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Varios trabajadores critican las condiciones laborales del Mad Cool y el Download

Festival Download Festival, celebrado en el distrito madrileño de San Fermín

Mónica Zas Marcos / David Sarabia

La semana pasada, un trabajador murió en el festival Mad Cool celebrado en Madrid. Pedro Aunión, artista querido y revolucionario de la danza, cayó al vacío frente a 50.000 personas mientras realizaba un espectáculo acrobático contratado por el evento.

Como decía Isaac Rosa el lunes en su columna, “su horrible muerte en directo no ha sido suficiente ni para abrir un debate sobre la siniestralidad laboral, o la falta de regulación y la precarización brutal de los festivales de música, y en concreto del propio Mad Cool”. La criticada gestión de los organizadores ha servido para que muchos trabajadores decidan poner sobre la mesa varias prácticas abusivas en este tipo de eventos (los siguientes testimonios serán citados con seudónimo por temor a represalias, porque no han cobrado aún o porque temen no volver a ser contratados).

Alejandra formaba parte del equipo de producción del Mad Cool, hasta que decidió renunciar el tercer día porque “no me pareció correcta la manera de gestionar la muerte del compañero”. Su labor consistía en entrar y salir del recinto de la Caja Mágica con una furgoneta para atender recados, comprar cosas o trasladar a gente del personal. “Un runner de producción está ahí para todo. No me daban pausas para comer y mi jornada en el festival era desde las 8 de la mañana hasta las 2 o 3 de la madrugada”, cuenta a eldiario.es.

Además de la falta de descanso y la peligrosa situación de las carreteras, Alejandra destaca una “falta de coordinación total en el reparto de las tareas”. La ayudante de producción había trabajado con anterioridad en otros festivales, pero afirma no haberse sentido nunca “tan vapuleada personalmente como en el Mad Cool. Es el peor en el que he trabajado”.

"Hubo un día que asumí que iba a tener un accidente. Estaba cansadísima, no ves nada con la lluvia, te está sonando el teléfono y, si no lo coges, te cae una bronca. Les damos igual, ellos solo quieren sacar su curro adelante"

Como otros muchos trabajadores, Alejandra llegó al Mad Cool a través de una subcontrata. Cuando fue a reclamar sus condiciones ante la directora de producción, su superior en el recinto, esta persona se desentendió y le remitió a su empresa de contratación. “En cambio, cuando les llamé (a la empresa de la subcontrata), me dijeron que yo estaba en las manos de la organización del evento y a sus órdenes desde el primer día de festival”, cuenta.

"Cuando ocurrió la tragedia el viernes, reinó una normalidad absoluta. Me dijeron que tenía prohibido hablar de la muerte del chico con nadie. Había mucho secretismo"

Alejandra no fue la única que renunció tras la muerte de Pedro Aunión el viernes por la noche. Miriam tomó la misma decisión tras presenciar el accidente. Denunció que el coordinador de su grupo de trabajo les dijo que les rescindirían el contrato si no se presentaban el sábado. “La respuesta fue que alegarían incumplimiento de contrato para no pagarnos los días ya trabajados”, cuenta a eldiario.es.

El director del Mad Cool, Javier Arnaiz, asegura que “la Inspección de Trabajo estuvo tanto en los días previos como durante el festival y dio el OK firmado y sellado. No reportaron ninguna incidencia, y pasaron por barras, por producción, por runners, por todo”. En cuanto a la supuesta advertencia, Arnaiz niega que tenga constancia, puesto que “si algún trabajador no pudo venir al festival al día siguiente porque estaba afectado, soy el primero que lo entiende”.

El director afirma que, en cada caso, el personal recibirá el dinero que corresponda por los días trabajados. “No nos han llegado quejas de ningún área y de ningún trabajador. Eso debería aparecer todo en el parte de incidencias y no aparece”, incide.

Su testimonio contrasta con el de las trabajadoras: “En el Mad Cool entré a las 3 de la tarde y salí a las 3 de la mañana, 12 horas continuas. No hay descansos, no te dejan sentarte, comer ni beber porque da mala imagen”, afirma Miriam. Su equipo, contratado por una empresa distinta a la de producción o la de seguridad, se encargaba de las barras, las cajas y las taquillas. La camarera cobraba siete euros la hora y Alejandra, como ayudante de producción, ocho euros.

“Esas condiciones se repiten en todos los festivales y es algo que se tapa. Ocho euros la hora cuando te enfrentas a riesgos laborales serios y sin ninguna formación”, dice Alejandra. Pero, como asegura esta trabajadora, no es algo que se quede en las lindes del Mad Cool, ni siquiera de Madrid.

“Trabajaba 20 horas y dormía 4”

Dos semanas antes de que la Caja Mágica celebrase el Mad Cool, otro evento de similares características abarrotaba el sureño barrio de San Fermín los días 22, 23 y 24 de junio. La primera edición del Download Festival en tierras españolas atrajo a 35.000 personas por día y bandas del tamaño de Linkin Park, System of a Down, NOFX o Rage Against the Machine.

