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Y si gana Podemos, ¿qué planes tienen para cultura?

Monedero, Bescansa y Errejón en la Asamblea de Podemos / Marta Jara

Lucía Lijtmaer

Es decir, ¿y si gana Podemos, qué pasará en cultura? Ponemos sobre la mesa y resumimos algunas líneas de actuación de las asambleas del círculo de Cultura -que, en sus propias palabras “se plantea con carácter estatal y apuesta por una defensa de la cultura como un derecho reclamado desde la propia ciudadanía”-, entendiéndolas, no como un programa formado, pero sí como una aproximación a lo que puede venir:

1. No a las privatizaciones en cultura: Podemos señala y critica conceptos como “economía de la cultura” e “industria cultural” por entender la cultura como una moneda de cambio, y alinear artes como negocio al servicio de intereses mercantilísticos, y que por tanto deben ser rentables. En esa línea, se advierte: “La expropiación de los espacios públicos en virtud de prácticas privatizadoras durante las últimas décadas ha conducido a un modelo mercantilista, donde el valor cultura cada vez más se asocia con el negocio de las elites y en donde no pocas veces la foto del ”artista“ es simplemente instrumentalizada por el partido de turno para conseguir votos o prestigio. Es preciso abandonar la cultura como fetiche u oropel de lujo para entenderla como urgencia popular.”

2. La cultura se entiende como política y la política como cultura: En la asamblea del 28 de septiembre se advierte de cómo los gobiernos han concebido el espacio cultural “como falsamente aséptico, clausurado y consensuado al margen de toda controversia o discusión política”. Se pone de manifiesto también que la manera de gestionar la cultura tiene, siempre, una intención política.

3. Querencia por la cultura popular: se critica a las administraciones anteriores el uso de las subvenciones como manera de imponer un modelo de cultura que no representa a la mayoría de los ciudadanos. Así, Podemos establece que el relato cultural endogámico y parcial que hasta ahora ha buscado crear un consenso desde la transición a partir de los medios y la instrumentalización del poder: “hoy las políticas culturales tienen la cara de Sinde y de Wert, porque a su imagen y semejanza han sido impuestas desde arriba hacia abajo: dibujando un círculo donde lo que estaba dentro era la ”alta cultura“ y fuera se quedaba todo lo demás, la baja cultura”.

Es más, se habla de construir una “nueva sensibilidad” desde lo popular: “que quiere encontrar sus relatos, sus canciones, sus obras de arte, sus expresiones artísticas y sus formas de aprender y transmitir la vida en común”. Se define la necesidad de potenciar la cultura popular, común y autónoma.

4. La cultura como bien social y colectivo. Lo común se establece como prioritario y se destacan los modelos que la ciudadanía ha ido construyendo en paralelo durante estos años a través de organizaciones, cooperativas y en red. Así, se alaban los espacios culturales conquistados por los movimientos vecinales y asociativos (radios comunitaras y libres, cine clubs, casas de la juventud...), los centros sociales autogestionados, “fundamento de una cultura viva, espontánea y participativa”, que han sido castigados y apartados del foco cultural en los últimos años.

5. Contra los monopolios en cultura: Podemos Cultura expresa su rechazo a posiciones como la que establece Amazon en los precios de los libros, a quien acusa de hacer “chantaje en sus prácticas comerciales” y “abuso de posición dominante”.

6. Apoyo a la cultura libre y guiños a la mala gestión de la SGAE. Se explicita la necesidad de una cultura libre como bien común más allá de los réditos mercantiles y se advierte de cómo se ha utilizado al autor como puntal de enfrentamiento entre industria cultural, entidades de gestión y público. Se declara que “la marca de un país es su industria cultural” y se apunta la necesidad de recortar el papel del intermediario.

7. Reivindicación de la cultura en el espacio público. Se denuncia la criminalización de la fiesta en la calle, y se alaba la participación ciudadana -a través de las asociaciones, de los grupos de música y artistas locales, de la sociedad civil- en las fiestas municipales y barriales. Se condena como hasta ahora se ha priorizado un modelo arquitectónico en los presupuestos municipales y la verticalidad de algunas propuestas de los grandes ayuntamientos -por ejemplo, la Noche en Blanco-.

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