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El estereotipo sexual de la Jezebel o por qué 'España no es país para negras'

Silvia Albert en la obra 'No es país para negras'

Mónica Zas Marcos

España no es país para actores afrodescendientes. Ni para migrantes que se juegan la vida en concertinas o parejas magrebíes que viajan en metro. España no es país para negros, pero mucho menos para negras.

Es una afirmación arriesgada en una nación que carece de autocrítica y donde “la gente no se considera racista, pero lo es”. Los únicos que lo saben son quienes sufren esta discriminación a diario, y además doble en el caso de las mujeres.

La actriz Silvia Albert lo demuestra encima de las tablas con un libreto en el que entremezcla su propia experiencia con la de sus “hermanas”. No es país para negras es un monólogo itinerante que acoge el teatro OFF Latina de Madrid y en el que Albert va mudando de piel, de la suya negra a la blanca mayoría de este país, para enseñarnos nuestras vergüenzas.

Tan pronto es ella de niña jugando a la rayuela, como esos señores mayores que le gritan “¡negra, negra!” con desprecio. Es la novia quinceañera de José, blanco y de familia católica, pero también representa a la madre que la cataloga como “de color” y al padre que se ríe de que haya nacido en el País Vasco. Después, en una discoteca, habla en boca de sus amigotes, que dan por hecho que es una Jezebel insaciable por los estereotipos sexuales que pesan sobre las mujeres negras y latinas.

“Para mí esa es la parte más delicada, la de la sexualidad de las chicas negras. Es una herida grande que aún está sin curar. Por suerte, hemos encontrado una forma de representarlo en la que no me siento muy interpelada”, confiesa Albert. Utiliza la comedia como bálsamo sin que eclipse ni frivolice el mensaje principal: los amigos de José no son una caricatura, son un reflejo real y preocupante.

Como declaró la periodista Lucía Mbomío a este periódico, la imagen libidinosa y exótica de las mujeres negras desencadena situaciones intolerables que mezclan el racismo con el machismo. Pero No es país para negras incide en muchas faltas más. Por ejemplo, en esas preguntas y comentarios, aparentemente inocentes, pero que tan solo esconden un patrón de prejuicios.

¿Y tú de dónde eres? Cuando estás hablando con una persona de un color de piel diferente, esa pregunta no es inocente, no es una mera curiosidad. Tú lo que quieres saber es por qué soy negra”, diferencia Silvia Albert. Lo mismo ocurre cuando hacen referencia al color carne en los colegios, donde cada vez hay más niños 'no blancos'.

“¿Qué color es el color carne?”, dice Silvia confundida mirando su brazo negro en el escenario. Son detalles nada nimios que favorecen la discriminación y cosas peores, como alertaban en Afroféminas. “En ocasiones, al público le cuesta más entender el racismo en estos gestos cotidianos”, revela la intérprete.

No más papeles de criadas y prostitutas

La concienciación es una de las materias pendientes en nuestro país, y por eso muchos afrodescendientes escogen la literatura y las artes escénicas para hacer pedagogía. Pero, ¿dónde están las comedias, los dramas y los clásicos protagonizados por actores negros? ¿O las películas y las nominaciones en los Goya?

“Respondo lo mismo que dijo Viola Davis en la gala de los Oscar. ¿Cómo va a haber nominaciones si no hay papeles? Y no vale secundarios o para hacer de relleno. Eso por un lado. Y por el otro, dejar claro no tenemos por qué hacer personajes solo de negros”, dice respecto a una profesión que lleva años reclamando más visibilidad. La diversidad racial que baña las calles no se refleja en la cultura, y esa falta regresa como un bumerán a la sociedad en forma de racismo e intolerancia.

Sin ir más lejos, el año pasado sobre estas fechas se lanzaba The Black View, una plataforma de intérpretes para erradicar los estereotipos en la ficción española y apoyar la diversidad. “Soy actor, negro y español, ¿por qué tengo que hacer siempre de inmigrante sin papeles?”, reclamaban entonces.

Silvia Albert va a un paso más allá y pide esto sumado a la causa de las mujeres negras y mayores de treinta. “¿Quién me quiere y para qué? Para hacer de prostituta o roles muy concretos de bruja o de limpiadora. Es lo que sucede cuando te sales de los cánones establecidos como yo, que soy negra, gorda y tengo cuarenta años”, se lamenta. Por eso No es país para negras es tan relevante; porque pone de relieve la realidad de la doble opresión que tantas veces se intenta desmentir. 

Sin embargo, Albert no pretende esperar de brazos cruzados. Está trabajando para llevar sobre las tablas la historia de las figuras femeninas que han sido borradas de la historia: la poeta Carolina María de Jesús, Wangari Maathai o la calculadora humana Katherine Johnson. Un proyecto que ayudará a los más de dos millones de afroespañoles -según el Alto Consejo de Comunidades Negras- y a todos los migrantes negros a encontrar aquellos referentes que les negaron de niños. 

“Quiero que nuestras hijas y el público tengan un reflejo positivo de quiénes somos nosotras. Si todas las historias son de pobrecitas -que también son necesarias- no es suficiente. Los niños en las escuelas deben poder conocer África y su riquezas, no solo su pobreza”, asegura. Hay muy poco espacio, y precisamente por eso no queda hueco para la condescendencia ni el paternalismo.

No es país para negras es la historia de supervivientes, de mujeres poderosas que superaron la brutal colonización, las violaciones, los micro y macrorracismos y el desarraigo en su propio país. Pero sobre todo no es una historia para nosotros, es para ellas, y por eso es aún más obligatoria.

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