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La suave violencia de la razón sobre los hombres

Vida de Galileo | David Ruano

Marta Peirano

Bertolt Brech empezó a escribir Vida de Galileo en Dinamarca, donde se había exiliado voluntariamente para escapar del nazismo. Entonces se identificaba con el matemático, y pronto se familiarizó con el trabajo de Otto Hahn y Fritz Strassmann, padres de la fisión nuclear. Niels Bohr le hizo de fact-checker con sus aseveraciones astronómicas a medida que las iba escribiendo.

En esta primera versión, Galileo es un héroe que se retracta de sus doctrinas para proteger la continuidad de su trabajo. Cuando se muda a California en 1941, Brecht reescribe la obra en inglés con ayuda del actor Charles Laughton. El compositor austríaco Hanns Eisler, también exiliado, les compone 13 canciones para solista, flauta, clarinete y clavecín. En esta segunda versión, Brecht está obsesionado por los efectos devastadores de la bomba atómica y la responsabilidad de los científicos que la hicieron posible. Entre los dos convierten a Galileo en un ególatra cobarde que traiciona a la ciencia para salvar el pellejo. La bomba H había despellejado al dramaturgo de su racionalismo científico. Galileo era un traidor a la ciencia, pero también a la humanidad.

Su comparecencia ante el Comité de Actividades Antiamericanas templa su desprecio por el matemático. Después de pasar por Suiza, Brecht se muda a Berlín oriental donde, en 1953, escribe una tercera versión junto con los miembros del grupo teatral Berliner Ensemble. Aquí Galileo se queda a medias entre el héroe y el canalla, un personaje tan ambiguo como el progreso científico. Esta es la versión que se estrenó el pasado viernes en el Valle Inclán con Ramón Fontseré en el papel protagonista y con Ernesto Caballero a la dirección. Las canciones de Eisner, extrañamente incluidas en la obra, son interpretadas con panache postmoderno por Alberto Frías, pero resultan más bien irritantes.

La verdad de la fe y la verdad de la ciencia

Tras un preámbulo semicómico en el que el propio Brecht aparece en escena, para delirio de la compañía de actores, Vida de Galileo empieza en 1609, cuando el científico tiene 45 años y ejerce de profesor no numerario de geometría, mecánica y astronomía en la universaidad de Padua. Vive con su hija Virginia (Macarena Sanz) y con su ama de llaves, la Señora Sarti (la perfecta Ione Irazabal), cuyo hijo Andrea (Tamar Novas) se convierte pronto en su discípulo favorito. Fontseré, mítico actor de Els Joglars, invoca a un Galileo irascible, iluminado y gruñón. La otra estrella es el escenario circular de Paco Azorín, que es oscuro y sutil y describe muy bellamente el movimiento de los cuerpos celestes.

En su estudio, un astrolabio describe el sistema oficial de Ptolomeo, con la tierra como centro, pero Galileo ha rechazado ese universo oficial en favor del sistema heliocéntrico de Copérnico. Estudia en secreto; hace solo nueve años que el papa Clemente VIII hizo quemar vivo a Giordano Bruno en el Campo di fiori por defender la misma tesis. Pero Galileo piensa que podrá ejercer “la suave violencia de la razón sobre los hombres” con ayuda de las nuevas tecnologías. Piensa que, cuando las autoridades “vean” que el firmamento se mueve, tendrán que ceder a la evidencia y abrazar el nuevo orden celeste.

Cuando Ludovico Marsili, un joven aristócrata que aspira a ser su discípulo, llega hablando del rudimentario telescopio que hace furor en las calles de Amsterdam, Galileo produce un modelo mejorado con el que una noche apunta al cielo, y descubre los satélites de Júpiter, las manchas solares, las fases de Venus y la rotación del Sol. Y se viene muy arriba; con este artilugio hará su demostración ante las autoridades venecianas. Pero, como todos sabemos, Galileo tiene razón y también se equivoca. Las autoridades admiran su telescopio y su cualidad de acercar las cosas, pero se niegan a mirar a las estrellas para darle la razón. Le acusan de saber más que Aristóteles, que describió un Universo finito y estático, de órbitas circulares y uniformes. Le acusan de saber más que Dios.

Es justo recordar en este momento que la filosofía natural sospecha del uso de tecnologías para observar la naturaleza. Como establece la Tercera Ley de Clarke en la cita más usada de la tercera revolución industrial, toda tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia. Y ya sabemos lo que hacía la Inquisición con la gente que practicaba magia.

Eppur si muove

Eppur si muoveLas autoridades obligaron a Galileo a abandonar sus estudios astronómicos durante ocho años, pero su obra gana adeptos en las ciudades europeas. En 1633, el papa Urbano VIII exige que se retracte públicamente. Para desolación de sus discípulos, el miedo al dolor físico le hace claudicar enseguida.

En Vida de Galileo, nadie pronuncia aquella frase que según Giuseppe Baretti Galileo diría entre dientes ante el tribunal de cardenales justo después de abjurar. La rebeldía ocurre más tarde cuando, aunque fuertemente vigilado y tristemente empobrecido, consigue escribir su Discursi Mathematica, que Andrea se lleva de Italia, la chispa que dará lugar a la física moderna. Una dura reflexión sobre la capacidad de la ciencia de mejorar la vida de los hombres, y también de destruirla.

Vida de Galileo estará en el Valle-Inclán hasta el 20 de marzo, con sesiones de martes a sábado a las 20:30 horas y el domingo 19:30 horas. El reparto incluye a Chema Adeva, Marta Betriu, Paco Déniz, Alberto Frías, Pedro G. de las Heras, Ione Irazabal, Borja Luna, Roberto Mori, Tamar Novas, Paco Ochoa, Macarena Sanz, Alfonso Torregrosa, Pepa Zaragoza.

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