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“Estoy harta de que tengamos que decir que somos feministas con la boquita pequeña”

Ilustración de la portada de Partir, de Lucía Baskaran

Belén Remacha

Lucía Baskaran se ha tatuado la palabra ‘Partir’ en su clavícula izquierda. No le gusta que le pregunten ni por ese ni por cualquiera de sus otros muchos tatuajes; no tienen una razón, se los hizo, sin más, porque le gustaban y le liberaban. Igual que le gusta y le libera escribir.

Pero ‘partir’ no es un tatuaje más. ‘Partir’ es romperse y es irse. Y es también el título de la primera novela de una donostiarra de 28 años que a los 17 se vino a Madrid a estudiar interpretación y se llevó el gran golpe. Exactamente lo mismo que le pasó a Victoria, su protagonista.

¿Partir es tu historia?Partir

Partir es una novela de autoficción, lo cual no quiere decir que sea autobiográfica. Parte de experiencias vitales que ficciono. Es una novela sobre hacerse mayor. Y antes no me molestaba mucho lo de generacional, porque entiendo que hay rasgos comunes con otros escritores de mi generación, pero ahora me fijo y me doy cuenta de que lo de generacional sólo se aplica a escritores jóvenes. Si una chavala menor de treinta años escribe algo, es para las chicas de su generación. Y yo no pienso en que estoy escribiendo para, por ejemplo, chicas de 15 a 30 años. Si un señor escribe un libro en primera persona a nadie se le ocurre decir que es generacional, masculina, para hombres. Generacional puede serlo todo.

¿Para quién es tu novela?

Mi novela cuenta cosas fuertes, hay humor, pero habla de drogas, de sexo, y claro… Me escribieron tres periodistas hombres para decir que no se habían leído la novela por pereza, “28 años, una tía, generacional, este dibujo”… Y luego les había sorprendido. En mi caso además está la portada, que a mí me gusta, pero da la impresión de que vas a encontrar algo naïf.

Los tíos parece que sólo leen a señores. Lo que escribe un tío es lo universal. Lo que escribe una mujer, o una chavala, ya no te digo si es menor de 30 años, parece que es sólo para chicas. Me gustó una cosa que decía Ben Brooks: esto es un libro para leer, no va dirigido a nadie. Por qué no puede interesarle a un señor mi libro. Yo leo sobre rusos de hace 80 años. Esta cosa de “es para mujeres” me pone un poco de los nervios. Pero sigue pasando. Qué le vamos a hacer, a todo el mundo no se puede llegar.

La historia de la vida en Madrid de Victoria sí que parece muy personal.

La llegada a Madrid, más o menos, es como la viví. Yo venía como se viene a Madrid con 17 años, con pájaros en la cabeza, con unas ideas sobre la interpretación. Y me llevé un disgusto, pero es el disgusto de hacerse mayor, que cada uno lo vive a su manera. El darte cuenta de que toda esta mierda neoliberal de que puedes llegar a lo que quieras con trabajo y esfuerzo no es verdad, de que no tienes tanta capacidad de decisión por muy buena que seas o que no seas.

¿Lo de que invitaste a cenar al dependiente de la librería es real?

Ese era el plan. Lo que hubiera hecho de tener valor. Pensé que ya que no lo hice yo, que lo haga mi personaje. Ya que yo era tímida, quería que mi personaje no lo fuese.

¿Te sientes parte de una corriente de novelas feministas?

Yo no sé si describiría Partir como feminista. Me parece guay si se lo pone otro el adjetivo, pero yo no lo escribí pensando en escribir un libro feminista. El Test de Bechdel lo pasa, sí. Entiendo que se me pregunte porque yo con todo mi coño he puesto en mi biografía que soy feminista radical. Pero eso yo. Y sí lo puse con una intención: creo que hay que reivindicar la palabra porque desde el otro lado de la franja se nos da caña, se tergiversa. Estoy harta de que tengamos que decir que somos feministas con la boquita pequeña. Lo quiero decir porque ser feminista mola y hay que hacer que mole.

Pero eso yo. Victoria, mi protagonista, descubre el feminismo en la novela, pero no era esa la intención primera. Es un personaje además que cae mal. Un periodista me la calificó de misógina, por la relación que tiene con los otros personajes femeninos. Así que cada uno… Eso, que le pongan otros los adjetivos.

Sí narras una violación, pero no una violación como se suele entender. No es una violación en un callejón oscuro, sino en un hotel tras una noche de fiesta.

Eso sí que lo hice adrede. Quise reflejar esto porque la mayoría de violaciones ocurren en entornos conocidos para la víctima y sin siquiera tener que ejercer fuerza física.

También tratas otros temas tabú. Las drogas, la masturbación, la depresión.

No tengo problema en hablar de esto. No quiero entrar en muchos detalles personales sobre la depresión, pero sobre eso es necesario hablar, como de feminismo. Con todos los tabús y mierdas que hay alrededor de las enfermedades mentales, es necesario dejar claro que no hay debilidad, que el enfermo no elige estar enfermo. Hay que repetirlo y que poco a poco vaya calando.

Me parece que hay que hablarlo, que es importante, y que a alguien le puede servir. Naturalizarlo, no volverlo algo banal, pero sí ser capaces de hablar sobre ello sin miedo al juicio. Que cuando tengas depresión la peña no te diga “¡anímate!”. A un enfermo de cáncer nadie le dice que se anime. Tu cerebro no produce una serie de sustancias que tiene que producir, y ya está. No repitamos discursos dañinos. Además, creo que la ficción es un buen vehículo. Llega a más gente. Bueno, lo que más llega es la música, pero yo no me voy a poner a hacer canciones.

Es autoficción pero la gente va a identificar todo contigo. ¿Te da pudor eso?

La gente me pregunta si lo leerán mis padres. Para mí escribir es un momento de libertad absoluto. Si me pongo a pensar en lo que piensa mi hermano, o mi madre (lo ha intentado, pero dice que no puede leerlo), no escribo. Para cualquier cosa que tenga que ver con la creatividad, la vergüenza o el pudor te lo tienes que dejar fuera. Yo pensaba en escribir una novela, no en publicarla, que parece que va muy ligado pero no es lo mismo. Así que escribía y luego ya vería lo que quitaba. Hay que escribir pensando que no te van a leer. Si no lo haces por pasta, haz lo que te dé la gana. Es un ejercicio muy liberador, te lo pasas muy bien. A mí fue lo que me salvó.

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