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FKA Twigs: regreso al futuro

FKA Twigs

Patricia Godes

Los niños crecidos al calor de los tebeos de Bruguera y las series de Irwin Allen y Gerry Anderson teníamos una visión del 2015 con coches voladores, viajes a Marte y Robotinas barriendo la casa. Los terrícolas departiríamos alegremente con extraterrestres de todos los rincones de la galaxia, nos alimentaríamos a base de píldoras y vestiríamos monos ajustados de material refulgente. La pobreza se habría erradicado y las casas tendrían anillos como los de Saturno, ventanales y torretas para aparcar el platillo volante. El arte y la música serían increíbles y nuevos, inimaginables en relación con lo que hasta entonces se había creado.

Pero cuando el 2015 llega al calendario, la música popular resulta ser poco más que un perpetuo reciclaje de viejos éxitos para los jóvenes que no pudieron conocerlos en su día, repeticiones aletargadas de ideas atrancadas en su momento de gloria que se repiten en loop a la puerta de algún agujero negro donde el espacio y el tiempo no discurren como en el mundo real y donde el más joven de sus espectadores es un viejindie de 45 años. ¿El resto? Música producida mecánicamente por máquinas que obedecen protocolos de 1983 que hace tiempo se convirtieron en tapones para la creatividad y caminos obligatorios para la rutina.

FKA Twigs es una inglesa de ascendencia jamaicana y española que hace música para esta humanidad del siglo XXI alimentada por monsantos y glifosfatos y vestida por operarias que cobran céntimos en sweat factories inmundas. Es música para quien despierta cada día a la realidad adocenada de la telebasura, las drogas de síntesis y las víctimas de la LOGSE. Electrónica maligna e irritante, asfixiante como el aire contaminado que respiramos y decadente como los vídeos del eurodance de los 90.

A tempo híperlento envolvente y desquiciante, con falsete etéreo y percusiones inestables, FKA Twigs crea una especie de Love to Love You Baby personal, interminable y extraño que sufre de náusea matutina y de angustia existencial pero que no pierde su belleza extraterrestre y cautivadora. La música de este futuro distópico en el que nos toca sobrevivir casi sin darnos cuenta de la estulticia que nos rodea.

FKA Twigs, que está anunciada para el 20 de junio en el Sónar de noche, se llama en realidad Tahliah Debrett Barnett y tiene formación de bailarina. Sus discos se titulan EP1, EP2 y LP1 y su nombre artístico era Twigs hasta que descubrió que ya había otra cantante con ese seudónimo de modo que añadió el FKA de Formerly Known As (Antes conocida como). Edita sus discos el sello Young Turks y los ocho temas de sus dos primeros EP fueron acompañados de sus correspondientes vídeos, que se publicaron a lo largo de 2012 y 13 en los meses siguientes a la edición de los discos.

Coreografías, maquillajes e imágenes que van de lo sobrenatural a lo dantesco: un paseo por el YouTube de Tahliah nos transporta de la abstracción más pura a la naranja mecánica y al tren de la bruja. La Tahliah vídeoartista pasea su mirada inquisitiva por temas como la maternidad, la jungla, el agua, etc. y se mantiene fiel a la tradicional obsesión del arte clásico o contemporáneo por el cuerpo humano. Sorprendente, entretenida y desquiciante a la vez, no es extraño que haya acumulado millones de visionados. Su primer y único álbum, editado en agosto del 14, entró en listas tanto en Reino Unido como en EEUU.

Tahliah se dio a conocer como bailarina de cantantes de éxito y ha conseguido una presencia marginal en el universo de celebrities y cotilleos porque es novia de un actor que sale en Harry Potter y en una de esas series de vampiros, Robert Pattinson, también músico. Es una artista inclasificable que muchos quieren hacer encajar en previos intentos más o menos frustrados y frustrantes del pop alternativo de otros tiempos. Las etiquetas se escapan entre los dedos cuando se pretende clasificar a FKA Twigs.

La diferencia reside en que Tahliah consigue el éxito de su experimento, obtiene resultados audibles y crea mundos musicales electrizantes y ambiguos. En directo, Tahliah se dedica más a bailar que a cantar, le acompañan dos violinistas, cuatro percusionistas y un numeroso cuerpo de baile.

La suya es la música de la ciencia ficción de los tebeos y del restaurante del fin del universo. De contorsiones inauditas y sensualidades extrañas, es música que pertenece a un momento concreto en la historia del arte y de la humanidad: el año 2015.

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