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El “renacimiento” de Jean-Michel Jarre

El "renacimiento" de Jean-Michel Jarre

EFE

Potes (Cantabria) —

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Después de 40 años en la música y 68 en el mundo, Jean-Michel Jarre está viviendo “como un renacimiento” tras atravesar momentos duros, una nueva etapa llena de proyectos que intenta afrontar “con la mente y el corazón vírgenes para crear”, como si cada nueva aventura artística fuera la primera.

Con esa actitud, “con la mente totalmente abierta y sin prejuicios”, ha visitado el monasterio de Santo Toribio de Liébana, uno de los cinco lugares santos de peregrinación de la cristiandad y el escenario donde, el 29 de abril, desplegará su universo creativo ante las 6.000 personas que podrán disfrutar del que ya ha anunciado como “The Connection Concert”.

Jarre, que será uno de los grandes reclamos del Año Jubilar Lebaniego, ha hablado en una entrevista con EFE de esa cita, del “nuevo capítulo” que ha abierto en su vida, de su relación con el público y de lo que traerá el desarrollo imparable de la tecnología, a la que “no tenemos que tenerle miedo”.

Cuenta que después de atravesar la estrecha y sinuosa carretera del Desfiladero de la Hermida que conduce al valle cántabro de Liébana, sintió como si el cielo le estuviera dando la bienvenida y entonces entendió por qué el monasterio fue construido allí.

“Un lugar tan espiritual como este es una fuente de inspiración indudable”, asegura el músico de Lyon (Francia), que quiere que la escenografía, las luces y la música que sonará en ese concierto expresen una idea que vio clara al llegar: “Nosotros somos pasajeros, viajeros que estamos aquí un momento y después ya no, y el monasterio es un símbolo de la eternidad”.

Después le espera otro escenario cargado de simbolismo, Masada (Israel), en el Mar Muerto y una larga gira por América, que llegan tras romper ocho años de silencio discográfico con tres grabaciones: las dos entregas de “Electronica” y el cierre de la trilogía “Oxygene”, que abrió hace cuatro décadas con un trabajo icónico que sentó las bases de la música electrónica.

“En catorce meses he sacado tres discos, tengo la gira, proyectos especiales como The Conection Concert. Creo que sí es un nuevo capítulo. Hace seis o siete años perdí a mis padres, a mi productor, fue un año muy duro. Ha sido como un renacimiento, un nuevo capítulo de mi vida, una nueva etapa”, confiesa.

Y añade: “Siempre he pensado en mi carrera musical como si consistiera en trabajar para conseguir la música perfecta. Pero muchas veces es como estar en el desierto, ves un espejismo y crees que te estás acercando pero cada vez está más lejos. Por eso en cada nuevo proyecto me gusta trabajar como si fuera el primero, como cuando he llegado aquí. Siempre intento mantener mi mente y mi corazón vírgenes para crear así”.

Embajador de la Unesco y elegido en 2013 para ser la voz de tres millones de creadores al frente de la CISAC (la Conferencia Internacional de Sociedades de Autores y Compositores), los grandes números abruman en la biografía de un artista que, según asegura, podría haber sido arquitecto o astrofísico pero tomó otro camino porque la música es para él “una adicción”.

Y posiblemente de origen genético. Es hijo de un gran músico, Maurice Jarre, que ganó tres premios Oscar por sus bandas sonoras, un territorio que él también ha explorado, de la mano de Peter Weir en “Gallipoli”, el debut de Mel Gibson.

Jean-Michel Jarre ha vendido más de 80 millones de discos y ha entrado tres veces en el Libro Guiness de los Récord por sus apabullantes audiencias en vivo: en 1986 reunió a 1,3 millones de personas en Houston, en un concierto en colaboración con la Nasa, y en 1997 atrajo a 3,5 millones en un espectáculo memorable en el que tuvo como invitados a los astronautas de la estación MIR, en conexión desde el espacio.

“Seguramente da más miedo hacer un concierto en una capilla ante una audiencia de trescientas personas, porque estás ahí, cerca de ellos”, responde a la pregunta de si no da vértigo enfrentarse solo a tanto público. “Es muy agradable pensar que tengo ese poder de convocatoria pero nunca ha sido una prioridad para mi”, añade.

Para el artista francés, interpretar ante el público, sea el que sea, consiste sobre todo “en una química entre dos entidades”, una química que es “como enamorarse, funciona o no”.

Y por mucho que avance la tecnología cree que ese contacto seguirá siendo necesario en el futuro. “Al fin y cabo somos animales analógicos, hechos de carne y hueso y eso no va a cambiar”, sentencia.

Apasionado de la ciencia y la tecnología, vaticina que la revolución del siglo XXI se producirá en el mundo de la inteligencia artificial y que en tres o cuatro décadas habrá equipos capaces de escribir guiones de películas o letras para canciones.

Jarre invita a mirar a lo que está por llegar sin miedo: “Creo que debemos tener la esperanza de que el futuro va a ser mejor que el pasado”, dice, un futuro “que no tiene por que ser el futuro de Terminator”.

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