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Acoso en el instituto, mejor prevenir que curar

Fotograma de la película 'Nada será igual', que trata el acoso escolar.

Belén Toledo

Estamos en un aula de 2º de la ESO de un instituto de Castellón. En la pantalla acaba de proyectarse Nada será igual, una película sobre el acoso escolar grabada en escenarios de la ciudad. En la cinta, una chica transexual ha estado a punto de suicidarse debido a las burlas y el rechazo de sus compañeros. El vídeo termina y a los chavales, de unos 13 años, les toca debatir sobre lo que han visto.

“¿Creéis que hay de verdad gente que viene a clase con miedo?”, se les cuestiona. Sí, responden algunos mientras los demás asienten. “¿Y es cierto que cuando alguien agrede los demás no hacen nada?” Ante esa pregunta, se crea el silencio. El coloquio acaba pronto porque, entre miradas evasivas y medias sonrisas, los chicos se vigilan unos a otros y evitan contar experiencias propias.

La escena ilustra la dificultad para detectar el acoso escolar o bullying en los centros. “Es muy difícil detectar el acoso en clase. Cuando te enteras, lleva mucho tiempo haciéndose”, confirma Miguel Ángel Peñarroya, profesor de Secundaria en otro centro escolar de la ciudad. Óscar Cortijo, psicólogo especialista en la materia y coautor del libro Cómo prevenir el acoso escolar, es de la misma opinión: “Cuando se produce un caso de acoso, hemos llegado tarde”.

“Viven entre nosotros, pero no con nosotros”

Según José Joaquín Bennasar, psicólogo educativo, es un problema silencioso para los adultos por la falta de comunicación entre padres y adolescentes. Bennasar formó parte durante diez años de la Unidad de Atención e Intervención (UAI) de Castellón, entidad dependiente de la Generalitat Valenciana para prevenir la violencia en las aulas, y cree que el abismo intergeneracional se ahonda por la falta de control de los progenitores sobre el uso de las nuevas tecnologías que hacen sus hijos. “Los chicos y chicas viven entre nosotros, pero no con nosotros”, lamenta.

Cuesta detectar el problema. Pero gracias a la monitorización que hacen órganos como las UAI de cada provincia, los datos muestran que existe. Según un informe de la Generalitat Valenciana, en el curso pasado hubo 331 casos de presunto acoso y 238 de ciberbullying. Las categorías no son excluyentes entre sí, de forma que el mismo episodio puede incluir ambos comportamientos.

Las redes sociales empeoran el problema 

Cortijo cree que estamos viviendo una “eclosión” de casos de bullying, como la hubo con la violencia de género. Ahora los datos visibilizan un problema que antes no se percibía como tal. “Se está acabando con la banalización de este tipo de violencia, y también con la impunidad. Ha habido acoso siempre pero no mecanismos para evitar estas conductas”, explica. Ahora, añade el psicólogo, el fenómeno “se incrementa por las redes sociales, que por sí mismas no son malas pero provocan que una persona esté 24 horas perseguida”.  

La solución es prevenir. Y esto pasa por medir constantemente el riesgo, explica Cortijo. El programa AVE, diseñado por él en colaboración con el psicólogo Iñaki Piñuel, es una manera de conseguirlo. Incluye un cuestionario que se pasa semestralmente a los alumnos. Las pruebas que se han hecho muestran que cuando los chavales apuntan un problema de convivencia en esas pruebas escritas, las verificaciones posteriores muestran que efectivamente lo hay.

Evitar el fenómeno del chivo expiatorio

Es entonces el momento de pasar a la intervención temprana. Es fundamental para evitar que un conflicto puntual se convierta, por repetición, en acoso. Si no se actúa con prontitud, llega el “fenómeno de chivo expiatorio, todo el grupo va contra uno”, explica el psicólogo. El programa AVE también propone un decálogo, que todos los alumnos pactan, con las normas de conducta y las correspondientes sanciones si no se cumplen, que pueden ir desde la retirada del móvil hasta la expulsión temporal del centro.

Los insitutos valencianos no son ajenos a la necesidad de prevenir y abordar el acoso, según explica Bennasal. Hay múltiples programas en marcha, como la mediación o la tutoría entre iguales, que consiste en que un alumno de 3º de la ESO se convierta en acompañante de un recién llegado a 1º. Así, el más pequeño se beneficia de su protección, mientras que al mayor “le ayuda a madurar”, asegura el experto.

Además, la ley autonómica establece que cada centro debe tener un plan de convivencia, con protocolos para detectar y tratar los casos de acoso. Existe, además, un Plan de Prevención de la Violencia y Promoción de la Convivencia de la Conselleria de Educación, que se ocupa de monitorizar los niveles de conflictividad en las aulas. Registra todas las incidencias, desde las agresiones al profesorado hasta el consumo de drogas o la violencia sexual. El acoso supone el 9,7% de estas incidencias en el curso pasado.

La historia de Alejandra 

Los expertos consultados señalan que otra de las patas para prevenir el bullying es la sensibilización. El mediometraje Nada será igual se pensó como herramienta para conseguirlo. Lo ideó Víctor Antolí, profesor de la Escuela Municipal de Teatro de Castellón, que lo llevó a la práctica con jóvenes actores castellonenses y con la financiación de la Diputación de Castellón.

Cuenta la historia de Alejandra, una adolescente transexual que intenta suicidarse después de ver un vídeo humillante sobre ella que un compañero había hecho circular por las redes sociales ante la pasividad de sus propios amigos. Miles de estudiantes de secundaria han visto ya la cinta en los institutos de la provincia.

Antolí se inspiró en algunos de sus alumnos, cuya experiencia con el acoso escolar le impactó: “En los ejercicios de improvisación, había quien se derrumbaba. Me contaban que se levantaban con miedo, que a veces no se atrevían a cruzar de acera. Tengo alumnas que tienen profesores en casa para no ir al instituto, y aún así reciben insultos por redes sociales”.

Ahora, está preparando una segunda parte. En la búsqueda de ideas para el guión, su equipo ha pedido a los seguidores a través de su página web que escriban sus vivencias. Asegura que han recibido más de cien correos electrónicos. Sus autores hablan de “su sentimiento de soledad por ser diferentes, por ejemplo por exceso de peso, o porque son introvertidos y se les ve un blanco fácil. Siempre abusan cuando no te respetas”. Otras cartas son de menores “bisexuales u homosexuales” que tienen que soportar insultos.

Hacia una sociedad más libre 

El acoso escolar puede tener consecuencias graves si no se frena a tiempo, explica Cortijo. La víctima puede padecer estrés postraumático o depresión, y en casos extremos intentará suicidarse. También para el menor que agrede es vital que su conducta sea detectada a tiempo. Cortijo cree que a un agresor se le puede reconducir “en edades jóvenes. A los 10 años se puede todavía interiorizar la norma moral. Hay una plasticidad para cambiar una conducta”.

En su opinión, el beneficio de la prevención no solo llega a los niños implicados. Además, beneficia a toda la sociedad. “Lo que estamos demostrando es que si a los niños acosadores no se les detecta y no se les reconduce, tienen mucho riesgo de acabar siendo maltratadores domésticos o en el trabajo. Si maltrata y no hay respuesta, aprende que no hay consecuencias”, advierte. “Si no intervenimos, estamos generando una sociedad menos libre”.

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