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Las brechas de género y el déficit masculino en los trabajos de cuidados

Capitolina Díaz

Valencia —

Comenzaremos por una definición y unos datos mínimos sobre el fenómeno social de las Brechas de Género. Según el Dictionary.com, brechas de género son las diferencias entre mujeres y hombres, especialmente aquellas que se reflejan en los logros o actitudes sociales, políticas, intelectuales, culturales o económicas.

El concepto de brecha se está usando, cada vez con más frecuencia, en los análisis sociológicos destinados a fundamentar políticas públicas y recomendaciones. Quizá la publicación más conocida con el título de Brecha de género sea el informe que, desde 2006, periódicamente elabora el Foro Económico Mundial bajo el nombre de Índice de Brecha Global de Género. A partir de dicho índice clasifica 145 países (en 2015) según lo bien que aprovechan el talento femenino de sus respectivos territorios. El índice se basa en indicadores económicos, educativos, de salud y de participación política. Habiendo acumulado ya datos a lo largo de una década, la mencionada edición de 2015 muestra que mientras el mundo ha progresado en general, las desigualdades de género siguen siendo severas y obstinadas. Esta persistencia de las desigualdades de género hace que hoy en día los grandes organismos internacionales, la ONU, la OCDE, el mencionado Foro Económico mundial y numerosos países tengan en sus agendas la preocupación por cerrar las brechas de género.

Antes de entrar en detalles sobre el fenómeno a estudiar, conviene tener una idea de sus dimensiones, aunque sea a grandes trazos. Veamos pues, el aspecto y las proporciones de las brechas de género, en 2015, según el Índice del Foro Económico Mundial, de acuerdo a las cuatro grandes dimensiones o indicadores en las que lo presentan.

Este gráfico es excelente, tanto por lo que muestra como por lo que oculta. Apenas nos vamos a detener en lo que muestra. A tenor de estos datos sintéticos vemos que, afortunadamente, en educación y salud las mujeres del mundo prácticamente igualan a los hombres, pero en participación en la economía la brecha todavía es enorme, de 40 sobre 100, y en participación política la brecha se abre hasta 80 puntos sobre 100. De todos modos, aún en aquellas dimensiones en las que la cifra global es bastante equilibrada, las diferencias de detalle y en algunos países en particular, siguen siendo notables y hay otras brechas, no planteadas en esta presentación simplificada que nos ofrece el Foro Económico Mundial a modo de resumen, que limitan las expectativas y la vida de las mujeres y perjudican el desarrollo y el bienestar de la población general.

Lamentablemente, lo dimensión más importante está oculta. Hay otra dimensión, otra brecha que no aparece en este cuadrante y que no sólo está en la base de todas las brechas de género si no que es la que da cuenta directa de las dos que aparecen en la gráfica como las más notables (participación económica y política) y que reducirla o colmatarla nos pondría como civilización en el camino del cambio más drástico (¿me atreveré a llamarle revolucionario?) que me puedo imaginar. Me refiero a la Brecha de Género de Cuidados. A la brecha entre mujeres y hombres en la atención y los cuidados. Por cuidados nos referimos a aquellos no pagados, producidos generalmente en el propio hogar, consistentes en tareas de reproducción vital para el bienestar y desarrollo de las personas y para mantener los lazos sociales.

El desarrollo de las sociedades que conocemos ha ido acompañado de una clara división sexual del trabajo: los hombres se han dedicado al trabajo productivo, mayoritariamente, y las mujeres al trabajo productivo y reproductivo. Las mujeres siempre se han ocupado (dependiendo de épocas históricas, culturas y clases sociales) de tareas productivas (desde hacer el pan o cultivar la tierra a entretener a las visitas) pero han sido definidas, etiquetadas e identificadas por su dedicación a las actividades reproductivas. No sabemos si en los comienzos de nuestra especie tenía más valor un trabajo que otro, pero desde hace milenios, el trabajo reproductivo ha tenido menos valor social que el trabajo productivo (¿tal vez porque era más difícil extraerle la plusvalía?). Ello ha alejado a los hombres de dicho trabajo y ha sobrevalorado el trabajo productivo hasta el punto de que nuestras sociedades tienen como principal valor y están organizadas en torno al trabajo productivo y su traducción en riqueza. Mientras que el trabajo reproductivo y su traducción en bienestar está en segundo plano.  Se ha producido pues, una gran brecha entre la consideración de un tipo de trabajo y otro y una gran brecha de género entre quienes se dedican mayormente a uno que a otro.

