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Un buen drama sureño revive a los muertos

Joe, la nuea película de David Gordon Green

Pedro Moral Martín

Si Dickens hubiera nacido en la orilla del Mississippi podría haber escrito un libro como el de Larry Brown. Joe se titula la novela y Joe también se titula su adaptación cinematográfica llevada a cabo por David Gordon Green, un director que, después de intentar agradar con comedias desesperadas como Superfumados o Caballeros, princesas y otras bestias, ha regresado a sus manías indies con sus dos últimas películas, Prince Avalanche y la que nos ocupa. Pero el logro de Gordon Green no es haber llenado la pantalla de postales del sur del país, de sus vías de tren, de sus pantanos, de sus bosques, de sus porches, de sus putas o de sus borrachos… su gran mérito es haber domado a Nicolas Cage.

El personaje que interpreta este actor que desde hace tiempo se había convertido en una parodia de sí mismo es uno de los mejores de su carrera. Es un expresidiario de mirada tranquila que se refresca la garganta mezclando bourbon y Coca-Cola, que vive al límite, odia a la autoridad, se encariña con las prostitutas y se debate constantemente entre implicarse o no en un mundo cruel que le rodea y asfixia.

Qué tendrán las barbas, las camisas de cuadros o las botas de cowboy que provocan un efecto casi milagroso en los actores norteamericanos. Nicolas Cage ha pasado décadas pasándose de rosca, exagerando y salpicando saliva al hablar y por si fuera poco un día le da por incendiarse la cabeza para interpretar a ese estúpido motorista fantasma. En YouTube hay un vídeo donde están recogidos algunos de los momentos más histriónicos del actor, Nicolas Cage Losing His Shit.

Pero entonces se pone en la piel de este paleto yanqui y se convierte en un actor comedido y de mirada tranquila. La furia sigue estando pero está perfectamente contenida hasta que se evapora, se condensa y cae en forma de ternura y compasión por ese niño maltratado al que ha puesto cara Tye Sheridan, el otro protagonista del filme.

El género del drama sureño nunca ha estado tan presente, tanto en la cara A como en la cara B de la industria. Y es un hecho que sirve para devolvernos a tipos como Cage o descubrirnos a diamantes como Sheridan, el niño de El árbol de la vida que poco después Jeff Nichols colocó en Mud, otro drama con aventuras rurales que transcurre en una isla del Mississippi en la que dos chicos descubren a un fugitivo.

El prófugo es Matthew McConaughey, ese actor de comedias tontas que hace dos años se puso serio. Sus primeros papeles de valor los obtuvo, adivinen, en varios relatos sureños: Mud es uno de ellos, El chico del periódico es otro y por supuesto la película que le dio el Oscar, Dallas Buyers Club.

Sudor y whisky, sexo y violencia

En esta época en la que los westerns han sido sustituidos por las películas de Marvel -el Grupo Salvaje son ahora los Guardianes de la Galaxia- y el cine negro solo existe si es de autor, este nuevo género lleno de sudor y whisky, sexo y violencia, ciénagas y botas de cowboy reina en primera línea de la industria, como en el caso de Dallas Buyers Club o No es país para viejos, y también nutre el mejor cine independiente, como es el caso de Joe o Black Snake Moan. Y lo mejor de todo es que sean mejores o peores películas, siempre hay un gran realizador detrás, una perla de la interpretación por pulir o una vieja gloria que busca renovado reconocimiento.

El drama sureño no tiene un argumento definido, puede hablar de malos, de buenos o de perdedores, puede tratarse de aventuras o de dramas románticos, puede ser un retrato social o un cuento sobre la entrada a la madurez. En Martha Marcy May Marlene se diseccionan los pros y los contras de vivir recluido en una idílica secta frente a las ventajas y desventajas del acogedor hogar familiar. Nada es bueno para Martha, la chica interpretada por Elizabeth Olsen, otro descubrimiento que este género ha hecho por nosotros. Y la cadena continúa porque Olsen compartía escenas con ese actor tan flaco y tan magnético llamado John Hawkes, que es uno de los presentes en Winter’s Bone, un drama que transcurre en los montes de Missouri y que descubrió al mundo a la actriz y actual princesa macarra de Hollywood llamada Jennifer Lawrence.

El género también sirve para retratar con un increíble lirismo un mundo mágico y aislado con animales salvajes que vuelven de sus tumbas el día en el que todos los diques se hunden. El apocalipsis privado de una niña de seis años que se titula Bestias del sur salvaje y que con cuatro nominaciones a los Oscar puso en órbita al realizador Benh Zeitlin.

La televisión se apunta a la moda y el sexo tarda en llegar

Antes de que empiecen a fluir las adaptaciones de Cormac McCarthy o William Faulkner, el género sureño ya ha entrado en la televisión por cable. Primero fue Treme, la segunda aventura de David Simon, una crónica de la vida en Nueva Orleans antes y después de que el Katrina arrasara con todo. Y luego llegó ese hit televisivo titulado True Detective, donde Matthew McConaughey (sí, él otra vez) y un superior Woody Harrelson interpretan a dos hombres de alma quebrada que persiguen a un morboso asesino en serie.

Sudor y sexo sobra en la serie dirigida por Cary Joji Fukunaga, pero no es precisamente el thriller sexual el tema con más suerte dentro del género. Braig Brewer lo intentó con Black Snake Moan, la historia de un bluesman que ata en su casa a una adicta al sexo con el objetivo de curarla. Una perturbadora historia protagonizada por Samuel L. Jackson y Christina Ricci que llamó muy poco la atención. No hubo redención para ninguno de los actores.

Más adelante Michael Winterbottom quiso revolver el estómago con su neonoir sexual titulado El demonio bajo la piel y protagonizado por Casey Affleck y Jessica Alba, pero le salió demasiado sangriento. Lee Daniels es uno de los últimos en probar suerte con El chico del periódico pero esa especie de masturbación a distancia no funciona tan bien como debería.

Se echa de menos algo más de sexo como el que tenían Kathleen Turner y William Hurt en Fuego en el cuerpo. No es suficiente con una felación a Nicolas Cage hecha deprisa y corriendo mientras su perro desgarra a otro perro en un mundo donde los hombres también se comen unos a otros.

Aun así queda demostrado que la Norteamérica rural fascina a realizadores, actores y espectadores. Y precisamente tanta fascinación provoca el surgir o resurgir de estrellas como Nicolas Cage o Matthew McConaughey. Dios bendiga al drama sureño.

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