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El sonido perfecto, “un ideal que nunca alcanzaremos”

El sonido perfecto, "un ideal que nunca alcanzaremos"

EFE

Madrid —

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Asegura Greg Milner, voz internacional versada en el tema, que parte de la evolución de la humanidad se define por una lucha continua por captar de la manera más fidedigna la realidad, concretamente los sonidos y, con ellos, la música, pero que esa perfección es en realidad “un ideal que nunca alcanzaremos”.

“No existe una única noción de lo que significa eso, el sonido perfecto”, señala a Efe el autor de uno de los libros más influyentes de los últimos años, reverenciado por gurús como Jack White o Jarvis Cocker, quien dijo de él: “Muy, muy, muy pocos libros cambiarán la manera en la que escuchas música. Éste es uno”.

Se trata de “El sonido y la perfección” (Léeme), cuya primera edición en castellano llegó recientemente al mercado después de que otro músico, Yuri Méndez (alias Pájaro Sunrise), lo tradujera “como un acto de amor para poder regalarlo a otras personas”.

“Algo hizo click en mi cabeza. A mí me ha servido para reforzar cosas que ya pensaba, como lo relativa que es la forma de percibir la música o que no hay una manera que sea mejor que otra de grabar”, apunta.

En su obra, Milner aborda “conceptos engañosos” como la alta fidelidad y muestra cómo la tecnología ha influido en la música popular, modificando nuestro oído y percepción, con ejemplos como las primeras pruebas de tono en las que Edison exhibía su fonógrafo ante un grupo de personas, incapaces de distinguir el sonido grabado del de una banda tocando en directo.

“Para ellos, aquellos sonidos ya eran perfectos”, subraya.

Casualmente, la publicación del libro en España ha coincidido con una de las exposiciones clave de estas Navidades en Madrid, “1, 2, 3. ¡Grabando!”, en la que la Fundación Telefónica recorre la historia de 150 años de grabación y reproducción del sonido.

“Más que instrumentos científicos, esto son piezas artísticas”, afirma Milner sobre el contenido de la muestra, en la que hay espacio para, precisamente, el fonógrafo, pero también para la mesa de mezclas, el gramófono, vinilos, el walkman y, también, el iPod.

“Mentiría si dijera que no escucho música en MP3. No soy de los que piensan que disminuye la magia de la música en cuanto que él mismo es mágico: retiene entre un 70 y un 90 por ciento de la información original y permite llevar una fonoteca en tu bolsillo”, apunta Milner en defensa de tan denostado formato.

Colaborador habitual de medios como Rolling Stone, Wired y el Sunday Times, Milner tardó tres años en escribir el libro, aunque es en realidad el resultado de toda una vida interesándose por ese pequeño milagro del sonido, lo que le llevó a la premisa de cualquier medio condicionará el resultado final.

Preguntado, eso sí, sobre cuál de todos los soportes utilizados a lo largo de la historia de la música suena mejor, responde que, a su parecer, “un vinilo reproducido a 45 revoluciones por minuto es fantástico”.

Quizá por ello no ve como “una idea tan loca” el extendido interés entre los músicos actuales por volver a grabar con tecnología analógica.

“Si ayuda a captar el tipo de sonido que a uno le gusta... Algunos de los discos que se hicieron en la era analógica siguen sonando de una forma increíble”, dice Milner, que solo protesta contra la máxima imperante en la radiofórmula desde la llegada del sonido digital de que “cuanto más alto el volumen, mejor”.

¿El próximo gran salto en el ámbito del registro y la reproducción musical? “Después del MP3 y del 'streaming', que hace que ya ni siquiera sea necesario tener descargada la música, supongo que el próximo paso lógico será desprenderse también del móvil e implantarse un chip que permita disfrutar del sonido en nuestras cabezas”, vaticina Milner, sin poder evitar una carcajada.

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