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La poliédrica reinvención de Las Meninas del versátil mexicano Edmundo Font

La poliédrica reinvención de Las Meninas del versátil mexicano Edmundo Font

EFE

México —

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Con un sinfín de experiencias acumuladas en sus más de 40 años como diplomático, el mexicano Edmundo Font conjugó esas vivencias con su sensibilidad artística para alimentar una carrera paralela en la poesía y la pintura, cuyo último exponente es una poliédrica reinvención de Las Meninas de Velázquez.

Dos docenas de pinturas tan abstractas como evocadoras del famoso cuadro de Diego de Velázquez (1599-1660) componen la muestra que Font, de origen catalán, expone en la sala GB Gallery de la Ciudad de México.

En una entrevista con Efe, afirma que es “un atrevimiento y un respeto irrespetuoso acercarse a una obra desde la modernidad cuando es clásica”, como Las Meninas.

Sin embargo, aclara que su historia de amor con el cuadro de Velázquez surgió hace cuatro décadas y no ha dejado de alimentarla, en parte también por sus raíces españolas.

Su abuelo es un catalán que trabajó en la construcción del ferrocarril en Yucatán (este de México) y se casó con una mexicana.

El padre de Font nació allí pero la familia regresó a Barcelona antes de la Guerra Civil (1936-1939) y él se volvió anarquista, por lo que con la contienda bélica terminó regresando exiliado a tierras mexicanas en 1937.

Font nació en 1953 en Ciudad Tampico (Golfo de México) y es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Con 20 años recorrió España y se quedó impresionado con las imágenes de las Cuevas de Altamira y especialmente con Las Meninas al visitar el Museo del Prado.

Según recuerda, la pintura “estaba en una sala un poco más familiar” que la actual y “tenía un espejo enfrente para que tú te metieras en el diálogo” generado por Velázquez en la escena, donde es célebre el reflejo del rey Felipe IV y su esposa Mariana de Austria en otro espejo.

Aquel periplo de juventud se complementa con un encuentro con el Guernica de Pablo Picasso (1881-1973) en Nueva York, donde se exponía entonces.

“El viaje lo cierro escribiendo el primer libro de poesía, que me ilustra Benito Messeguer (1927-1982)”, otro catalán exiliado y reconocido muralista.

Desde entonces han transcurrido “cuarenta años de madurar la admiración a Velázquez y buscar referencias”, como un célebre ensayo del sociólogo francés Michel Focault (1926-1984) sobre “El juego de espejos” de Las Meninas, inspirador del poema del tríptico de la exposición de Font, inaugurada anoche.

Este polifacético personaje ha estado destinado en numerosos países, desde Egipto a Italia, pasando por India, Bangladesh, Colombia y Nepal

También estuvo al frente de la embajada de los países del Caribe Oriental, con sede en Santa Lucía (2012-2013), donde se hizo tan amigo de Dereck Walcott (1930-2017), Nobel de Literatura en 1992, que acudió este mes a su funeral sumido “en un dolor profundo”.

“Walcott escribió sobre mi pintura; había una relación filial, mucho más que una relación de circunstancia, de trabajo o amistad”, explica.

En el Palacio de Gobierno de Santa Lucía cuelga un cuadro que Font regaló a la gobernadora general, Calliopa Pearlette Louisy, y sus cuadros también pueden verse en el Museo Colonial San Pedro Claver de Cartagena de Indias (Colombia).

La colección que presenta ahora “comenzó a pintarla hace más de un año”, con jornadas de trabajo “de seis y siete horas”, compaginadas con su labor en la Cancillería.

Las piezas “absorben diferentes instantes de Las Meninas” y se inspiran en otros artistas que las homenajearon, como Salvador Dalí (1904-1989) o Picasso.

Varias están dedicadas “al famoso aposentador de palacio que no sabes si sube o baja la escalera”, en el fondo del cuadro original.

Aunque normalmente usa el lienzo que él mismo prepara, esta vez optó por uno “industrial”: tela “para cortinas y forrar muebles”, a la que aplicó el acrílico y las mezclas que logra “experimentando”.

El resultado transmite el carácter cosmopolita de su autor, que se confiesa afortunado por el camino elegido.

“Entré a la diplomacia porque es de alguna manera la forma de vivir varias vidas en una”, además de ser “uno de los oficios más antiguos y hermosos, el que ha propugnado por la paz, la negociación”, argumenta.

Además, “representar a México es uno de los privilegios más grandes que puede tener un mexicano”, concluye.

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