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Vargas Llosa, Pérez-Reverte y Marías reviven su pasión por la literatura

Vargas Llosa, Pérez-Reverte y Marías reviven su pasión por la literatura

EFE

Madrid —

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Si a Javier Marías le dieran la posibilidad de convertirse en otro escritor, elegiría sin dudar a Shakespeare, mientras que a Arturo Pérez-Reverte le hubiera “gustado ser Conrad” y a Mario Vargas Llosa “nunca” le han decepcionado ni Flaubert ni Faulkner.

La pasión que Vargas Llosa, Marías y Pérez-Reverte sienten por esos otros grandes autores, y por el oficio de escritor, quedó hoy patente en el diálogo que mantuvieron los tres en los Teatros del Canal con motivo del 50 aniversario de la editorial Alfaguara, el sello en el que publican desde hace años.

Ante un público entregado desde el principio y que abarrotaba la sala mayor del edificio, los tres escritores hablaron de la importancia que tuvieron para ellos las lecturas de su infancia, de sus comienzos en la literatura, de la inseguridad que suele acompañar a este oficio y de los autores que han ido envejeciendo con ellos y que nunca les han defraudado.

Estos tres escritores son pesos pesados de la literatura hispánica, están traducidos a multitud de idiomas y cosechan numerosos premios, pero Mario Vargas Llosa es el escritor vivo más importante de la lengua española y Pérez Reverte lo reconoció de forma muy gráfica:

“Vargas Llosa es la historia de la Literatura, mientras que yo soy una nota a pie de página”, decía el creador del capitán Alatriste, en tanto que Javier Marías se ve tan solo como “una nota del traductor”.

No es frecuente reunir a escritores de la categoría de los tres que coincidieron hoy en los Teatros del Canal y así lo hizo ver Pilar Reyes, la directora de Alfaguara, cuando se los presentó al público y dijo que el encuentro de esta noche es como si se hubiera logrado “reunir a Dumas, a Marcel Proust y a Flaubert”.

“Me quedo con Dumas”, aseguró Marías al comienzo de ese diálogo que moderó Reyes y que estuvo salpicado de anécdotas y de buen humor.

Aprender a leer cambió la vida del escritor peruano, Premio Nobel de Literatura. Fue “una experiencia maravillosa” que enriqueció su infancia “de manera increíble”. Todavía hoy, a sus 78 años, “la lectura sigue siendo el mejor de los placeres, la experiencia suprema”.

Desde muy niño, Vargas Llosa sintió que ser escritor “era lo más maravilloso del mundo”, una opinión que su padre, muy autoritario, no compartía en absoluto y que por eso le puso todas las trabas que pudo al futuro escritor.

“Yo temía a mi padre y una de las maneras de resistir esa autoridad fue dedicarme a ser escritor. Así burlaba su autoridad aplastante”, confesaba hoy el autor de “La casa verde”.

“Nada se hace con tanto ahínco como lo que se hace por fastidiar”, decía Marías.

Los dos novelistas españoles crecieron en casas con buenas bibliotecas, algo que Marías “casi que odiaba” porque había tantos libros acumulados por todas partes que apenas le quedaba “espacio para jugar a las chapas”.

Pero gracias a esos libros, el autor de “Corazón tan blanco” descubrió a autores como Julio Verne y Salgari y desde muy pronto quiso ser escritor, sobre todo para “emular” a los que más le gustaban a él y para contar las historias que más le entretenían.

Aunque la idea que Marías tenía del escritor cuando él era un niño no era nada positiva, y en ello influyó la visita que hizo junto con su padre, el filósofo Julián Marías, a casa de Azorín.

Al autor de “Tu rostro mañana” no le gustó nada el aspecto “desaseado” que tenía Azorín ni que la cama estuviera sin hacer. Y eso le produjo “una cierta aversión” a la idea de ser escritor.

Verne, Dumas, Dickens y Stevenson le sirvieron a Pérez-Reverte para aproximarse “a la gran literatura” y, con el paso del tiempo, también le sirvieron para sobrellevar las durezas de los 21 años en los que fue reportero de guerra. Aquellas lecturas y las que vendrían después le ayudaron “a digerir y a interpretar” lo que veía.

El autor de “El club Dumas” es “un escritor tardío”. Nunca había querido dedicarse a la literatura, pero a la vuelta de una de esas guerras que cubría como reportero, “y con muchas cosas desagradables en la mochila”, sintió la necesidad de reflexionar sobre todo lo que había vivido y de “ordenar el caos” que había dejado atrás. Así se hizo novelista.

Tuvo suerte, sus libros funcionaron bien y a partir de la tercera novela ya pudo dedicarse de lleno a la literatura. “Pero sigo siendo un escritor accidental, un marino lector que accidentalmente escribe novelas”, señalaba Pérez-Reverte, que ha reflejado su pasión por el mar y por la navegación en varios libros.

Vargas Llosa y Marías han sentido “siempre una gran inseguridad” a la hora de escribir. Y con el paso del tiempo, “esto no ha cambiado nada; la inseguridad permanece”, aseguraba el novelista peruano.

“De pronto hay algo que encaja, que hace verosímil lo que escribes y eso es enormemente enriquecedor”, decía Vargas Llosa.

Al novelista peruano “nunca” le decepcionaron Flaubert ni Faulkner, y siempre siente “la misma emoción” cuando lee sus novelas, pero no le sucede lo mismo con Sartre, un escritor al que de joven leyó “con entusiasmo”, pero ya no puede hacerlo “sin sentir que estaba profundamente equivocado”.

“Escribía un pésimo francés, de frases largas y complicadas, de oscuridades tramposas. Sartre es un escritor que se me ha desplomado”, afirmaba Vargas Llosa.

“¿Qué se siente siendo el último de los mohicanos?”, le preguntaba con admiración Pérez-Reverte a Vargas Llosa, quien contaba que ante los múltiples premios y reconocimientos que ha recibido, se siente a veces “un poco desconcertado, pero hay experiencias que obligatoriamente te vuelven modestos”.

Y eso fue lo que le pasó en un viaje en avión a Las Palmas de Gran Canaria, cuando un viajero se acercó a Vargas Llosa y, “profundamente conmovido”, le dijo lo importante que habían sido sus novelas para él, en especial “Cien años de soledad”.

“No me atreví a decirle que yo no era García Márquez. Le di la mano al señor y acabé suplantando a García Márquez”, comentó Vargas Llosa entre las carcajadas del público.

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