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La nueva ciencia para responder a mil y una dudas sobre la Prehistoria

La nueva ciencia para responder a mil y una dudas sobre la Prehistoria

EFE

Puente Viesgo —

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Entre las preguntas recurrentes sobre la Prehistoria están el cómo lograron controlar el fuego los hombres del Paleolítico, por qué hicieron pinturas, o de qué forma hace miles de años los pobladores de cuevas construyeron utensilios relativamente sofisticados para sobrevivir con la caza y la pesca.

Lo que mucha gente no sabe es que existe una disciplina relativamente nueva, la arqueología experimental, que se dedica a refutar hipótesis o modificar teorías para tratar de recrear lo más fielmente posible los objetos, usos y técnicas del pasado prehistórico.

Aunque en países como Francia está algo más extendida, es ahora cuando esta materia está brotando con fuerza en España, donde se puede decir que sobran los dedos de una mano para contar los entendidos en ella.

José Aurelio García Munua, experto en arqueología experimental, explica a Efe que no pocas veces se ha enfrentado al reto de tratar de reconstruir el proceso por el que un hombre prehistórico transformaba elementos de la naturaleza en una herramienta con una función práctica.

Para ello, pone la cabeza a funcionar y recurre a los mismos materiales que los neandertales y los hombres de cromagnon tenían más a mano: el sílex, el hueso, maderas y palos, o los tendones de animales para confeccionar cuerdas.

Este experto subraya que, al contrario de lo que muchos puedan pensar, los hombres del Paleolítico no eran unos brutos que se dedicaban a dar golpes a piedras. Y mucha de su labor se centra en romper esos mitos con los que la gente se acerca a esta etapa histórica.

García Munua es un autodidacta que pudo dejar un trabajo “que no tenía nada que ver con la Prehistoria” para dedicarse a su pasión, que le ha llevado a recorrer cuevas y excavaciones de gran parte de España y Europa, y a colaboraciones más insólitas, como hacer de hombre del Paleolítico en audiovisuales divulgativos del Museo de Altamira o en series históricas para televisión.

Su currículum incluye la autoría de muchas reproducciones para museos de referencia, como el de Altamira o el Arqueológico Nacional, y de otros en países como Alemania o Italia.

Pese a sus variadas experiencias, no deja de asombrarse de la capacidad que tenían los antiguos pobladores para buscarse la vida y hacer más fáciles sus pequeñas rutinas diarias: la caza y la pesca, el calentarse con fuego o cubrirse con pieles.

“Eran finos. Estamos acostumbrados y lo que suena es el arte, pero ojo con todo lo demás. La tecnología que utilizaba esta gente era ya alucinante”, destaca García Munua.

Y ¿cómo los primeros humanos lograron tanta tecnología con tan pocos medios?. García Munua apunta en dos direcciones: la casualidad y la reflexión, y pone el ejemplo del fuego y cómo se puede ver que salen chispas en un simple choque de piedras, pero también que para mantener y controlar la llama no basta con “dar vueltas a unos palos”.

Para esto ya se necesita una cierta técnica: un orificio y un canal que sirva como tiro, y para llegar a esa conclusión hay que “darle al coco”, que es lo que hacían los antiguos pobladores, afirma García Munua.

Todo esto es lo que trata de trasladar en las ponencias que imparte y en los talleres divulgativos (de caza, arte y naturaleza) que dirige en colegios y para grupos, por ejemplo en las cuevas del Monte Castillo, que son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, en la localidad cántabra de Puente Viesgo.

En ese devanarse los sesos por llegar a la solución, García Munua se ha llevado sorpresas. Él recuerda especialmente como en unas excavaciones apareció una punta de lanza de asta de ciervo con unos pegotes, que resultaron una mezcla de resina de abedul con ceniza.

La incógnita era saber cómo los hombres de la Prehistoria lograron extraer la resina de abedul sin los instrumentos de hoy en día.

Y a García Munua, como otras veces, la respuesta a este interrogante le llegó en parte por azar, y se le ocurrió mientras paseaba por un parque.

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