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Áreas metropolitanas: contrapoder y amenaza a las diputaciones

El alcalde de Albal, Ramón Marí, junto a la consellera María José Salvador, en la firma de la autoridad metropolitana de transporte

Moisés Pérez

Valencia —

Tras 24 años de paralización del sueño metropolitano de la izquierda, ahora renace forzado por esa nostalgia y, en especial, por las nuevas realidades urbanas. Con la colaboración imprescindible del Consell, el tripartito que gobierna Valencia y los municipios de su área de influencia -ahora también teñidos de rojo y naranja- caminan con paso firme hacía la creación de una área metropolitana que dé soluciones a los problemas que crean los límites municipales propios de otros tiempos.

El alcalde de Valencia, Joan Ribó (Compromís), inició nada más llegar al Ayuntamiento una ronda de contactos con muchos de los alcaldes de las poblaciones que se sitúan alrededor de Valencia y que la expansión urbanística ha convertido, prácticamente, en una prolongación de la ciudad -véase Mislata-. De ellos surgió el compromiso de impulsar un ente enterrado por el anterior gobierno municipal de la capital. La idea era responder a problemas inconcebibles como el de no poder usar el mismo sistema de bicicletas municipales entre Valencia y Mislata, por ejemplo.

De ahí, la creación de una autoridad única de transporte para toda el área de Valencia. Un primer paso para constituir un ente supramunicipal -en connivencia con el Consell- con unas capacidades competenciales, a priori, de gran importancia. Que un organismo ostente la gestión del agua, los residuos, el transporte, el urbanismo o el alumbrado no es una cosa menor. Más cuando mancomunaría -al menos así se constata en la autoridad metropolitana de transporte- los servicios de cerca de 60 municipios. Así, se ampliaría a las poblaciones instaladas en los límites reales de influencia de la capital del Túria.

La formación de un área con una población de más de un millón y medio de habitantes constituirá un lobby muy fuerte. Con la Diputación de Valencia en plena retirada y buscando ceder competencias a la Generalitat Valenciana, la capacidad de presión de esta entidad sería mayor. Y supondría un contrapeso a la gestión de esa institución provincial que camina hacía su disolución más pronto que tarde. Es más, la conformación de esa área metropolitana no solo afectaría al ejecutivo provincial, sino al propio Consell. También sería un contrapoder para el inquilino del Palau.

Pero, además, parece ser una estrategia política a jugar para el futuro. Una apuesta diferente para organizar la Comunidad Valenciana, superando así el marco caduco de la provincia, arrasado por los vientos de los nuevos tiempos (donde de forma paradójica la ciudad, en toda su extensión, se convierte en el ente más 'global').

“El futuro se puede resumir en una frase: menos diputación, más áreas metropolitanas. En los sitios con pocos habitantes, mancomunidades. Donde hay mucha gente, áreas metropolitanas”, insistía Ribó en una entrevista con eldiario.es. La afirmación sintetiza la nueva apuesta, y el posible cambio que se avecina: la muerte de las diputaciones -aunque para ello se precise de un reforma de la Constitución- y el surgimiento de entes que se adapten mejor a las nuevas realidades. Hasta su llegada, la conformación de nuevos organismos metropolitanos será una merma de poder de las diputaciones. Un contrapoder abocado a reemplazarlo.

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