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Un viaje a la hípica más barroca por la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre

EFE

Lisboa —

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El refinamiento barroco del siglo XVIII se mantiene vivo en la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre, desde la que se viaja al pasado para recuperar el pasatiempo favorito de la nobleza de la época, la equitación.

Los complementos, los trajes y la propia raza equina utilizados en Portugal durante la época son los principales elementos que preserva la entidad, creada para este mismo fin en 1979.

La Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre es “la continuación de lo que fue la academia ecuestre creada por D. João V en el siglo XVIII” y tiene como misión “la divulgación del arte ecuestre en los moldes” de esa era, dijo a EFE su director, el teniente coronel Paulo Candoso.

Recuerda Candoso que fue precisamente el rey João V -que reinó entre 1706 y 1750- quien instauró las costumbres ecuestres de la época en Portugal, para satisfacer la pasión por montar de su nueva esposa, Maria Ana de Austria.

Con ese propósito, el monarca luso creó una academia dedicada al adiestramiento de los caballos, usando ese aprendizaje no como preparación para una guerra, sino para el “disfrute de los caballeros de la corte”, según Candoso.

Las costumbres perfeccionadas durante su reinado son precisamente las que la Escuela conserva con la raza Lusitana, considerada como una de las referencias de la equitación y del toreo portugueses.

Según el director de la Escuela de Arte Ecuestre, el caballo pura sangre lusitano tiene características “únicas” que lo convierten en ideal para este tipo de arte hípica.

Está considerado “un caballo dócil”, “robusto” y “muy permisivo”, características con las que es “muy fácil (...) hacer este tipo de ejercicios”, muchos de ellos con un elevado nivel de complejidad.

La Escuela recibe los caballos ya con 4 años, todos procedentes de las Caballerizas de Alter Real, entidad fundada en 1748 por el ya citado rey João V.

Una vez en la Escuela, los caballos pasan por un largo período de aprendizaje, de unos 6 años, solo para llegar a la enseñanza superior, en la que aprenden las complicadas técnicas de la era barroca.

Entre esas técnicas, se encuentran por ejemplo la “levada”, que es cuando el caballo se suspende apoyado en las patas traseras, llevando las frontales a su vientre, o la “capriola”, un gracioso salto en el que el caballo extiende sus patas traseras en pleno aire.

Ejercicios como esos forman parte del grupo de técnicas designadas como “ares altos”, considerados el máximo exponente de la equitación de ese estilo barroco.

La institución tiene sede en los lujosos jardines del Palacio Nacional de Queluz, a las afueras de Lisboa, donde se hace la instrucción básica de los caballos, aunque es en el Picadero Henrique Calado, en el señorial barrio lisboeta de Belém, donde la escuela se muestra al público.

En ese picadero se hacen semanalmente los entrenamientos y las galas de exhibición, ambos abiertos a un público que es transportado a otra época.

Todas las exhibiciones públicas se hacen de acuerdo a lo establecido en el siglo XVIII, desde la música barroca que acompaña los ejercicios hasta la vestimenta de los caballeros de la escuela.

Sus trajes de gala consisten en una camisa blanca por debajo de las casacas largas de terciopelo color burdeos, decoradas con dorados, y como complemento, un tricornio negro en el que se encuentra el escudo de armas del rey João V.

Además de varias presentaciones a nivel nacional, la Escuela realiza también actuaciones en el extranjero y para el próximo año tiene ya previstas varias en distintos países, entre ellos España.

Considerada Patrimonio Nacional, el próximo objetivo de la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre pasa por la designación de Patrimonio Mundial y, en un futuro, por la de Patrimonio de la Unesco.

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