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Rosalía y las 11 canciones que la hacen dueña de su destino

Luis J. Menéndez

Rosalía

Rosalía

El mal quererSonyFLAMENCO-POP9/10El mal querer

Ha llegado el momento de juzgar el disco del que más se ha hablado en lo que llevamos de año y del que se seguirá hablando durante bastante más tiempo. Porque, más allá de sus virtudes estrictamente musicales, El mal querer supone un punto y aparte en el pop facturado en nuestro país por su ambición de trascender los poco más que treinta minutos que dura el disco. Desde el Aserejé hasta Alejandro Sanz, pasando por el clan de los Iglesias, España ha exportado artistas que han triunfado a nivel global. Sin embargo, prácticamente ninguno lo ha conseguido de la forma que pretende Rosalía y su equipo: con una sorprendente combinación de música de raíz y herramientas artísticas que manejan las grandes estrellas del pop anglosajón.

El mal querer es un proyecto que va más allá de las once canciones que componen el disco. Su presentación en directo y la traslación audiovisual de cada uno de los temas se han tratado con tanto o más cuidado que el propio álbum, llegando a adquirir entidad propia al margen de este. Las ocasiones que hemos podido contemplar el show en directo de Rosalía nos hablan de un espectáculo con coreografías y una importancia capital del cuerpo de bailarinas, en la línea de los shows de grandes estrellas del pop y el R’n’B anglosajón o incluso de las artistas k-pop que arrasan en el Oriente asiático.

El concierto de presentación del disco en la Plaza de Colón supuso en ese sentido un golpe en la mesa. No tanto por la multitudinaria asistencia -11.000 personas, aunque no olvidemos que se trataba de un evento gratuito- como por las estampas icónicas que ha dejado para la posteridad: esa diva con el rimel corrido por la emoción agradeciéndole su entrega a los fans, todo perfectamente diseñado y capturado con una realización a la que no estamos acostumbrados en la TV de nuestro país.

Esas imágenes, la puesta en escena en directo y también las dos canciones que han servido de avance del disco -Pienso en tu mirá y el hit global Malamente- generaron unas expectivas altísimas sobre el mismo, y también empujaban a creer que El mal querer se convertiría en una ruptura radical con la Rosalía de Los Ángeles. Cuando el pasado viernes el álbum finalmente vio la luz pudimos comprobar que, más allá de la sesión de cirugía estética a la que Pablo Diaz-Reixa (El Guincho) ha sometido sus canciones, la joven estudiosa del flamenco sigue imponiéndose al impulso de asaltar los charts globales.

Su segundo álbum es una colección de canciones dispuestas en capítulos como si de una novela se tratarse, que aspiran a captar la esencia de la cosa amorosa desde el subidón inicial hasta la ¿inevitable? caída en desgracia: concluye el disco, “voy a tatuarme en la piel tu inicial, porque es la mía. P'acordarme siempre y recordarlo to'a la vía', de lo que me hiciste un día”. Antón Álvarez Alfaro, más conocido por su alias artístico C. Tangana, firma la mayor parte de las letras del disco junto a Rosalía. Y del mismo modo que en su faceta como C. Tangana, Antón ha sabido acomodar el lenguaje y los clichés de la música latina de éxito a su propio discurso, la pareja demuestra aquí su habilidad para adaptar a nuestro tiempo la lírica flamenca. Hasta el punto de que dos canciones populares como Reniego y Nana no desentonan en el conjunto del álbum.

Esa misma capacidad de absorber influencias ajenas y convertirlas en canciones con sello propio es también uno de los principales logros de este disco, ya provengan de nuestra propia tradición o de músicos internacionales de éxito como James Blake o Justin Timberlake (acreditado por la melodía de Bagdad).

Rosalía forma un tándem perfecto con El Guincho, que aporta las dosis justas de modernidad a cada canción. En unas ocasiones, detalles sutiles como la guitarra flamenca sampleada en Que no salga la luna o su discreta aportación a la clásica Reniego -con arreglos de Jesus Bola, un maestro de la fusión entre flamenco y otros estilos musicales-. En otras la ruptura es evidente: el efecto de autotune en Nana, el precioso arpegio sintetizado que sirve de base a Maldición o las ya citadas Malamente y Pienso en tu mirá.

