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El placer de la pintura de Dufy en el Museo Thyssen

El placer de la pintura de Dufy en el Museo Thyssen

EFE

Madrid —

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“La vida no siempre me ha sonreído, pero yo siempre le sonrío a la vida”. Raoul Dufy (1877-1953) reflejaba con esta frase el optimismo de una pintura que no siempre fue bien interpretada y que el Museo Thyssen-Bornemisza quiere poner en valor.

Considerado como uno de los grandes de la Escuela de París, con su muerte en 1953 se inició el declive de su fama “convirtiéndose en un pintor olvidado o recordado solo por los estudiosos”, recordó hoy Guillermo Solana, director artístico del museo.

Durante la presentación de la muestra organizada con la colaboración de la de la Comunidad de Madrid, que ha aportado 150.000 euros, Solana afirmó que “Dufy tenía el hándicap de que se le había identificado demasiado con el 'plaisir'. Esta etiqueta pudo más que su pintura y el hecho de que fuera un artista hedonista y optimista ayudo a que cayera en el olvido”.

Un olvido del que se empezó a recuperar en 2003 con motivo de los 50 años de su muerte, una rehabilitación a la que el museo se ha querido unir partiendo de los cuatro cuadros del artista francés que se exhiben en sus paredes y que pertenecen a la colección privada de Carmen Thyssen-Bornemisza.

Para ello, la exposición muestra a un pintor “más matizado, introspectivo, intimista e incluso melancólico”, pero en el que el placer de la pintura sigue presente.

El encargado de esta reinterpretación ha sido Juan Ángel López-Manzanares, conservador del museo, quien frente a esa imagen de pintor fácil y conformista, descubre a un artista inquieto a través de 93 piezas procedentes de colecciones privadas y museos, como el Centro Pompidou de París, que ha cedido 36 obras.

La complejidad del artista se puede contemplar además de en sus óleos, en dibujos, como los que componen el “Bestiario” que en su mayoría se ven por primera vez, en sus diseños en tela y en las cerámicas que realizó a lo largo de su extensa y prolífica carrera.

Desde 1989 no se había organizado en España una retrospectiva sobre Dufy, “por lo que este era un buen momento para ponerle en valor y hacer una nueva interpretación de su obra”, comentó el comisario que ha planteado “una exposición sencilla” con una concepción cronológica que transcurre en cuatro apartados en los que ha querido plasmar una serie de ideas.

La primera de ellas va encaminada a mostrar a Dufy como un gran maestro. “Era uno de los más dotados, gran dibujante con mucha sensibilidad del color y de los materiales, con los que experimentó para lograr una pintura fluida y brillante. Un óleo que se acerca a las cualidades de la acuarela”.

Otra de las ideas es mostrar a un artista que a lo largo de su carrera “no dejo de buscar medios para encontrarse a sí mismo. Se interesó por pintores y corrientes y defendía que se debía diferenciar entre artes mayores y menores; consideraba la decoración era un arte mayor”.

López-Manzanares ha querido también profundizar en una pintura que está entre dos polos “su atracción por la belleza de la realidad y la construcción del cuadro como ente autónomo”.

Todo ello contribuye a mostrar un pintor “al que sería superficial considerar solo como optimista. Su optimismo no ha sido siempre bien interpretado y por ello hemos querido enfatizar en la profundidad de su obra, sobre todo en los años finales que dedicó a sus estudios y a la serie sobre la música, en la que encontró consuelo al final de su vida”.

Con las bulliciosas escenas de muelles y mercados que Dufy pintó en Normandía, Marsella y Martigues se inicia el apartado “Del impresionismo al fauvismo”, que muestra a un artista heredero del impresionismo que pronto comprendió la necesidad de superarlo.

Sorprendido con los cuadros de Cèzanne, su influencia se aprecia en las obras exhibidas en la sala dedicada al periodo constructivo, algunas de ellas pintadas en L'Estanque, junto a Georges Braque.

Las “Decoraciones” reflejan su aventura creativa en la cerámica y los diseños textiles mientras que el apartado “La luz de los colores” exhibe pinturas de después de la Primera Guerra Mundial imbuidas por la naturaleza serena de la Provenza.

El ambiente musical de su infancia está presente también en obras de sus últimos años. En algunas de ellas, el negro, que utiliza para representar la máxima luminosidad, alcanza mayor protagonismo y su serie “El carguero negro” puede ser interpretada, según el comisario, “como el presentimiento de su muerte cercana”.

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