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La cineasta franco-libanesa Jocelyne Saab aboga por la resistencia cultural frente a los conflictos

La cineasta franco-libanesa Jocelyne Saab aboga por la resistencia cultural frente a los conflictos

EFE

Beirut —

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La prestigiosa cineasta franco-libanesa Jocelyne Saab apuesta por una resistencia cultural frente a los conflictos, entre ellos el que atraviesa su país, porque el séptimo arte tiene el poder de dar “una bofetada y despertar conciencias”.

En una entrevista con Efe en Beirut, Saab asegura que una película puede “desplazar el tema de conversación e invitar a la reflexión”, y eso es lo que busca en tiempos convulsos como los actuales con un festival de cine diferente.

Para “salvar al Líbano de la deriva”, la directora de la premiada película “Dunia” (2005) organiza durante una semana la segunda edición del Festival Internacional de Resistencia Cultural, que se celebra hasta el 17 de noviembre simultáneamente en cinco ciudades del país: Beirut, Trípoli, Tiro, Sidón y Zahle.

“Desde el término de la guerra civil libanesa (1975-1990) me di cuenta de que iban a reconstruir el Líbano con piedras, pero no con la cabeza, el corazón y el espíritu, sin reflexionar sobre lo sucedido, como si no hubiese existido”, comenta Saab.

Esto llevó a la cineasta, de 66 años, a rodar su primera “película de memoria”, “Érase una vez en Beirut” (1996), que describe como “testigo de lo ocurrido y de lo que hubiéramos podido ser”.

Ahora ve de nuevo cómo “se ha perdido la noción y la identidad del país” en medio de los combates entre partidarios y detractores del régimen sirio, que se registran en varias zonas del Líbano y sobre todo en Trípoli.

“Desde hace algún tiempo, sobre todo desde el año pasado, observé que el Líbano va a la deriva y corre el riesgo de no existir más por el aumento del fanatismo”, agregó.

Por ello, con el festival invita a los libaneses a reflexionar sobre su pasado, su presente y sus posibilidades del futuro mediante historias de países que han sufrido la guerra, entre ellos el suyo.

Entre las películas proyectadas, hay de España, Francia, Alemania, Irán, Argelia, China, Túnez, Corea del Sur, Vietnam, Líbano, Serbia, Turquía y Alemania, que relatan la guerra, los problemas de la tierra y la propiedad, y la manipulación de los espíritus.

Es el caso de la española “La voz dormida” (Benito Zambrano, 2011), una historia de dos hermanas durante la guerra civil que muestra, según Saab, “la solidaridad entre las mujeres y el papel importante y activo que pueden desempeñar”.

“El cine puede dar una bofetada a todo el mundo para que se dé cuenta de que hay mujeres violadas en todas las fronteras, que no tienen derechos y que, incluso en el Líbano, no son respetadas y hay niñas que son vendidas”, precisó.

Saab considera necesario “despertarse y cesar de decir el otro y de mirarlo con desprecio”, porque -lamenta- el público libanés se “ha acostumbrado a ser pasivo, lo que es grave”.

Aunque reconoce que “no se puede cambiar la mentalidad de la gente en cinco minutos”, sí piensa que el festival puede servir como “un recordatorio y un toque de atención”.

La directora, que vive a caballo entre el Líbano y Francia, se muestra pesimista respecto al cine libanés, ya que no recibe suficientes ayudas.

“Hay escuelas de cine, pero las producciones son independientes, sobre todo documentales y cortometrajes, lo que es triste, ya que fuerza a los jóvenes a emigrar”, denunció.

Saab, economista de profesión y hace años corresponsal de guerra, ha realizado una treintena de documentales, muchos sobre conflictos, y cuatro películas.

Destaca, además de la citada “Dunia”, el cortometraje “Beirut, mi ciudad”, por el que recibió en 1983 la Espiga de Oro en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, y su primer largometraje de ficción, “Una vida suspendida” (1984), seleccionado en Cannes en la Quincena de los realizadores.

En la actualidad prepara un cortometraje sobre los refugiados y un largometraje mezcla de documental y ficción que narra la historia de dos mujeres pioneras de comienzos del siglo pasado.

Al margen del cine, Saab aboga por incluir ese mismo espíritu de rechazo a los conflictos en la educación de los niños, ya que -afirma- “se puede enseñar a contar con cerezas, manzanas y peras, pero cambia la perspectiva vital si se hace con obuses, granadas y revólveres”.

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