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LOS DISCOS DE LA SEMANA

Arcade Fire y Daft Punk: un matrimonio musical sin éxito

Luis J. Menéndez

Arcade Fire

Everything NowSonyPOP★Everything Now

6/10

De entre todos los grupos surgidos durante el siglo XXI Arcade Fire son, junto a The Killers y Arctic Monkeys, los únicos que se aproximan al concepto de “banda de estadio”. Por si fuera poco, los de Montreal tienen a su favor el beneplácito de la crítica y una transversalidad de la que no gozan Arctic Monkeys, progresivamente focalizados en el territorio rock. Por todo eso, cada nuevo movimiento de Win Butler y los suyos se espera con expectación y -por qué no lo reconocerlo- a estas alturas, cuando se cumplen diez años de su explosivo debut, con los cuchillos en alto.

A Arcade Fire tenemos que reconocerles también su ambición en la lucha por situar a la banda en lo más alto y, al mismo tiempo, por sus constantes cambios. Aún sin desdibujar la personalidad de la banda, estos les han llevado cambiar de paleta sonora en cada nuevo lanzamiento. En este quinto álbum, además de habituales como Owen Pallett o Sarah Neufeld, nos encontramos con Thomas Bangalter (uno de los dos integrantes de Daft Punk) para dar lustre a un sonido mucho más inmediato.

También aparece Markus Dravs, reputado productor en el terreno del mainstream y reponsable de los éxitos recientes de Coldplay o Mumford & Sons. La jugada parece evidente: Everything Now es un disco conciso en comparación con un predecesor, Reflektor, que por momentos rozaba la empanada progresiva. Así lo conforma un dato tan revelador como el minutaje de unas canciones, que en esta ocasión apenas superan los cuatro minutos.

La quintaesencia de ese retorno a la inmediatez en el que -musicalmente hablando- también es el disco más luminoso de su carrera. Reflejo de ello es la canción que da título al disco, cinco minutos de subidón que incluye todos los elementos que han hecho grande al grupo: arrebato vocal y épica orquestal. Y una novedad inesperada, ese arreglo de piano por el que deberían plantearse pagar royalties a Abba.

Pero más allá de ese acierto, el disco cae en la medianía por la ausencia de canciones memorables. Recurrir a New Order da para una canción resultona (Creature Comfort) en la que que también echa una mano Geoff Barrow, productor y compositor de la banda Portishead. Por otro lado, Signs of Life despeja la incógnita de cómo sonaría el grupo de acercarse al sonido disco. También hay algunos acercamientos “simpáticos” al reggae, con el bajo tomando un protagonismo inusitado hasta hoy para la banda.

En la recta final, con Put Your Money on Me y We Don’t Deserve Love (curiosamente los dos desarrollos más largos del disco) rememoran la grandeza de sus tres primeros discos, pero el tono general confirma lo que ya resultaba bastante evidente en Reflektor: en Arcade Fire enfilan una peligrosa cuesta abajo, más enfocados como parecen a conseguir algún sencillo de éxito que álbumes memorables. Y ni siquiera las referencias a la sociedad de consumo o al miedo y asco en la ciudad contemporánea, presentes a lo largo de Everything Now, son suficientes para quitarnos esa idea de la cabeza.

Avey Tare

EucalyptusDomino / Music As UsualPSICODELIA★Eucalyptus

7/10

Avey Tare es, junto a Panda Bear, uno de los miembros esenciales del grupo Animal Collective. Sin embargo, a diferencia de su compañero, no ha tenido una carrera en solitario demasiado prolífica ni relevante. Aunque antes tuvo una enigmática colaboración con Kristín Anna Valtýsdóttir, compañera sentimental y componente de la banda islandesa Múm, Eucalyptus es su segundo disco como Avey Tare. En él, deja bastante clara cuál es su cuota dentro de la banda que ha cambiado el devenir del pop de principios del siglo XXI.

Construido con la ayuda de una guitarra acústica y su propia voz, a la manera de un disco de folk, Eucalyptus es en esencia un tratado de psicodelia a la vieja usanza, ligeramente vestido con detalles electrónicos marca de la casa y en el que la percusión brilla por su ausencia. Es un disco que muestra la madurez de su músico dos décadas después de firmar junto a Panda Bear diamantes en bruto como Spirit They’re Gone Spirit They Vanished. Todo lo que allí se intuía aparece ahora debidamente tamizado, en una constante maniobra de aproximación a los clásicos. El eucalyptus al que Avey Tare hace referencia desde el título se queda con las refrescantes propiedades de su inhalación e ignora su alta capacidad de ignición.

 

Eberhard Kranemann & Harald Grosskopf

KrautwerkBureau B / Gran SolELECTRÓNICA★Krautwerk

7/10

Tras colaborar con Klaus Schulze y Ashra, Harald Grosskopf ha grabado más de una decena de discos bajo su propio nombre. Entre ellos, uno de los clásicos del sonido “cósmico” germano: Synthesist (1980). Mientras, Eberhard Kranemann formó parte de dos bandas: Neu! y Kraftwerk. Además, antes de eso, grabó música bajo el seudónimo de Fritz Müller. Es decir, estamos ante dos supervivientes que han vivido en primerísima persona y hasta protagonizado la gran revolución del rock, el pop y la electrónica en la vanguardista escena alemana de los años setenta. Aunque curiosamente, no ha sido hasta 2016 que se conocieron personalmente. Si con este disco, jugando con el título del álbum, desean vincular dos términos tan significativos como krautrock y kraftwerk, quiénes somos nosotros cuestionarlo.

