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“Solo un zar fue derrocado por el pueblo, al resto los mataron sus amigos y familiares”

Simon Sebag Montefiore, autor de 'Los Románov'

Marta Peirano

Antes de escribir las grandes biografías de Catalina la Grande, el joven Stalin y la ciudad de Jerusalén, Simon Sebag Montefiore ha sido banquero, corresponsal de guerra y presentador de televisión. Hoy estaba en Madrid presentando su opera magna, dedicada a la gran saga de Los RománovLos Románov, un libro monumentalque vive a medio camino entre Juego de Tronos, Yo, Claudio y House of Cards.

Antes de nada, ¿cuánto ha tardado en escribir este voluminoso libro?

Tres años. Pero sin hacer ninguna otra cosa, dedicándole todo el tiempo del día.

Después de escribir Llamadme Stalin y Catalina la Grande, ¿qué le hizo lanzarse al resto de los Románov?Llamadme StalinCatalina la Grande,

Primero quería escribir sobre por qué Rusia es lo que es ahora, cómo llegó a donde está. Quería entender por qué Putin es como es. Y muchas de sus jugadas son puro Románov: Ucrania, Serbia, lo de querer volver a hacer de Rusia un gran imperio. Autoridad de puertas adentro, prestigio de puertas afuera. Todo eso lo hereda de este periodo.

Y de los bolcheviques.

Exacto. Putin es como un híbrido de las dos cosas, por eso me resulta un personaje tan interesante, después de haber escrito sobre Stalin y los Románov, un hijo de ambos. Hay un capítulo al final que explora en más detalle los dos tipos de líderes que ha habido en Rusia, el zar y el bolchevique.

La cuestión es que nadie sabe mucho de estos personajes. Todo el mundo conoce a Catalina la Grande pero los otros 20 son completos desconocidos para el público general. Y es bonito recrear momentos históricos que todo el mundo conoce bien -1812, 1917, 1914, etc-, pero desde el punto de vista ruso. Es una saga muy emocionante.

Emocionante y sangrienta. Todo empieza cuando Iván el Terrible, el primer zar de Rusia, asesina a su propio hijo.

Eso es. Iván asesina a su heredero y, cuando muere, llega el caos. La única solución posible es un sobrino-nieto de su primera esposa Anastasia Románovna, la más importante, y así empieza en Rusia la saga de los Románov.

Pero Miguel I de Rusia fue un poco como Claudio en el Imperio Romano, un líder que sobrevive, no por ser el más fuerte sino, precisamente, gracias a su debilidad.

Era un candidato improbable, pero le eligieron porque era puro. Un poco como el Rey David, en la Biblia, cuando el sumo sacerdote le elige como rey de los judíos. Miguel tenía 16 años y era un niño bello, sumiso, manso, que no había pecado contra nadie aún. El resto había conspirado, había asesinado, se había cambiado de bando tantas veces que estaban manchados sin remedio. Su madre y él hicieron todo lo posible para que no lo coronaran, pero al final era el único candidato posible. Él representaba la pureza del nuevo Estado ruso y de la Iglesia. No tenía enemigos.

Después de estudiar 300 años de Románovs, ¿cuál es su favorito?

Yo creo que Alejandro II (zar de 1881 a 1894) es mi favorito. Para empezar, fue un gran reformista; antes de que lo asesinaran estaba tratando de dar a Rusia una Constitución. Después, porque era el menos arrogante, el menos brutal de todos. Y ya por último, porque tenía una vida amorosa fascinante. Sus cartas eróticas, y hay más de mil, son las cartas más explícitas escritas por un político en toda la historia del mundo.

Además esas cartas fueron parte de un intercambio reciente de rehenes entre dos grandes archivos.

Sí, el clan Rothschild se las cambió al Archivo Estatal de Rusia por unos documentos sobre el origen de su familia, que los rusos se habían llevado de Berlín en 1945. Fue hace solo diez años, así que nadie las había usado aún. Han sido una gran fuerte de entretenimiento para mí, porque son muy románticas pero también políticas. Todo es político cuando al menos uno de los amantes es jefe de Estado (risas). Y bastante escandalosas. Si las llego a poner enteras, me habrían prohibido el libro (risas).

