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El origen del mundo sigue siendo tabú

Dirty Corner, de Anish Kapoor

David Sarabia

Anish Kapoor (1954) es uno de los escultores hindúes más influyentes de los últimos tiempos. Tanto es así que, a principios de mes, fue invitado por el Palacio de Versalles para exponer allí algunas de sus obras. Pero una de ellas, titulada Dirty Corner, no ha durado ni un mes intacta. En la mañana del pasado miércoles, la creación apareció cubierta de pintura blanca y amarilla. A la obra le ha acompañado la polémica desde sus inicios. Por eso de representar la “vagina de una reina tomando el poder”, como el propio Kapoor dijo.

El alcalde de Versalles, François Mazières, tuiteó hace poco su desaprobación con la escultura: “Anish Kapoor ha derrapado sobre la alfombra verde”, escribió la autoridad gala (en alusión a los jardines del palacio, donde se encuentra la obra). El diario francés Le Parisien calificó al artista como un “genio provocador” y el semanario cultural Les Inrocks aseguró que la polémica venía provocada desde ciertos blogs y medios de extrema derecha. Le Figaro alimentó el debate sentenciando que “cualquier controversia acerca de la obra no haría más que atraer visitantes”. En la mañana de ayer, Kapoor achacó el ataque a la “intolerancia francesa” y aseguró que parecía “más un problema político que otra cosa”.

El debate en torno al sexo es tan antiguo como el viejo proverbio del huevo o la gallina. Probablemente, sin ese enriquecedor conflicto que genera cualquier obra de arte relacionada con el pene o la vagina, no habría artistas que se dedicasen a representar los órganos sexuales de la forma en la que lo hacen. ¿Escándalo o libertad de expresión? ¿Arte o mal gusto? ¿Sexo explícito u otra parte más del cuerpo humano?

La obra de Kapoor expuesta en los jardines cuenta con 60 metros de largo por 10 de alto, y está hecha con piedra y acero. La representación, abstracta, recuerda a un embudo. El palacio, por el que pasan alrededor de 20 millones de turistas al año, fue construido por Luis XIV en el año 1623 como muestra de poder monárquico y símbolo de la hegemonía francesa sobre el continente.

Kapoor también cuenta con una sala para él solo dentro del châteaux de Versailles. La habitación de la que en 1789 nacieron los valores de la revolución francesa (liberté, égalité, fraternité) contempla cómo el hindú ha dispuesto un cañón cuyo disparo de cera inunda la pared opuesta al cuadro Juramento del Juego de la pelota, pintado por Jacques-Louis David. El artista ha reconocido en la revista JDD que el cañón “es un símbolo fálico evidente” que no hace sino “cuestionar la violencia existente de nuestros días”.

Expresiones artísticas masculinas

Pero los penes no parecen causar tanto revuelo como las vaginas. A pesar de todo, el pasado octubre en París una obra del estadounidense Paul McCarthy (1945) también causó un profundo debate en la sociedad francesa. Con motivo de la Navidad, el artista situó una gran globo verde en la plaza Vendôme de la capital francesa. La escultura tenía 24 metros y estaba sujeta por multitud de cables que la mantenían erguida. Desde algunos sectores de la ultraderecha francesa se sostuvo que la intención del artista siempre fue humillar a la ciudad de París. Dos días después de su inauguración, un grupo de vándalos cortó los cables y la estatua se derrumbó.

El caso de Adrián Pino fue diferente. Él no esculpió nada, ni ideó ningún objeto de debate. Pero también creó polémica. Su imagen desnuda frente al cuadro El nacimiento de Venus, de Botticelli, casi lo lleva a juicio. Fue su primera performance en público, ante un cuadro que, según sus palabras “le había obsesionado desde pequeño”. El catalán de 24 años e integrante del colectivo Nakadaska aseguró que él no era “ningún tipo de obsceno: ¿a quién ofendo con mi cuerpo desnudo en una sala llena de pinturas de cuerpos desnudos?”. La pregunta retórica de Pino es del todo correcta, pero hay un poso en la sociedad que remueve estómagos y conciencias cuando de vaginas se trata. ¿Por qué esa mirada deshonrosa sobre el origen de la vida?

La vagina como origen de todo

En mayo del año pasado, la artista luxemburguesa Deborah de Roberts intentó representar en el museo D'Orsay francés el cuadro de Gustave Courbet, El origen del mundo. La pintura data del año 1866 y muestra la vagina entre las piernas abiertas de una mujer. El cuadro, que levanta ampollas y pasiones más allá de las fronteras francesas, permaneció oculto durante más de 100 años. En 1981 el estado francés recibió el lienzo, pero no fue expuesto al público hasta el 95.

De Roberts entró al museo D’Orsay con el Ave María de Schubert de fondo. Se sentó bajo el cuadro y subió su vestido, descubriendo la vagina. Mientras posaba, inmóvil, recitaba un poema en el que decía: “Yo soy el origen, yo soy todas las mujeres. No me has visto, quiero que me reconozcas. Virgen como el agua creadora de esperma”. Su performance duró pocos minutos. Al cabo de un rato, la seguridad del museo entró y se llevó a Deborah. En declaraciones a Le Monde, la artista afirmó que “Mantuve mi sexo abierto con las dos manos para revelarlo, para mostrar lo que no se ve en el cuadro original”.

Otra artista, japonesa, también fue detenida hace un año. Megumi Igarashi inició una campaña de crowdfunding para construir un kayak inspirado en sus genitales. Al distribuir la plantilla entre sus 'crowdfunders' incurrió en un delito, ya que en Japón está prohibido por ley distribuir materiales “indecentes”. Igarashi es conocida en su país como Rokudenashi-ko (chica absurda) y en todas sus creaciones, ya sean fundas para el móvil, peluches, dibujos, pendientes o lámparas de techo, la vagina es el motivo predominante.

La artista nipona, de 43 años, y cuyo juicio comenzó el pasado mes de abril, se enfrenta a una pena de hasta dos años de prisión o una multa de dos millones y medio de yenes (algo más de 19.500 euros). El caso, que levantó una ola de protestas tanto en su propio país como en el resto del mundo, generó una campaña pública de denuncia a través de la web change.org. Las más de 20.000 firmas que recolectó exigiendo su puesta en libertad cayeron en saco roto. “La vagina siempre ha sido un tabú en la sociedad japonesa”, declaró Igarashi al ser arrestada.

Y es que no parece tener sentido que Japón, uno de los países que más pornografía consume del mundo, que cuenta incluso con un festival de culto al pene, mire con impudicia a la vagina. Aún es todo más incomprensible si se tiene en cuenta que la tenencia de pornografía infantil era algo legal hasta hace un año.

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