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El amor gana

El amor gana

EFE

Santiago de Compostela —

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Faltan tres minutos para las once de la noche cuando Pablo Sax sube al escenario del compostelano Dado Dadá Jazzclub y su gran amigo Lokis empieza a presentarlo.

Cuenta como conoció a Pablo, cuando este tenía unos diecinueve años y tocaba el saxo en la calle, por las inmediaciones de la plaza del Obradoiro, donde Lokis le pedía que tocase “Summer time”.

Se recrean brevemente en anécdotas vividas con grandes del jazz como el saxo tenor Johnny Griffin, con quien Pablo Sax tocó en 1993 por azarosa mediación de Lokis. Músicos como el pianista Horace Parlan, con los que compartieron copas y conversación alrededor de las mesas del Dado Dadá, pues por esta pequeña sala han pasado los mejores.

Y para estar entre estos tiene méritos suficientes Pablo “Sax” F. Sinde. Por su virtuosismo, aunque poco conocido por el gran público, es uno de los más destacados referentes jazzísticos de la escena actual. Nació en 1967 en Holanda (donde habían emigrado sus padres) y se curtió como músico de calle, recorriendo la península y parte de Europa, mientras ha ido colaborando con grupos de rock-blues-jazz y diversos proyectos artísticos.

Como Pablo Sax Trío acaba de publicar el disco Amorgana, y quiso que el primer concierto fuese este (tiene ya previstas nuevas fechas en Santiago, A Coruña, Ourense...), el pasado martes, 5 de diciembre, en el Dado Dadá, porque el local ha servido de laboratorio de pruebas para los temas que componen el disco.

El resultado de un año de trabajo que ofrece una visión muy personal y estética del jazz contemporáneo, dejando volar la magia de la improvisación.

El día antes del concierto había fallecido el compositor valenciano Carles Santos, y Pablo Sax quiere comenzar dedicándole una pieza introductoria (al modo de la intro que en Amorgana dedica a Anthony Braxton).

Es conmovedor el silencio de la sala, mientras el músico crea un viento oceánico con el instrumento, a la vez que acaricia el metal con el anillo, explorando nuevos sonidos. Cuando termine la pieza recibirá, con cara de travieso, los merecidos aplausos.

En el segundo tema suben al escenario el contrabajo Pablo P. Sanmamed y el batería Sergio González, los otros integrantes del trío, los mismos que graban el disco, músicos excelentes.

El público, cómodamente distribuido por bancos y sillas, mientras Sabela y Carmen atienden el reclamo de las consumiciones, vibrará en varios momentos con la enérgica acometida de los tres músicos.

Así sucede cuando Pablo Sax coge el soprano, el saxofón que se salvó milagrosamente de un incendio en el escaparate de la tienda en Londres, y acometen con brío dos de las tres piezas con las que armó una especie de suite en homenaje a las Historias de Cronopios y de Famas de Julio Cortázar.

Después, le llega el turno a la pieza que da nombre al trabajo: “Amorgana”, dedicada a su compañera (la más atenta entre el público, como sabiendo que todo esto es por ella). Se inicia con el fraseo de esta palabra inventada y se va abriendo el tema más melódico, donde el artista muestra el lado más tierno, como tiene que ser una balada.

“Fun Killer” supone un punto de giro. Es una pieza funky, divertida, a pesar de la trágica historia que la motiva: una noche Pablo atropelló un zorro y se sintió un asesino. Jugó con el verbo galego “fun” (“fui”) y “asesino”; descubrió más tarde la historia del payaso asesino y ganó sentido la ambientación negra.

En la presentación alude a ciertos personajes, “hombres con corbata que nos están jodiendo la vida”, a la hora de ejecutar órdenes o políticas que llevan a situaciones duras y desesperadas.

Deudor del estilo de Steve Lacy, del que incluso recibió dos clases en privado en 1997, Pablo Sax le dedica una sincera elegía. El público está tan a gusto que alguien pregunta en voz alta si se puede fumar. “Yo sí os dejo, pero no os deja el gobierno. A ver si aprendéis a votar”, bromea el músico antes de mostrar la radio con la que jugaba siendo un bebé en Holanda.

“Esta radio era mi modo de comunicación con el mundo”. En las ondas hertzianas holandesas escuchaba música diferente a la que se escucharía en España. “No tengo recuerdos exactos, pero me imagino que artistas libres como Jimi Hendrix tendrían allá el eco que aquí no tenían”. Se refiere al contraste entre un país democrático y una dictadura que agonizaba, cuando lo mandan a estudiar a Galicia.

“Estuve siete años interno ahí al lado, en el colegio Peleteiro. Cuando se inauguró el Dado Dadá, en 1980, aún yo estaba ahí”. Por eso no extraña que se respire tanta libertad en su obra.

También vuela libre la imaginación de los presentes con la última pieza que interpretan (fueron solo la mitad de las que componen Amorgana), “Alí Babá”, nacida en un viaje a Marrakech y dedicada a Juan Goytisolo. La gente acompaña con la cabeza, sonriendo, los sonidos arabescos que hacen más hermoso el recogimiento del local.

Ya lo había advertido Pablo Sax, antes de la despedida: “Alí Babá tenía un tesoro. Espero que con este disco y vuestra compañía consigamos un pequeño tesoro, que es seguir tocando y viviendo”.

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