Y han contribuido bastante a que la gente compare su libro con Juego de Tronos: política, asesinatos y sexo. El pack HBO al completo.Juego de Tronos

¡Pero es que era así! Por supuesto que había también un montón de burocracia aburrida, pero una familia que tiene el poder absoluto tiene estas cosas. Solo hay que mirar a los Gadafi, a los Saddam Hussein. En una familia, el poder supremo conduce a la depravación, la locura y el desastre.

¿Qué familia actual se les parece más?

Los césares romanos serían lo más cercano. Pero actualmente es raro que haya monarquías absolutas hereditarias de este tipo. Está Corea del Norte o el segundo presidente al-Asad, en Siria, pero estos son gobiernos hereditarios. Que no es un concepto tan extraño en Occidente: ya ha habido dos Bush y pronto habrá un segundo Clinton (si hay suerte). Pero no hay nada que se parezca a los Románov, también porque no hay nada que se acerque a la escala de Rusia.

Salvo Putin, que quiere ser su heredero. ¿A qué Románov se parece?

Yo diría que es un Nicolas I, el zar que perdió la guerra de Crimea. Pero antes de eso tuvo mucho éxito promocionando el poder ruso entre el resto de los grandes imperios europeos. Putin se promociona a sí mismo y su Gobierno usando los mismos ideales: nacionalismo, ortodoxia, imperio, autocracia. Sus programas son muy parecidos. Y la comparación no es odiosa porque al final los Románov son políticos como Putin. ¡Como Trump! (risas). Putin quiere convertir Rusia en un gran imperio y en muchos aspectos lo está logrando, pero el precio es un país esclerótico, en cuanto a la economía, la burocracia, etc. Pero él tiene un gran sentido del espectáculo.

Esto explica sus vacaciones cabalgando osos y cazando sin camiseta por la estepa siberiana mientras sus homólogos occidentales juegan al golf y pasean en yate.

Las mujeres rusas encuentran todo eso extremadamente sexy, muy erótico, toda esa masculinidad. Deberías ver lo que pasa cuando hace estas entrevistas populares, las barbaridades que le dicen. Pero es una manera de proyectar poder físico que Pedro el Grande habría entendido perfectamente. Él no tenía televisión, pero sabía cómo interpelar y dominar a la opinión pública. Es una habilidad imprescindible para un político en cualquier sistema.

Ellos lo tenían más fácil. Según cuenta, los Románov eran enormes.

¡Eran gigantes! Literalmente más grandes que la vida misma. Y era una de las claves de su éxito, por eso Putin trata de proyectar una estatura física. Ellos eran además extraordinariamente atractivos, lo cual es suerte pero no tanto, porque para eso elegían cuidadosamente a sus esposas. Se casaron con los Württemberg, que eran muy altos y apuestos. Y desde pequeños se entrenaban para imponer esa presencia, llevar el imperio en las venas, proyectar la fuerza rusa en el resto del mundo. Putin trata de hacer eso, aunque ya no tiene la ayuda del Ejército y los uniformes.

Desde la perspectiva de su pasado, ¿cómo ve el futuro de Rusia?

Yo creo que va a seguir como está durante mucho tiempo. Una de las particularidades de Rusia es que resulta muy difícil establecerse como un autócrata, ganarse ese tipo de autoridad. Pero una vez la tienes, y controlas todas las herramientas del Estado, es muy difícil acabar contigo. Resulta casi imposible derrocar al poder absoluto. Por eso creo que nos quedan al menos otros 15 años de Putin.

Según las encuestas, es bastante popular. ¿Piensa que entregará el trono a un heredero (o heredera, puesto que tiene dos hijas) a la manera de los grandes zares? ¿O podría enfrentarse a una revuelta popular?

La única manera de librarse de Putin es un golpe de Estado dentro de palacio, y así es como la mayor parte de esta saga fueron “destituidos”. Solo un zar fue derrocado por el pueblo, al resto los mataron sus amigos y familiares. Es lo mismo con Putin: es más fácil que caiga por su mano derecha que por la voluntad del pueblo.

¿Cómo es eso de matar a tus propios hijos?

