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Si no te gustaba la gentrificación, odiarás la plutocracia

London is changing, Duarte Carrilho da Graça

Lucía Lijtmaer

“Echo de menos Londres. Pero sé que la única manera de volver sería si ganáramos 100.000 euros al año y eso no va a pasar”, dice un ciudadano que se ha trasladado de Londres a Alemania. No lo dice, únicamente, sino que está impreso en un rótulo de diez por diez en medio de la capital británica. No es el único, otro cartel resume la decisión de un editor, tras mudarse a Brighton: “Nos fuimos a la costa y jamás hemos mirado atrás”. Los carteles, que pueblan la ciudad, son una iniciativa de Londonischanging.org, un proyecto investigación de la artista Rebecca Ross, para debatir el impacto económico y político en la cultura y la diversidad de Londres.

Las grandes megalópolis culturales –Londres, París, Nueva York, consideradas el espacio natural de las clases creativas– se han convertido en lugares de difícil acceso. Las cifras son evidentes: pese a la crisis económica mundial, el mercado inmobiliario de estas ciudades sigue subiendo. El favorecimiento de la compra en vez del alquiler, la proliferación del turismo sin control y el auge de los distritos financieros globales y las grandes fortunas -Londres concentró 72 nuevos millonarios solamente en 2014- ha modificado el hábitat de ciudades que eran consideradas el hogar de clases medias y pequeña burguesía.

La académica Saskia Sassen lo definía recientemente como una “destrucción gradual” en Financial Times: “Las nuevas geografías de la centralidad han dejado de lado divisiones antiguas, como las de norte/sur o democracia/dictadura. Los grandes empresarios y profesionales de Sao Paulo tienen más que ver con los de París y Hong Kong que con el resto de sus propias sociedades. Se han transformado en una plutocracia”.

¿Cuán real es está situación para los artistas que se mudaron a las grandes ciudades de sus sueños? Lo suficiente para que se hayan establecido negocios como Sitters Studio, una empresa neoyorquina que contrata a músicos y artistas para que hagan de niñeras de las nuevas élites de Manhattan. Por veinte euros la hora, resulta una buena opción en Nueva York, dónde las políticas de austeridad han recortado los presupuestos de cultura, muchas instituciones no obtienen el público deseado y la deuda universitaria crece sin cesar. Nueva York ya no es el destino favorito de un artista y una buhardilla algo imposible de conseguir por menos de 1.600 euros mensuales.

La situación no es complicada únicamente para las clases medias, claro está. Para los sectores más desfavorecidos, es directamente dramática: en Nueva York una de cada cuatro familias vive en albergues incluyendo a adultos con empleo. El 16% de los adultos que viven en un albergue tienen trabajo.

La concentración de riqueza en las ciudades no es necesariamente imparable, o eso piensan en París. Como parte de una campaña masiva de construcción de viviendas, el gobierno de la capital francesa anunció recientemente un plan para detener el desplazamiento de los ciudadanos que residen en los barrios del centro, relegados a la periferia o a salir de la ciudad. Para ello, el Conseil de Paris publicó una lista de 257 direcciones (que contienen más de 8.000 apartamentos) en los que la ciudad tendría un “derecho de veto” para excluir la compra, con el fin de favorecer las viviendas subsidiadas. Así, fortaleciendo el alquiler y previniendo contra la compra masiva de edificios por parte de grandes fortunas, se asegura que determinadas zonas sigan siendo asequibles para los residentes de rentas bajas y medianas.

El nuevo 'branding' ciudadano

Mientras las megalópolis tradicionales avanzan hacia la desigualdad, otras ciudades intentan aproximarse a la creación de negocio urbano a través de la resignificación de sus espacios. La agencia Agency Up There Everywhere diseñó recientemente una campaña para poner a Estocolmo en el centro de atención de los turistas del norte de Europa con el lema: “Estocolmo, la capital de Escandinavia”. Con la ayuda de 430 organizaciones de toda la región, utilizaron la marca “Capital de Escandinavia”, con gran éxito. La ciudad atrajo a más de 13 millones de visitantes que pernoctaron en 2014, un incremento del 3% por año según el Consejo de Promoción Turística de Estocolmo.

En una línea parecida, Tel Aviv encargó la creación de la marca Tel Aviv Start Up City: “Un hábitat natural para las empresas start up, que atribuye a una sinergia ganadora de la población joven, un ambiente creativo y un enfoque animado.” La ciudad, además, ha sido incluida como nuevo destino turístico gay, para lo que el gobierno ha invertido 186 millones de euros.

Estocolmo y Tel Aviv, las nuevas ciudades creativas. Nueva York, París, Londres, las nuevas ciudades aristócratas.

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