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Sara Gee & Ramblin Matt: cuando el Mississipi desemboca en el Turia

Sara Gee y Ramlin Matt en concierto

José Manuel Rambla

VALENCIA —

Algunas vidas son como el slide de una guitarra de blues, esa nota que arrastrada por los trastes del instrumento consigue arrancarle un quejido a veces amargo, melancólico siempre. Algo de eso hay en la trayectoria de Mateo Ramblin Matt García que de las antaño siderúrgicas y mediterráneas orillas del Puerto de Sagunto le condujo en los años 90 hasta Estados Unidos, donde residió seis años, vivió en Chicago y recorrió en varias ocasiones el Mississippi guitarra y mochila enristre donde terminó de empaparse de blues, country y música del Delta. Con esa música en la maleta, y tras pasar una temporada en España, en 2003 Mateo viaja a las puertas de otro delta, el del Nilo. Allí actuará en diferentes night clubes de El Cairo hasta que un buen día se traslada a la isla Zanzíbar donde regenta un bar durante un par de años. En 2006 regresa a Europa, instalándose en Londres donde perfeccionará su formación musical y actuará tanto con el grupo Los Jailbreakers, como en solitario con The Ramblin Matt Trio.

Tras este peregrinaje, recorrido no pocas veces por el hiriente filo de la navaja, Mateo retorna en 2013 a tierras valencianas. “Aunque nadie es profeta en su tierra, o eso dicen las malas lenguas, siento que estoy en un momento de mi vida en el que tocaba regresar a la única identidad con la que me identifico, el Mediterráneo”, comenta. Y en Valencia, durante una jam sesión promovida por el armonicista Danny Boy, le aguardaba una sorpresa que iba a marcar sus actuales pasos vitales y musicales. Aquella sorpresa fue la voz y la energía de Sara Gee González interpretando “Hard headed woman” de Wanda Jackson. Fruto de este encuentro surgió Sara Gee & Ramblin Matt que desde hace varios meses está recorriendo los más variados escenarios valencianos como una de las propuestas musicales más interesantes del momento. Y buena prueba de ello es su primer CD “The heroin dress”, un estupendo trabajo grabado a caballo entre Londres y Valencia.

La música es algo inseparable de la biografía de Mateo. De hecho bromea evocando cómo el “primer dinero” que ganó en su vida vino de la música: cantando villancicos de niño por las casas. Han pasado casi cuarenta años desde que se colgó por primera vez una guitarra en una rondalla escolar y el instrumento le ha sido fiel desde entonces.

Con una estética explícitamente canalla, Mateo recuerda sus primeros pasos musicales allá por los años 80, tocando en bandas valencianas de rockabilly como Incorregibles o los Dalton. Sin embargo, su encuentro con el blues también sería muy temprano cuando, allá por 1978, escuchó por vez primera el disco “Boogie Chillen” de John Lee Hooker. Desde entonces ha ido profundizando en las raíces de esta música, como deja constancia la imagen de Robert Johnson que luce tatuada en el pecho. “Mi viaje musical ha ido hacia atrás, conectando un descubrimiento musical con sus raíces anteriores, influencias...hasta morir en principios del siglo XX”, destaca. Aunque eso sí, sin sacralizar ningún pasado: “La reflexión y el respeto a las raíces son buenos, aconsejables y útiles, pero también necesitamos frescura e ingenio, sin el toque personal, el buen gusto y las ganas de crear no hacemos nada”, señala.

Sara tiene en la mirada y la sonrisa la misma energía que en el escenario logra imprimir a su voz. Todavía recuerda muy bien la primera vez que cantó en público, durante una noche de “golferío” con unas amigas en un garito del barrio del Carmen. Allí, la música que un desconocido cliente americano había comenzado a improvisar al piano, le animó para pedirle al espontáneo músico que tocara un tema de Bobby McGee, arrancándose allí mismo a cantar.

“Nadie sabía que yo cantaba, de hecho, por aquel entonces casi no lo sabía ni yo. El bar era minúsculo y estaba a reventar. Y ahí, asomando la cabeza entre los barrotes de una escalerita que subía a la parte de arriba, me solté la melena”, recuerda.

Tras estudiar Arte Dramático, su abrazo definitivo con la música le llegó fuera de las tierras valencianas, aunque no tan lejanas como a su compañero de acordes. Fue en Formentera, donde se trasladaría varios años a vivir y en lugar donde comenzaría a tocar la guitarra y a escribir canciones, junto con el carismático músico Erik Doornweerd, toda una institución en la isla desde que llegó en 1968. Desde entonces, la relación de Sara con el blues ha sido algo natural. “Desde luego es la música que me gusta escuchar, per no hubo una canción que me convenciera, ni algo que yo decidiera así, en plan: o esto, o nada. Más bien es lo que me sale”, destaca. De hecho, ha probado con otros estilos como el flamenco, pero no terminado de cuajar.

Esa naturalidad con que Sara y Mateo viven e interpretan el blues y el country queda reflejada en los diez temas que componen “The heroin dress”. Un trabajo donde también se constata la influencia que tienen en su música los intérpretes clásicos norteamericanos. No en vano, el disco incluye dos temas de Hank Willians Sr. (“Long gone mommy” y “You win again”), así como el “Better off whit the blues” de Delbert McClinton y el “Love me like a man” de Bonnie Raitt. A ellos se suma el particular homenaje que Mateo hace a Johny Cash y su banda con su tabernario “Morning rain (Ballad of the lonesone drunk)”. El resto de canciones están escritas y compuestas por Sara, con arreglos de Mateo.

La naturalidad con que Sara aborda esta música queda de manifiesto con la impronta que su voz, dulce y rota a la vez, deja en cada tema. La cantante, que también toca la guitarra, queda reforzada por la solvencia con que Mateo la respalda musicalmente a la guitarra, el dobro, el bajo, la percusión o subrayando su modulación en los coros con su contrapunto más castigado. Esta harmónica fusión musical queda así recogida en este álbum de forma perfecta. Incluso Sara se permite, con unas gotas de humor, aludir a este fructífero encuentro musical en algunas de las canciones del disco, como “The girl with the sunshine in the eyes” o “A woman needs afriend”.

Ahora, mientras ultiman nuevos proyectos, Sara Gee y Ramblin Matt recorren las radios y los escenarios valencianos, grandes o pequeños, presentando su música en directo. Una de sus últimas actuaciones ha sido el reciente homenaje tributado por músicos valencianos a Lou Reed en el Loco Club. En cada actuación, esta pareja de músicos pone de manifiesto cómo a los acordes de una guitarra el Turia es capaz de parecer el Mississippi y asumir la tristeza terapéutica del blues. “Creo que todos tenemos el blues –comenta Sara-, otra cosa es saberlo sacar. Coger tus pupas y cantarlas, para que no te duelan tanto. O incluso, que tu blues sea interesante de escuchar para el resto porque se identifican, les asombra, o les anima ver que alguien está peor”.

Para Mateo la relación con el blues es tan intensa que casi puede considerarse epidérmica. “Se va adentrando entre las capas de tu piel y asentándose conforme la vida va pasando y acumulamos experiencias”. Tanto que en ocasiones puede convertirse en una adición peligrosa. Por eso, este valenciano tatuado y canalla, experto en viajes vitales, no descarta aventurarse en un futuro por nuevas travesías musicales: “me imagino haciendo muchas clases de música diferente, dentro de ciertos estilos e influencias, dependiendo de lo que el alma me pida”.

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