Pasa todo el rato en las grandes monarquías imperiales, Abbas Mirza del Gran Irán, Constantino el Grande en el Imperio Romano, Solimán el Magnífico y los otomanos... podría seguir hasta el infinito. Toda esa gente mató a sus hijos. ¡Herodes I el Grande mató a tres! El problema con las monarquías es que los hijos quieren heredar el poder y los padres no quieren soltarlo. Al final, alguien tiene que irse y no puedes sacar a nadie de manera pacífica, así que los matas. La monarquía absoluta no es una buena receta para la armonía familiar.

Ha escrito grandes libros sobre Stalin, Catalina la Grande, los Románov y Jerusalén. ¿Qué efectos ha tenido convivir con gente tan intensa?

Es verdad que son impactantes, pero ninguno me ha afectado tanto como Stalin. Hay algo tan siniestro y oscuro en Stalin que soñaba con él por la noche y lo pasaba muy mal. Jerusalén también me resultó más difícil de escribir, porque la historia es tan reciente. Me preocupaba mucho hacerlo bien, contarlo bien.

¿Le preocupaban las consecuencias de equivocarse o de ser imparcial?

Sí, me preocupó mucho que se viera imparcial, pero no ha ocurrido.

¿Cómo lo consiguió?

Haciendo lo que hago siempre con mis libros: entérate de lo que pasó y cuéntalo sin tratar de contentar a nadie. Cuando lo terminé, se lo di a varias personas en Palestina y Jerusalén para que lo leyeran. Todos pusieron notas pero, al final, decidí no cambiar nada. Creo que fue una buena decisión.

Creo que su siguiente libro debería ser sobre Putin, “el último Románov”.

Yo también lo he pensado. Pero me doy cuenta que nunca sabremos tanto sobre nuestra era como lo que sabemos de tiempos pasados. Parece que lo sabemos todo de nuestros políticos porque están todos esos correos y mensajes, comunicados, entrevistas, programas de TV, etc. Pero nada de esto explica cómo toman decisiones, ni te habla de sus relaciones, de su vida íntima, de cómo el poder fluye a través de sus vidas. Mi libro cubre de 1500 a 1930, cuando todos escribían esas largas cartas y en ellas está todo lo que necesitas saber. Nunca conoceremos de manera tan íntima al primer ministro británico, al presidente de España o a Putin.

Extraña cosa decir eso en la era de la vigilancia masiva.

Ya, pero no todo se graba y, de lo que se graba, cada vez más es destruido. Todo se perderá. Nunca sabremos nada.

¿Cree que esta saga será tan útil para un político como las grandes sagas shakesperianas; los Enriques, los Ricardos, etc?

¡Espero que sí! En realidad lo he escrito con esa intención y por eso está lleno de pequeñas instrucciones y consejos. Todos los políticos que conozco me dicen que lo han leído como un manual.

¿Por ejemplo?

No me gusta dar nombres pero mi Catalina la Grande fue leída por Putin y por George W. Bush. No creo que les ayudara mucho (risas). La mayor parte de los políticos que conozco se quedan pillados con algún detalle, cómo aquel solucionó tal problema o resolvió aquella crisis. Luego hubo un político que no voy a nombrar pero que vino a cenar a la embajada en Londres y me llevó aparte para preguntar aspectos muy específicos sobre las amantes del príncipe Potemkin, si le gustaba esto y lo otro, cómo hacía esto y lo otro.

¿Porque lo admiraba mucho?

¡Porque quería imitarlo! Potemkin es de esas personas que todo el mundo quiere imitar. Para empezar, fue el mejor ministro que tuvo Rusia durante los 300 años de Románovs. Pero es que además era tan cool que todas las grandes estrellas de la época, los Mick Jaggers de entonces, todos querían ser como Potemkin. Era una estrella del rock, y al mismo tiempo un gran ministro.

Igual que los de ahora.

Igualito.

Para despedirnos, recomiende tres libros para entender la Rusia de los Románov.

Más que biografías, creo que Rusia se entiende mejor a través de sus novelas. Yo recomendaría las historias de Isaak Bábel, Odessa y la Caballería Roja. Recomendaría Oneguin de Alexander Pushkin y Hadzi Marat, de Tolstoi, que es una historia corta sobre la supervivencia y la guerra.

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