Blanca estuvo en producción durante los tres días que duró el Download. “He trabajado entre 20 y 24 horas por día, algo normal en producción. El problema es que estaba conduciendo”, explica a eldiario.es. Blanca se negó a trabajar más de 12 horas un día y se lo comunicó al festival. “Se cabrearon conmigo y supuestamente me han puesto en la lista negra”, dice.

En cuanto a la existencia de esta lista negra, el director del Download y del Mad Cool, Javier Arnaiz, afirma que “cada día nos reunimos todo el equipo completo dos horas, nadie sabe de esta lista. Ni en Mad Cool ni en Download existe esto”.

"Cada día nos reunimos todo el equipo completo dos horas, nadie sabe de esta lista negra. Ni en Mad Cool ni en Download", afirma el director de los festivales

“Los festivales de metal son mi pasión y este justamente era una especie de mezcla”, relata Isabel. Ella desempeñó tareas relacionadas con la asistencia a los grupos en el Download: “¿Que tienen que ir al escenario? Les llevas. ¿Que necesitan agua, ir a la farmacia? Les aconsejas dónde comprar eso. ¿Que quieren esta postal? ¿Que quieren que les traduzcas con este señor? Lo haces”.

A Isabel le contrató Live Nation, la empresa que organiza el Download. Es la tercera vez que trabaja con ellos, pero dice que será la última. “Trabajaba unas 20 horas al día y dormía cuatro. La hora se paga a ocho euros”, dice. A cada asistente, la organización del festival le encargaba una o varias bandas de las que estar pendiente, un trabajo que desempeñaban de forma individual.

“Me daban de alta en la Seguridad Social por la mañana y me daban de baja por la noche. ¿Que es un rollo? Ya. Pero la culpa es mía por haberme fiado de una empresa así. Me pasa por lista”, dice la asistente, que reconoce que su trabajo “no se paga como debería”.

La organización valora de forma positiva que los asistentes “sepan inglés”, tengan “carnet de conducir” y sean “espabilados y nos sepamos Madrid entero”, según Isabel. La trabajadora también asegura que, por un problema con uno de los jefes, no le han vuelto a llamar para colaborar en otros festivales.

“Me dijo que yo había hecho una cosa y yo no había sido. Se confundió de persona y yo le contesté”. Días más tarde, “uno de los controladores me dijo: 'te tengo que comunicar que estabas cogida [para el Mad Cool] pero se ha dicho que tú no'”.

"Días más tarde, uno de los controladores me dijo: 'te tengo que comunicar que estabas cogida [para el Mad Cool] pero se ha dicho que tú no'"

No es la primera vez que los festivales de verano salen a la palestra por haber sido acusados de malas prácticas laborales. El año pasado, El Confidencial daba voz a tres camareros de la barra del Festival Internacional de Benicasim, que denunciaban jornadas de más de catorce horas y unas instalaciones penosas para descansar. “Te ibas a dormir sobre las seis y media o siete, al finalizar tu turno, pero a las nueve ya era imposible pegar ojo por el sol, el calor y el ruido”, alegaron los jóvenes.

Los trabajadores informaron también de que no tenían descuentos para comer en el recinto y apenas disponían de media hora para tomarse un bocadillo. En el caso del Mad Cool y del Download, las trabajadores también denuncian que no se cumplían los tiempos de descanso y, en algunas ocasiones, los coordinadores se olvidaban de dar los tickets de comida al personal, así que lo pagaban de su propio bolsillo. “De tres días de festival, solo uno me dio ticket. Encima, se podía canjear en una única caseta de comida y parecía que te estuvieran regalando las sobras”, dice Miriam.

El caso más extremo en las contrataciones en los festivales de música ocurre cuando las empresas no dan de alta en la Seguridad Social a los trabajadores. 18 días después de que terminase uno de los festivales celebrados este verano, un trabajador ha descubierto que sus días de trabajo no aparecen en el certificado de vida laboral, con lo que no le habrían dado de alta en la Seguridad Social.

La realidad de los “festivales pequeños”

Pese a la mala experiencia de este año, Blanca ha trabajado en otros festivales y asegura que las cosas se pueden hacer de otra manera. El último ha sido el Resurrection Fest, que se celebró en Viveiro (Galicia) el pasado fin de semana. “Todo el mundo trabaja en equipo: Recursos Humanos, infraestructuras, producción técnica, producción artística, compras, prensa...”, dice.

“Yo llevaba el escenario principal y tenía una compañera que llevaba el escenario de bandas más pequeñas. Con nosotras estaban seis asistentes y dos becarios, más dos runners”, continúa Blanca. “Esto es totalmente distinto a los festivales grandes, donde si algo falla, le echan la culpa al de abajo, como me sucedió a mí”, explica sobre su experiencia.

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