La Brecha Salarial es la brecha de género a la que más páginas ha dedicado la literatura especializada, la más denunciada desde los sindicatos y a la que se han dirigido y se dirigen numerosas políticas públicas, pero los resultados han sido escasos, como ya se comentaba arriba. Las razones son amplias, pero la principal es la persistencia de la Brecha de Cuidados.

Efectivamente, el concepto “Brecha de Cuidados” nos permite entender que no es suficiente ni posible la igualdad de género dentro de un modelo de predominio masculino o patriarcal como en el que vivimos,  porque no es posible que las mujeres alcancen posiciones, salarios, poder, participación política, iguales a las de los hombres mientras no haya un reparto igualitario de las tareas de cuidados, mientras socialmente no se asuma como valor primero y principal el sostenimiento de la vida, en todas sus facetas y con todas sus variabilidades, y el bienestar social general.Mientras las mujeres, tengan como responsabilidad no compartida o apenas compartida con los hombres, las tareas de cuidado, no estarán tan libres como ellos para ofertarse en el mercado de trabajo ni en otras actividades sociales y públicas. No parten de las mismas condiciones. Por ello, mientras sólo se busque la igualdad salarial, de poder y representación de las mujeres con los hombres, sin cambiar el modelo de cuidados, solamente una fracción mínima de mujeres privilegiadas, generalmente apoyadas en el trabajo de otras –cadena de género de cuidados- podrán alcanzar posiciones similares a las de los hombres en el espacio público, aunque seguirán siendo contestadas desde el pensamiento androcéntrico dominante. Pero si se produjera un cambio inesperado y las mujeres mayoritariamente se instalaran en el mercado de trabajo en las mismas condiciones que los hombres ¿quién se encargaría del imprescindible cuidado. No tenemos respuestas ni robots para ello, al menos por el momento. Resulta evidente, por tanto, que eliminar las brechas de género y más en concreto la Brecha de Cuidados, supondría un cambio en la percepción de qué es lo prioritario socialmente y la asunción por parte de los hombres de las tareas del sostenimiento de la vida, cosa que hoy por hoy no realizan en paridad en ningún lugar del planeta. Paridad que tal vez encontraríamos entre el trabajo productivo de mujeres y hombres si pudiéramos contabilizar el trabajo productivo realizado por las mujeres, cosa que no podemos debido a la, hasta hace poco desconocida, Brecha de Datos de Género.

Una consideración a tener en cuenta es que hay bastantes más brechas de las que hemos mencionado hasta ahora. Además de las cuatro dimensiones señaladas en el Informe del Foro Mundial, hay numerosas desigualdades entre mujeres y hombres que se pueden expresar en forma de brecha y tiene un importante poder de denuncia expresarlo en esos términos. Así, por ejemplo, abriendo hoy mismo (12/08/2016) el portal Datos de Género de la OCDE en tres de los seis artículos que lleva en portada incluyen la palabra brecha de género en el título. A saber, “Gender Gap in Education”, “Gender Gap in entrepeneurship and Entrepeneurial Risk”, “Gender gaps in cáncer mortality remain large in OECD countries, but starting to narrow”. Parece pues probada la pertinencia del uso del concepto “brecha” para hablar de las desigualdades de género. A este listado añadiremos algunas de las más notables, como la ya señalada Brecha de Datos y la Brecha Digital por ser particularmente relevante en sociedades del conocimientos y digitalizadas como la nuestra.

Todas las brechas mencionadas, salvo la de cuidados, son brechas en las que las mujeres están en el lado negativo de la brecha y los hombres en el positivo. Desde una posición feminista, como la mía, si bien el objetivo es cerrar las brechas de género, éste no consiste, en principio, en que las mujeres alcancen las posiciones que actualmente ocupan los hombres, sino en que entre todas y todos reformulemos las prioridades de la vida. Y en esa reformulación los hombres que están en el lado negativo de la brecha de cuidados vayan subiendo hacia el positivo y las mujeres en el resto de brechas, harán lo propio. El punto óptimo estará en el lugar que equilibre los intereses y las necesidades de la inmensa mayoría de la población. Lograr esto supondría que lo que tradicionalmente hacen las mujeres, de forma habitual a nivel de hogar, fuera realizado por mujeres y por hombres y dirigiera, ordenara la acción humana a nivel global.  Supondría que el bienestar humano y no la codicia fueran el objetivo de la población y sus instituciones globales.

 *Capitolina Díaz es profesora Titular de la Universidad de la Universidad de Valencia. Doctora en Sociología por la Universidad de Londres. Presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas desde 2013. Investiga, publica y da clase sobre Sociología del Género. Su libro, en coautoría, Brecha Salarial y Brecha de Cuidados aparecerá en breve publicado por Tirant lo Blanch.Brecha Salarial y Brecha de Cuidados

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