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“El viento se levanta”, el placer y la tristeza del último Miyazaki

"El viento se levanta", el placer y la tristeza del último Miyazaki

EFE

Madrid —

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Con joyas como “El viaje de Chihiro” o “El castillo ambulante”, el japonés Hayao Miyazaki se convirtió en el maestro de la animación y ahora, a los 73 años, abandona el cine con “El viento se levanta”, que llega hoy a las salas y que reúne poesía, delicadeza y sus dibujos brillantes y coloristas.

Un película en la que será de nuevo un placer ver el preciosismo del cine de Miyazaki, pero con el poso de tristeza que deja saber que es la última de sus creaciones: tras su estreno anunció su retirada del cine.

En “El viento se levanta” destaca el detallismo con que Miyazaki muestra el gran seísmo que se registró en 1923 en la región de Kanto, donde se sitúa Tokio, y que dejó más de 100.000 muertos.

Y la sutileza con la que cuenta la relación entre el protagonista, Jiro, un joven ingeniero, y Nahoko, la parte más poética del filme, que contrasta con la dureza y el realismo de la crisis que sufrió Japón en los años treinta y su participación en la Segunda Guerra Mundial.

Porque el protagonista no es otro que Jiro Horikoshi, el responsable del diseño del mítico avión caza Zero, utilizado por el Ejercito nipón entre 1940 y 1945 y con el que se bombardeó la base estadounidense de Pearl Harbour.

Pero, para matizar ese realismo que representa la guerra, Miyazaki ha mezclado la vida de Horikoshi con la del escritor Tatsuo Hori, que escribió la novela “El viento se levanta. Debemos tratar de vivir”, cuyo título el cineasta ha tomado prestado para el filme y que, a su vez, el autor copió de un poema de Paul Valéry.

Esos dos personajes reales han dado como resultado a Jiro, el protagonista de este último filme de Miyazaki, que provocó una fuerte polémica en el momento de su estreno en Japón.

La película fue considerada por algunos medios como una advertencia contra el anuncio del primer ministro conservador, Shinzo Abe, sobre una posible revisión de la Constitución pacifista de su país y fue tachada de izquierdista por no maquillar aspectos del pasado de Japón en la Segunda Guerra Mundial, que las autoridades actuales prefieren olvidar.

Unas acusaciones a las que Miyazaki contestó con una breve declaración: “Solo se puede estar horrorizado por la falta de sentido histórico y convicciones por parte de los principales líderes políticos”.

Y, aunque nunca lo ha reconocido, esta polémica tuvo mucho que ver con el sorpresivo anuncio de su retirada, que llegó en boca del presidente de los Estudios Ghibli, Koji Hoshino, durante la presentación de su película en el pasado Festival de Venecia.

Porque, pese a no viajar a Venecia, el maestro quería anunciar su retirada en la Mostra por la especial relación que ha mantenido con el festival, donde presentó “El castillo ambulante” en 2004 y “Ponyo en el acantilado” en 2008, y donde recibió un León de Oro por toda su carrera en 2005.

Unos días después del anuncio, Miyazaki afirmó que abandonaba la realización de películas para poder “ser libre y hacer algo diferente a la animación”.

“Han pasado cinco años entre mis dos últimas películas. La siguiente no la podría estrenar hasta dentro de seis o siete años, yo ya tendría prácticamente 80 y estaría agotado”, explicó el director de “La princesa Mononoke”, al asegurar que le ha ido costando cada vez más encontrar materiales para inspirar sus obras.

Y, con elegancia, no quiso referirse a si la polémica causada por su filme estaba detrás de su retirada de un trabajo al que se dedicó durante más de cuarenta años.

Comenzó dibujando para series míticas de los setenta, como “Heidi” o “Marco,” pero su debut como realizador se produjo en 1979 con “El castillo de Cagliostro”.

En 1982 inició el trabajo para rodar el cómic de corte épico “Nausicaä del valle del Viento”, que se estrenaría en 1984 y le convertiría en una celebridad del cine de animación.

Un año después fundó los Estudios Ghibli junto al también realizador Isao Takahata y al productor Toshio Suzuki, de donde salieron todas las producciones de Miyazaki, caracterizadas por una cuidada producción y con mucha atención a todos los detalles, incluida la música, principalmente la de Joe Hisaishi, uno de los símbolos de su cine.

Sus trabajos, pensados tanto para niños como para adultos, tienen mucho de mitología japonesa y de magia. De puro “poema visual”, como fue calificado “El viaje de Chihiro” (2002), con la que ganó el Óscar y el Oso de Oro de Berlín.

Y el secreto de toda su obra se resume, en palabras de Miyazaki, en “pensar, pensar y pensar”.

Alicia García de Francisco.

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