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Las dos Marías del Valle-Inclán

La Ribot

Marta Peirano

La Ribot, Premio Nacional de Danza en el año 2000, mezcla la danza con la performance y técnicas del new media para explorar nuevos lenguajes y territorios, pero sus efectos especiales favoritos son su delgadez extrema y la cercanía incómoda del espectador. Como aquella vez que se bebió un bidón de agua, transformándose frente a su público como la serpiente de El Principito se transforma en sombrero. O cuando obliga al visitante a colocarse en espacios que se convierten sin previo aviso en lugar de la acción, o los obliga a seguirla como quien sigue una pelea en un bar, cambiando de lugar y apartándose para no llevarse un golpe.

En El Triunfo de la Libertad, sin embargo, ha renunciado a ambas cosas. Para el trabajo que presenta este fin de semana en el Teatro Valle-Inclán, La Ribot se ha aliado con dos colaboradores habituales; el coreógrafo Juan Domínguez -director durante años del festival In-Presentables, de La Casa Encendida- y Juan Loriente -actor fetiche del dramaturgo argentino Rodrigo García-. Entre los tres presentan un espectáculo de danza de una hora en el que no sale nadie al escenario. El protagonista del cartel no es el cuerpo desnudo sino la palabra.

“Ante nuestros ojos -explica la nota- un texto desfila por unos paneles LED. Personajes reales, históricos o de ficción entrecruzan la historia que se desarrolla en una repetición de acontecimientos a través del tiempo.” El escenario no contiene cuerpos pero sí voces, en una telaraña de relatos históricos, fragmentos poéticos y citas. “Lo que hemos hecho simplemente es quitar el cuerpo y hemos dejado el alma”, decía Domínguez en la RFI

La obra se estrenó en el Festival de La Bâtie de Ginebra -ciudad en la que vive La Ribot, que es madrileña, desde hace años- con bastante revuelo. Después ha pasado por París, según ella “el paraíso de la danza” y ha subido al festival Escenas do cambio, en Santiago. Lugar donde su estrella se junta con su compañera del cartel en El lugar sin límites.

María Salgado y Fran MM Cabeza de Vaca: el difícil arte de cambiar de tamaño

Hacía un ruido, la zona de investigación que la poeta María Salgado y el compositor Fran MM Cabeza de Vaca echaron a andar en enero de 2014 también usa proyecciones, efectos sonoros y hasta un vinilo que contiene generaciones enteras y un ruido que venía como de Portugal. Esto son nuevas y viejas tecnologías, pero el efecto especial del combo es, sin duda alguna, la propia María Salgado. Pequeña y delgada, casi diríamos insignificante, cuando sale a recitar al escenario aumenta paulatinamente de tamaño hasta alcanzar la potencia de un ciclón. Sin beberse nada de nada.

Aunque ha habido poetas notables en nuestro país, es posible que no haya habido ninguno que recite como ella. Salgado, que es natural de Galicia, posee una voz profunda y una cadencia magnética, pero su potencia llega de otro sitio. En un género que sobrevive contaminado por un pegajoso exhibicionismo sentimental, su voz surge de la inteligencia y de una comprensión quirúrgica del medio poético. Hace poco publicamos su lista de influencias para esta espectáculo, un circuito que contiene vanguardias de la poesía, la escena y la música, pero también feminismo, protesta y el lenguaje de la liberación.

Como consecuencia, también es probable -y hasta deseable, si atendemos a sus ambiciones en lugar de nuestras necesidades- que tarde poco en marcharse a lugares donde su trabajo encuentre un espacio para crecer, sin tener que pelearse cada día. “La política cultural de este país nunca ha funcionado muy bien y peor aún para las artes de la escena”, nos decía La Ribot hace algo más de año, la última vez que la madrileña estuvo en Madrid. Por eso es imprescindible ir a ver a las dos Marías mientras todavía están por aquí.

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