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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Para ti solo tengo GIFs de desprecio

Un GIF con la cabeza del actor Gerard Butler como Leónidas, en la película '300'

Raúl Minchinela

La incansable tenacidad de los trolls de internet, que remueven las aguas digitales con sus intervenciones coléricas, tiene competencia en la era de la imagen. El ruido y la furia se están sustituyendo por el desdén y menosprecio. La verbalización se está reemplazando por GIFs animados.

La costumbre se ha extendido con ímpetu y en las galerías se multiplican los bucles infinitos con muecas de rechazo entre famosas en traje de gala y gestos desdeñosos entre personajes de ficción. El New York Times Magazine le dedicó un extenso artículo titulado The Underground Art of the Insult. Allí trazaba los desplantes digitales hasta referentes reivindicativos: por un lado, las lenguas viperinas que reparten justicia en el micrófono de los locales LGTB emperifolladas de lentejuelas, y por otro, el silencio obligado de los esclavos negros en las plantaciones del siglo XIX, que les forzaba a expresar el menosprecio con signos codificados. Cuando el Magazine celebraba la extensión del GIF donde Aretha Franklin le retiraba el saludo a Patti Labelle, proyectaba en los retuiteos la militancia de resistencias silenciosas, que tenían incrustados en sus gestos vindicaciones y peleas por derechos. Esas procedencias más que iluminar la cuestión proyectan sobre ella una luz beatífica: la infamia muda como justicia poética articulada mediante el glamour, la espada flamígera empuñada por reinas del papel cuché. Una línea que reunía en un mismo trazo la extensión de loops de famosas retirando el saludo y el aluvión de GIFs que terminaban, uno tras otro, con unas gafas pixeladas que se remataban con un rótulo común e invariable: 'deal with it', que en paladino vendría a significar 'te lo comes'.

En España, las referencias para los desplantes sin argumento son bastante más pedestres: por un lado, la retirada ante afectos indeseados que la película Pagafantas bautizó como 'hacer una cobra', y por otro, el compendio de frases que las madres se transmiten unas a otras para saldar las discusiones sin entrar en pormenores ni en negociaciones, y que tiene su fórmula más sencilla en la inversión del género: 'ni consola, ni consolo'.

La extensión del desplante en internet contrasta con la bondad neutra que se ejerce en la época de las cámaras de bolsillo. Cuando comenzó la fiebre de las selfies, los internautas abandonaron las parrafadas del pasado. Convencidos del lema que sostiene que una imagen vale más que mil palabras, no le daban a la imagen ningún contexto descriptivo. Lo que acompañaba las fotografías ya no era un párrafo descriptivo, sino una literatura aún más concreta: los proverbios, las frases hechas, los consejos de abuela, los lemas de autoayuda, las cantinelas de almanaque, las inscripciones de sobre de azúcar.

En todas las latitudes y en todos los idiomas del planeta se encuentran selfies de deportistas comprobando sus resultados de gimnasio rematadas con la frase 'caer está permitido, levantarse es obligatorio'. Es una fórmula tan reconocible y tan tenaz como el smiley de los dos puntos y el paréntesis. Colgar una panorámica de montaña y poner que 'el paisaje varía, la gente cambia, las necesidades se transforman, pero el tren sigue adelante; la vida es el tren, no la estación¡'. Quienes no quieren articular un juicio sobre su estado personal, externalizan el dictamen. Todos los momentos caben en la misma convicción de cantos intercambiables al amor, la comprensión, la fraternidad y el sacrificio. Es en estos mismos rincones donde florecía el desplante como interacción digital, brillando con toda su sombra entre tanta devoción de positivismo.

El universo conspira... también en tu contra

El desplante prospera en internet porque los lemas de autoayuda no se pueden aplicar a las relaciones conflictivas. Es el desengaño de la convivencia, en el contexto del egoísmo: las frases de Paulo Coelho valen también para los rivales. El universo conspira para cumplir tus deseos, y eso implica que también conspira para que los canallas culminen sus planes. Quien sustituye las intervenciones por frases de autoayuda, nota cómo se derrumba el andamiaje en el enfrentamiento. Las propuestas de fortuna y de superación se pueden aplicar sin cambiar una sílaba para defender los planes ruines, así que la respuesta termina siendo muda. El universo conspirará, pero Aretha te retirará el saludo y un actor te dará largas con unas gafas pixeladas superpuestas.

El recorrido traza así una vuelta completa. Al principio teníamos la interacción luminosa y autoconsciente que propugnaba Cómo hacer amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie, el primer best-seller del género de la autoayuda, el más célebre de los manuales de buenrrollismo interesado. Sus mantras de la comunicación interpersonal debían vehicular las comunicaciones digitales, pero ya solo se intuyen en las intervenciones de los Community managers. Progresivamente, las redes han optado por Cómo ser grosero e influir en los demás, el libro del humorista Lenny Bruce que acaba de editar en español el sello Malpaso.Las sucesivas transformaciones de la red, primero un lugar de texto, luego de imagen y hoy de imagen en movimiento, se han hecho más y más breves las intervenciones y han desembocado en esta versión inmediata del corte, la insolencia y el cacareo.

Donde lean cantos al amor (propio), a la camaradería (con los tuyos) y la superación (de tus asuntos), encontrarán que solo hay dos respuestas para los demás: levantar los dedos medios (por activa) y retirar los saludos (por pasiva). El desplante es moneda corriente de la interacción digital porque en mi aparato mi palabra es la ley, como cantaba Vicente Fernández. Lo que el troleo cumple por acción, el desplante lo satisface por omisión.

También las baldosas de 'hogar dulce hogar' solo se colocan de puertas adentro. 'Los sueños el origen de todas las cosas' es un lema que solo se ejerce hacia el interior. Para los demás: pum, te lo comes.

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