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Rosa Montero: “Un exceso de documentación es un peso muerto”

Rosa Montero: "Un exceso de documentación es un peso muerto"

EFE

Buenos Aires —

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La escritora española Rosa Montero tiene claro que “un exceso de documentación es un peso muerto” y que hay que saber cuánto mostrar en los libros. Ese aspecto también lo tuvo en cuenta en “La carne”, su última obra, al introducirse en el mundo del arte, de los gigolós y, como siempre, de la vida.

Esta publicación, que salió a la venta hace mes y medio y que presentó hoy en Buenos Aires, muestra la historia de Soledad Alegre, una comisaria de exposiciones de arte de 60 años que conoce a un gigoló treinta años más joven que ella, con el que más adelante mantendrá una relación, mientras intenta dar celos a un ex amante.

Para poder mostrar a los personajes de la forma más fidedigna posible, Montero (Madrid, 1951) entró en páginas de gigolós y llegó a entrevistarse en persona varias veces con uno, pero siempre teniendo en cuenta cuánto debía mostrar después y no caer en un error que “hasta los mejores escritores pueden cometer”, explicó hoy en la presentación del libro en la emblemática librería Ateneo Grand Splendid.

Esta obra, a la que define como “una intriga emocional y psicológica”, habla “de cosas amargas como la necesidad del amor, el miedo al fracaso, el paso del tiempo, el daño al que se puede llegar y lo que nos podemos llegar a hacer”, explicó a Efe antes de la presentación al público argentino.

Pese a la trascendencia que pueden llegar a tener estos temas, Montero no buscaba mostrar una moraleja.

“No hay moraleja. Escribes para aprender, no escribes para enseñar nada y lo que intentas escribir es sobre las obsesiones”, que, en su caso, es “el paso del tiempo, la fugacidad de la vida”.

El personaje protagonista tiene de ella lo que podría tener cualquier persona, ya que aspira a “la universalidad” y muestra en ella preocupaciones que pueden tener todos.

Sin embargo, sí que se muestra con su propio nombre en la obra en su faceta de periodista, con su impuntualidad, sus formas, su vestimenta y sus tatuajes, un personaje al que Soledad rechaza en el momento en el que la ve.

Su gran obsesión en “La carne” es que nadie explique el final y está agradecida de que “todavía no lo hayan extirpado”.

“Se estropea porque este suspense no es un truco sino que forma parte de la estructura misma, es una lectura que va añadiendo datos a medida que pasa”, aclara la escritora.

No se muestra nerviosa ante los argentinos, un público al que lleva visitando cerca de 40 años y al que describe como “brillante, operístico, exagerado, maravilloso, vital y cariñosísimo”.

Su preocupación está más enfocada hacia su propio país, donde tras cerca de casi un año todavía no se ha logrado elegir al presidente del Gobierno, y a la situación política actual.

“Es una catástrofe. Los políticos que tenemos solo van a su propio provecho. Es mejor no tener las terceras elecciones, desde luego, pero es catastrófico tener cuatro años más de (Mariano) Rajoy”.

Pese a este no parar ya está pensando en su próxima obra, que tendrá como protagonista a Bruna Husky, una androide de combate del año 2109 a la que ya ha presentado en anteriores publicaciones y con la que dice identificarse como con ningún otro personaje.

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