero que han dejado dos ascensores sin funciones. Al fondo, una escalera de granito conduce a los inquilinos hasta sus vivienda.

La puerta de la tercera planta está abierta y en ella hay una advertencia escrita en color morado: “Satanás habita en esta casa”. Las paredes descascaradas están cubiertas por lienzos pintados a mano, por cuadros y por una sábana que sirve de proyector.

El suelo es de parqué, en tonos oscuros, pero faltan algunas piezas del entarimado de madera. Hay plantas bien cuidadas, un ventanal de grandes dimensiones, obras de arte y sofás descoloridos esparcidos por una limpia sala de unos cien metros cuadrados.

En ese nivel viven cuatro personas y todas son músicos. Pero también está la planta de los malabaristas, la de los diseñadores gráficos, la de los artesanos, la del yoga...

Un aire “underground” envuelve la habitación de Rebel, uno de los músico de Ouvidor 63. La luz es tenue, las paredes de su cuarto están repletas de mantas para insonorizar el ruido de los ensayos y sobre su cama hay un frazada rosa de las princesas Disney.

Rebel llegó al edificio en 2014, meses después de que comenzara la “okupación”. En ella, resalta, no hay líderes y las decisiones se toman de manera horizontal, por votación.

“Las personas están ocupando algo que es del Estado. Estamos dando uso a algo que está parado”, cuenta desde el sofá del salón.

Dos plantas arriba - en “la del circo”- hay un venezolano y un argentino practicando malabarismo en un cuarto con olor a comida. Son mochileros, están en Brasil de paso y han sido acogidos unos meses en Ouvidor 63, un edificio que comienza a ser conocido entre los viajeros con pocos recursos.

“La gente que vive en este edificio es artista y tiene ganas de enseñar a los que llegan. Pero si no pones méritos no vas a aprender, no te puede ir de un edificio lleno de artistas y no aprender a hacer arte, malabares, a diseñar, lo que sea. Trabajamos como artistas y la meta es progresar”, señala el argentino Fabricio Selano, mientras suena de fondo una canción de “Resistencia suburbana”.

Por las estrechas escaleras del edificio suben y bajan día a día creadores de joyas, tatuadores, diseñadores de ropa, pintores, guitarristas, bailarines, fotógrafos y “multiartistas” que han encontrado en el Ouvidor un espacio donde vivir y crear.

Es el caso de Alexa Gomes, quien desde 2014 vive con su hija de seis años en una habitación del cuarto piso. En su interior hay pocas cosas, algo de ropa, dos colchones, una nevera y una pared pintada de azul.

“He aprendido a vivir de forma autónoma, a autogestionarme, a no ser esclava del sistema para conseguir alimento o ropa. Es el desapego”, subraya.

En el edificio también hay un huerto orgánico, una amplia terraza con vistas panorámicas de Sao Paulo, muchos colores y una puerta de metal con un mensaje para sus inquilinos: “Portal para una realidad ilusoria. Acuérdese del camino para volver”.

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