El resultado de todos estos contrastes y hasta algún momento al borde de lo paródico (la intervención de Rossy de Palma o el momento teatralizado en Que no salga la luna) dan un disco con un poderosísimo universo personal. Tal vez no tan rupturista como se podía prever en un primer momento, pero que definitivamente se quita de encima las dichosas acusaciones de la supuesta pureza o no de su discurso flamenco. Rosalía es otra cosa, y en El mal querer se muestra orgullosa de ello. Y lo mejor es que todo apunta a que, frente a los que le acusan de haberse convertido en un producto de marketing diseñado y dirigido por algún capo discográfico, a partir de ahora la de Sant Esteve Sesrovires parece la única dueña de su destino.

Major Lazer

Major Lazer

EssentialsMad Decent / Because / Music As UsualDANCE7/10Essentials

Si hay un punto fuerte en la trayectoria del proyecto formado por Diplo, Jillionaire y Walshy Fire son sus singles, éxitos que acumulan cientos de millones de escuchas en las diferentes plataformas de streaming. Por eso no hay ni habrá nunca -ahora que anuncian el final del proyecto para 2019 aún menos- mejor disco de Major Lazer que un recopilatorio como este, que incluye rompepistas como Cold Water, Lean On o Light It Up. Son sólo tres ejemplos de una selección de hasta veinticinco temas contenidos en un disco doble que, a tenor del material, casi funciona más como una colección de canciones del verano que como un disco propiamente dicho.

Igualmente, el catálogo de colaboradores que han aportado su granito de arena a estas canciones es de quitar el hipo: Justin Bieber, MØ, Tove Lo, DJ Snake, Camila Cabello, Ellie Goulding, Ariana Grande, Nicki Minaj, Bruno Mars, Sean Paul, Ty Dolla $ingn y una interminable lista de voces invitadas y colaboradores que se convierte en un verdadero quién es quién de la música de baile contemporánea. Si deseas saber de qué va el rollo en las discotecas más exitosas a lo largo y ancho del planeta, darle al play a esta colección de essentials es una magnífica forma de empezar. Pero no nos engañemos: en función del área de confort musiquera de cada cual, es posible que enfrentarse del tirón a estas veinticinco canciones, deliberadamente diseñadas para pegarse como el chicle a un zapato en una tarde de verano, produzca cefaleas puntuales. También que el oyente menos tolerante termine maldiciendo la influencia decisiva del reggeaton en la música global de nuestro tiempo.

Dead Can Dance

Dead Can Dance

Dionysus[PIAS]MÚSICAS DEL MUNDO8/10Dionysus

Acreditado como el noveno álbum de Dead Can Dance, en realidad Dionysus perfectamente podría considerarse un nuevo disco de Brendan Perry en solitario con la puntual colaboración vocal de Lisa Gerard. Conceptualmente el álbum se inspira en la figura de Dioniso, Dios griego del vino que históricamente se ha vinculado con el culto a la diversión, la locura ritual y el éxtasis. Culto que fue radicalmente borrado de la faz de la tierra con la popularización de las religiones monoteístas.

La figura de Dioniso le sirve a Perry para componer un álbum estructurado en dos actos que reivindica el poder de la música antigua como vehículo para alcanzar un éxtasis que poco o nada tiene que ver con la concepción católica del término. Desplegando su habitual muestrario de instrumentos casi olvidados y pertenecientes a diferentes tradiciones del folklore europeo y con el protagonismo que Perry siempre ha otorgando al ritmo, Dionysus es un álbum oscuro al tiempo que vitalista en su obsesión por situar al oyente al borde del trance. Es también, probablemente, el disco de Dead Can Dance en el que menos valor se otorga a las voces, o cuanto menos a las privilegiadas voces solistas de Perry y Gerard.

Como consecuencia de ello, este retorno tras seis años de silencio discográfico no se sitúa a la altura de obras magnas como Within the Realm of a Dying Sun (1987), The Serpent’s Egg (1988) o Into the Labyrinth (1993), donde encontramos los momentos más álgidos en la trayectoria del dúo. Pero, lejos de resultar decepcionantes, estas siete nuevas composiciones mantienen el estado de gracia de un proyecto que siempre se ha caracterizado tanto por su singularidad como por la profunda y sincera emoción que emana de su música.

