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Unas navidades obligatoriamente felices serán tu peor pesadilla

Houppeland

Belén Remacha

Imaginen que estos días de villancicos, cenas familiares y luces de colores todos debiésemos ser felices por decreto ley. Que la normativa limitase nuestra dieta a pavo asado y castañas. Que el Gobierno nos obligase a adorar los regalos de Nochebuena de nuestro cuñado. Es más, que estuviese prohibido bajo pena de cárcel “regalar mierdas”. E incluso estornudar en público, no vaya a ser que provoquemos una epidemia de gripe que agüe las fiestas a nuestros conciudadanos. Algo así como Un mundo feliz en plenas pascuas. Una distopía navideña.

Este escenario presentó el dibujante y escritor francés Didier Vasseur, más conocido como Tronchet, en Navilandia, con el que ganó el Grand Prix De L'Humoir Noir 1998. España, a la vanguardia: casi veinte años ha tardado en llegar a nuestro país. Lo ha hecho en 150 páginas y 8 episodios a todo color a cargo de la editorial barcelonesa La Cúpula. Se trata de una novela gráfica que, en su día, Aire Libre publicó en Francia dividida en dos partes y con el título de Houppeland, un término intraducible que hace alusión a la ropa de Papá Noel.

Navilandia, no se equivoquen, no es una crítica a estas fiestas, sino una sátira social y política. Eso sí, no falta la historia de amor y el 'héroe'. El cinismo de la sociedad es un tema recurrente en el trabajo de este autor francés de referencia. En el cómic que nos atañe lo hace mediante una revolución contra la imposición de los turrones y las guirnaldas que supuso su salto del gag al relato largo. Pero antes, y después, también lo hizo a través de sus personajes de BD más célebres: Jean-Claude Tergal y Raymond Calbuth.

La Dictadura de la Alegría

La versión en español incluye una entrevista con el propio Tronchet, en la que explica algunos de los aspectos de la obra que se esconden bajo capas de humor: “en todos los regímenes autocráticos, los dictadores (Ceaucescu incluido) han impuesto sus obsesiones, su ego... Me divierte mucho imaginar que las malas relaciones entre una madre y su hijo, en una época determinada de sus vidas, pueden producir treinta o cuarenta años más tarde unos sistemas políticos abominables”.

Con una ambientación inspirada en los años 40 y mucho humor negro, esta es la Dictadura de la Alegría. Un universo en el que la policía se convierte en la Brigada de Amigos Juerguistas y todos los rebeldes son enviados a campos de buen humor, donde tienen que limpiar los restos de confeti y como castigo se baila el baile de los pajaritos. “Eso provoca un choque entre un universo abominable, el de la guerra, y el de la fiesta, que a mí me parece casi igual de abominable”, explica Tronchet en la entrevista incluida.

Un sistema que dura todo el año

Navilandia comienza el día de Nochebuena pero no termina el 6 de enero, ni mucho menos. Tampoco se limita a la temática navideña. Es un sistema que se alarga durante todo el año y que controla a la población mediante las fiestas de guardar. De hecho, el escritor también cuenta que la idea viene de muy atrás, cuando su madre le regañaba de adolescente por poner música alta el Día de Todos Los Santos. “Pero, mamá, en la Fiesta de los Muertos ¡está la palabra fiesta!”, le respondía él. Así que, tirando de las fechas establecidas del calendario y los comportamientos vinculados a cada una, surgió el germen de Navilandia.

La aventura de René Poliveau y Arlette Champagne, los protagonistas, es así apta para todos: tanto para 'grinchs', a los que les dará todavía más motivos para odiar estas fechas, como para amantes de la Navidad que sepan reírse de sí mismos. Disfrutable en toda época del año. Como dice el presidente de esta peculiar república en unas páginas de periódico que abren la historia, “los amargados y los aguafiestas son unos niñatos mimados que se hacen los finolis”.

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