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En Uganda se baila contra la exclusión

En Uganda se baila contra la exclusión

EFE

Madrid —

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La fotógrafa y periodista Ana Palacios retrata en el libro “Art in Movement” la vida en los guetos de Kampala, la capital de Uganda, donde el alcoholismo, la delincuencia o la drogadicción se combaten con las armas de la cultura; y donde el “break dance”, la danza o las artes circenses alimentan el alma.

Musgisha Frank vive con ocho de sus doce hermanos en el barrio de Makindye, en Kampala. Era un niño tímido y sin interés por nada en particular, hasta que el baile despertó su curiosidad por las artes, y también por la política.

Hamuza Primo tiene 15 años, seis hermanos, y vive en el gueto de Kibuli, donde la moda de esnifar queroseno como forma de evasión atrapa a decenas de jóvenes, pero la danza ha captado su atención y, para él, no hay mejor droga que soñar despierto con formar parte del ballet nacional.

Los dos saltan y bailan para cambiar su realidad, y los retrata la Ana Palacios en las páginas de “Art in Movement”, un libro publicado por La Fábrica sobre la ONG española “In Movement”, que trabaja en la capital de Uganda combatiendo la marginalidad a través del arte, a la que también se destinarán los beneficios de los derechos de autor generados por la obra.

Palacios, que ya había retratado a mujeres desahuciadas en India, a leprosos en China, albinos en Tanzania, pigmeos en Burundi y personas en riesgo de exclusión en Kenia, aterrizó en Kampala en noviembre del año pasado para convivir dos meses con los niños y los profesores de la asociación, en las aulas, los cursos y también en sus casas.

En una zona donde las necesidades básicas y la sanidad, la comida o la educación no están cubiertas, poner a los niños a danzar parece algo fútil, pero tras los pasos de baile o los malabarismos hay mucho más.

“Yo al principio también pensaba eso, había documentado emergencias con otras ONG, gente que pasa hambre o que no tiene acceso a centros de salud, pero la pobreza también está en la falta de educación, no solo de pan vive el hombre”, explica Palacios, quién aprendió de los niños de Kampala la necesidad de tener un canal para expresarse por sí mismos.

El objetivo del proyecto no es convertir en artistas de alto rendimiento a los más de 300 niños y adolescentes que el centro atiende, aunque sí hay algunos han conseguido ganarse la vida con ello, que han sido “becados para irse a Francia”, y dos de ellos “están ahora mismo en Rumanía con una beca de baile”, cuenta la periodista.

“El arte es una herramienta para generar el cambio, en ellos mismos y en la sociedad, crea ciudadanos educados con pensamiento crítico, genera solidaridad, cohesión y aprenden a expresarse en público, lo que les genera autoestima”, afirma la periodista.

Además, las actividades apartan a los niños de las calles, en un contexto en el que muchas familias no tienen dinero para pagar la matrícula del colegio, y en el que el exceso de tiempo libre empuja a muchos de ellos a delinquir.

La organización no gubernamental también realiza campamentos en escuelas como Hope North, un internado para los descendientes de los niños soldados de la guerra, y trata de fomentar a la creatividad no sólo a través de la danza, sino con disciplinas artísticas como el grafiti, la pintura, la fotografía, o la escritura creativa.

“Tocan todas las que pueden y llevan profesores invitados con frecuencia”, explica Palacios, quien añade que las disciplinas preferidas son la danza y el “break dance”, porque no necesitan de nada más que un casete.

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