Marissa Nadler

Marissa Nadler

For my CrimesBella Union / [PIAS]FOLK7/10For my Crimes

Tal y como les ocurre a los protagonistas de sus canciones, los movimientos a lo largo de la carrera artística de Marissa Nadler -For my Crimes es su séptimo álbum- son sutiles, como si el mero aleteo de una mariposa pudiera desencadenar un efecto de consecuencias imprevisibles. Cierto es que estos tres últimos trabajos para el sello Sacred Bones (Bella Union en Europa) han servido para que la cantautora de Boston estilice un poco más su cancionero de resonancias góticas y explore nuevos puntos de vista dentro de unas composiciones dominadas por el romanticismo fatalista.

En For My Crimes, Nadler ahonda en el clasicismo de un sonido que no ha parado de ganar claridad con el paso de los discos. Arpegios de guitarra y voz componen como siempre el esqueleto de las composiciones, y como principal novedad en esta ocasión recurre a un nutrido grupo de amigos ilustres para terminar de vestir las canciones. Por ahí pueden escucharse las voces de Sharon Van Etten, Angel Olsen y la componente de Dum Dum Girls Kristin Control. También aporta su arpa la últimamente pluriempleada Mary Lattimore, Eva Gardner (The Mars Volta y Veruca Salt), pulsa las cuerdas del bajo y la batería de Hole, Patty Schemel. Más que un efecto palpable sobre su música, la nómina de invitados da una idea de la magnífica reputación que Marissa Nadler goza entre la comunidad alternativa norteamericana.

Rocío Márquez & Fahmi Alqhai

Rocío Márquez & Fahmi Alqhai

Diálogos de viejos y nuevos sonesAlqhai & AlqhaiMÚSICAS DEL MUNDO7/10Diálogos de viejos y nuevos sones

La Bienal de Flamenco de Sevilla hizo posible en 2017 la colaboración entre una de las grandes voces del flamenco contemporáneo, Rocío Márquez, y Fahmi Alqhai, sevillano de padre sirio y madre palestina que se ha convertido en uno de los más importantes intérpretes de viola da gamba del mundo. Ahora, tras dos años de girarlo por el mundo, aquel concierto se convierte en un disco en el que el dúo se deja acompañar por Agustín Diassera (percusión) y Rami Alqhai (viola de gamba).

Arman el álbum doce composiciones clásicas de tradiciones bien distintas. Un ejercicio de heterodoxia con el que Alqhai encuentra el hilo invisible que une al barroco con seguidiyas, peteneras, la canción popular catalana -Cant dels ocells- o hasta una versión del bolero Angelitos negros con la que se cierra el disco. A su vez, la cantante onubense se sitúa muy lejos de su zona de confort, como corresponde a una mujer que desde siempre ha cuidado por igual su cara clásica y los proyectos de corte más vanguardista. Posiblemente el mejor ejemplo de esos riesgos sea su interpretación en italiano de Si Dolce e’l Tormento, peculiar versión de una pieza de Claudio Monteverdi.

Al final del viaje, las personalidades de Márquez y Alqhai terminan por encontrarse en una suerte de amable combate que termina en tablas y que parece destinado a convertirse en una rareza en la discografía de ambos.

Yves Tumor

Yves Tumor

Safe in the hands of LoveWarp / Music As UsualAVANT POP8/10Safe in the hands of Love

Hay que buscar los orígenes de Yves Tumor -alias artístico de Sean L. Bowie- en colectivos como Dogfood Music Group, estandarte del queer rap, y NON Worldwide, centrado en la globalización de la música de ascendencia africana. De alguna forma su pertenencia a esos sellos y/o organizaciones sirve para definir la escurridiza música del de Tennessee.

Como otras estrellas refulgentes en el panorama de la nueva electrónica –Arca, Sophie…- la música de Yves Tumor busca su inspiración en los recovecos más turbios del alma. La sexualidad es un elemento central en sus canciones, y a través de sus letras descubrimos a una persona martirizada por relaciones fallidas y un entorno opresivo. “Algunos lo llaman pena, algunos lo llaman tortura, y últimamente yo lo disfruto”, afirma en Licking an Orchid, situándose al borde del masoquismo físico y emocional.

Todo ese discurso gráficamente viene representado por un artwork impactante: la siniestra imagen de Bowie filtrada por las pantallas con las que nos relacionamos con el mundo. De la misma forma, sus canciones esconden un latido melódico abrasado por oleadas de feedback, ritmos criminales y electrónica futurista.

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