En realidad, ahí se acaban las cortadas de un álbum que, ni bebe del exquisito pop retrofuturista kraftweriano, ni tiene demasiado de krautrock , una facción de corte experimental a la que se bautizó como los “correos cósmicos alemanes”. Las seis piezas instrumentales que componen Krautwerk celebran el movimiento que cambió la música tal y como nosotros la conocemos. Planteado como la colisión musical de dos ciudades-estado como son Berlín y Düsseldorf,  su sonido parte de la nostalgia y termina como un compendio de la electrónica avant desde los setenta hasta nuestros días. Además, con guiños al ambient, lo industrial, el sonido bleep, el trance o hasta el acid house. Cincuenta años después de sus primeros experimentos musicales, Grosskopf y Kranemann aún se manifiestan como espíritus libres.

 

Randy Newman

Dark MatterNonesuch / WarnerPOP★Dark Matter

8/10

Uno de los grandes compositores populares del último siglo que, precisamente, es recordado por la canción principal de una cinta de dibujos animados. ¿No resulta irónico? Me refiero a Hay un amigo en mí, de Toy Story. Pues habría que preguntarle al propio Randy Newman. No obstante, apuesto que, lejos de verlo como un descrédito, Newman posiblemente se muestre más que orgulloso de ello. Tal y como vuelve a demostrar en este nuevo trabajo, el primero en nueve años, no solo es que haya hecho de la composición de bandas sonoras su actividad regular en las últimas décadas, sino que su aproximación a la canción es esencialmente la de un narrador de historias.

Las nueve canciones que forman parte de Dark Matter tienen, en líneas generales, un aire teatral, casi vodevilesco. Newman se convierte en un demiurgo que pone la música al servicio de viñetas. Por ellas, asoman personajes históricos como Robert y John F. Kennedy, Sonny Boy Williamson o incluso Vladimir Putin. Viniendo de un tipo que escribió una canción sobre el tamaño de los genitales de Donald Trump, esto es algo que no debería sorprendernos. 

“Tenemos que mirar las cosas desde todos los ángulos, necesitamos respuestas para algunas cuestiones complicadas si queremos hacerlo bien” asegura en The Great Debate, el largo sainete con el que arranca el disco. Pero en realidad, en este trabajo  ofrecer esas respuestas no parece tan importante como expandir las posibilidades artísticas del (irónico) campo de batalla.

 

Martin Hannett

Homage to Delia DerbyshireOzitELECTRÓNICA★Homage to Delia Derbyshire

7/10

En función de tus intereses musicales reconocerás a Martin Hannett por su labor como productor de Happy Mondays, The Stone Roses, U2, Buzzcocks, OMD o The Psychedelic Furs. Pero más allá de apetencias personales, al estrafalario y genial productor mancuniano siempre le recordaremos por su trabajo junto a Joy Division y New Order, inmortalizado en la película 24 Hour Party People.

Falleció en 1991, cuando apenas contaba 42 años. Aun así, desde hace tiempo existen diversos álbumes que remarcan su figura como productor -Zero, A Martin Hannett Story (1977-1991)- o incluso en sus escasas incursiones en el terreno de lo autoral. De hecho, un recopilatorio de la compañía discográfica LTM recoge sus canciones junto a Steve Hopkins como The Invisible Girls.

A ese material, se le suma un contenido inédito hasta hoy: 18 grabaciones instrumentales registradas en 1982 (esto es, en periodo de plena efervescencia creativa) con las que Hannett rinde tributo a uno de sus músico-científicos de cabecera. Se trata de la bitánica Delia Derbyshire, pionera de la música electrónica desde su posición de funcionaria del taller radiofónico de la BBC. En el disco se reconocen algunas de las ideas que Hannett aplicó a las bandas que producía en aquellos años. Pero además, se convierte en eslabón de una cadena de la que años más tarde han formado parte bandas como Broadcast o el intrigante catálogo de Ghost Box.

 

Tyler The Creator

Flower BoyColumbiaRAP★Flower Boy

8/10

Hace algo más de un lustro, Tyler Okonma irrumpió como elefante en cacharrería con dos armas: la antorcha del colectivo Odd Future en una mano y la firme vocación de quemar todo lo que encontraba a su paso. En ese momento, el rap definitivamente se había convertido en un fenómeno permeable a todos los estratos sociales, ya fuera del mainstream o el underground. Tras ese golpe inicial, la carrera del angelino parecía caer en el olvido con dos discos autoeditados que, en medio de una competencia feroz, tampoco resultaron excesivamente relevantes. Sin embargo, con el salto a una multinacional, Tyler se puso las pilas para firmar un disco que, más allá de las colaboraciones de lujo (Frank Ocean, A$AP Rocky, Lil’ Wayne, Rex Orange County…) se sitúa a un nivel superior al de sus trabajos previos.

En lo lírico es donde Tyler aprovecha la rabia contenida y definitivamente sale del armario. Especialmente, con sentencias tan explícitas como “llevo besando a tíos blancos desde 2004”, con la que el conflicto racial y la aceptación (o la falta de ella) de la condición sexual conforman un coctail explosivo. Pero hay otros aspectos que hacen de Flower Boy uno de los aspirantes a disco del año en el terreno del rap. Sobre todo, el cuidado tratamiento de las bases y la parte musical que, agotada ya la fiereza de antaño, le sitúan como el heredero natural del rap sensual y chic de Neptunes.

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