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La Albufera de Valencia sigue sin recuperarse casi tres décadas después de ser declarada humedal Ramsar

Garza real en barbecho de arroz en l´Albufera de Valencia

elDiariocv

Valencia —

Este domingo, 28 de mayo, se cumplían 27 años desde que el Parque Natural de la Albufera de Valencia entrara a formar parte la Lista Ramsar de Humedales de Importancia Internacional. Sin embargo, este importante humedal de la costa mediterránea sigue sin alcanzar los objetivos de conservación necesarios apara asegurar su futuro y el de sus aves acuáticas, según denuncian desde SEO/BirdLife.

Con su declaración como parque natural por la Generalitat Valenciana el 8 de julio de 1986, quedaban protegidas 21.120 hectáreas de uno de los humedales más importantes del Mediterráneo. Cuatro años después, el 28 de mayo de 1990 la Albufera entraría en la lista Ramsar, y actualmente, bajo el paraguas de las Directivas de Aves y de Hábitats, forma parte de la Red Natura 2000 como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) y Lugar de Interés Comunitario (LIC).

La Albufera cuando entró en la lista Ramsar

Hace 27 años, cuando la Albufera entró a formar parte de la lista Ramsar, el punto de partida de este humedal “no podía ser peor”. Mario Giménez, delegado de SEO/BirdLife en la Comunitat Valenciana describe este proceso de degradación de la laguna: Hasta finales de los sesenta, la Albufera todavía se encontraba bastante próxima a su óptimo ecológico de aguas transparentes y extensas formaciones de macrófitos sumergidos. La biodiversidad era elevada y el grado de humanización del paisaje relativamente bajo, con un arrozal en equilibrio con el resto del ecosistema gracias a la inundación invernal y al bajo uso de productos químicos en los cultivos.

A partir de esa fecha “comienzan a hacerse patentes los efectos de los vertidos de origen urbano e industrial y de los plaguicidas que comienzan a ser usados intensamente en los cultivos. A principios de los setenta desaparecían bruscamente las praderías de macrófitos y comenzaba el vertiginoso proceso de degradación de las aguas. Los aportes masivos de aguas residuales y el paulatino descenso de aportes hídricos de calidad procedentes del río Júcar asfixiaron la laguna”.

¿Y la situación actual?

“A lo largo de estos 30 años se han construido nueve depuradoras en la cuenca de la Albufera; los agricultores reciben ayudas agroambientales para que el cultivo del arroz reduzca el uso de plaguicidas y las dosis de abonos sintéticos, y el plan de cuenca del Júcar ha sido revisado recientemente con el mandato claro que le marcan las Directivas de Aguas, Aves y Hábitats: alcanzar un buen estado de conservación del ecosistema”, explica Giménez.

Sin embargo, puntualiza, la Albufera aún está lejos de ese objetivo, que también figura en el Decreto de declaración del parque natural: “atender a la conservación de los ecosistemas naturales y sus valores paisajísticos, compatibilizando el mantenimiento de las actividades económicas tradicionales con este grado de protección”.

A pesar de la mejora en la depuración de las aguas “continúan llegando vertidos urbanos e industriales sin tratar a la Albufera, la entrada de aguas provenientes de las depuradoras se ha disparado y la sobreexplotación del Júcar y las presiones de las comunidades de regantes en toda la cuenca retrasan la mejora del estado de conservación del humedal, que depende en gran medida de los aportes hídricos de este río”.

Para Roberto González, responsable del Programa Aguas de SEO/BirdLife, “las cifras hablan por sí solas: en la actualidad, la concentración de clorofila sigue disparada, recordándonos la hipereutrofización de la laguna. Además entre 1980 y 2010 han entrado 2.500 toneladas de fósforo al lago, las renovaciones anuales del agua siguen por debajo de las recomendadas y el volumen de entrada de aguas limpias se mantiene por debajo del recomendable. Estas son las situaciones que hay que revertir”.

Por si fuera poco, nuevos problemas relacionados con la gestión hídrica se unen a los ya señalados de calidad y cantidad de agua: “El retraso de la inundación de los arrozales en primavera, al inicio del cultivo, unido al acortamiento en tiempo y caudales de su inundación invernal, junto a una errática e inadecuada gestión del rastrojo que queda tras la cosecha indican claramente que las ayudas agroambientales que reciben los arrozales del parque están fracasando en su objetivo y urge tanto su revisión como el efectivo control de su aplicación”.

Otros problemas sin erradicar son los atropellos de fauna por la escasa regulación del tráfico; la caza ilegal de especies protegidas (86 aves de 25 especies registradas oficialmente entre 2010 y 2015, con perdigones de plomo -prohibido en humedales Ramsar- en más del 70% de los casos); o la regresión de las playas debido al efecto barrera del puerto de Valencia sobre las corrientes de deriva litoral que transportan sedimentos.

Tiempo para la esperanza

Sin embargo, y a pesar del panorama descrito, “en estos momentos nos encontramos en una buena posición para definir una estrategia de gestión eficaz para alcanzar el buen estado de conservación de la biodiversidad de este humedal”. “Los problemas están claramente identificados, las soluciones se conocen y proyectos como el Life Albufera, recientemente finalizado y en el que ha participado SEO/BirdLife, no solo suponen avances en esa dirección, sino que también demuestran que la cooperación entre diversos actores como universidades, gestores de la Administración y grupos conservacionistas es posible y positiva para el humedal”.

En opinión del colectivo ecologista es responsabilidad y obligación de las diferentes administraciones competentes en la Albufera aprovechar e impulsar el consenso que existe actualmente sobre la necesidad de conseguir un humedal bien conservado y gestionado, “consenso al que cabría sumar a regantes y agricultores”.

Tres ejemplos muestran avances positivos en este sentido. Uno es la implicación del Ayuntamiento de Valencia con “su” Albufera, que está siendo fundamental, y logros como la propuesta de gestión de las compuertas de comunicación de la laguna con el mar, consensuada con los regantes, “son un premio al buen trabajo desarrollado”. Otro avance es la nueva dirección del parque natural, con una experta en gestión de humedales a la cabeza y unos criterios claros sobre las necesidades y el funcionamiento hídrico del espacio, que deberán ser incorporados a la esperada redacción de un nuevo Plan Rector de Uso y Gestión. Por último, el Plan Especial que la Confederación Hidrográfica del Júcar está desarrollando en coordinación con las diversas administraciones con competencias sobre el agua que llega a la Albufera y que permite asegurar un adecuado desarrollo de las medidas propuestas en el Plan de Cuenca y augurar mejoras sustanciales en los objetivos de conservación recogidos en este documento.

Las aves de la Albufera

La albufera de Valencia es unos de los humedales más importantes de la península Ibérica, un paraíso para las 250 especies habituales de aves que encuentran allí refugio, 90 de ellas reproductoras. En invierno alberga una media de 68.000 aves, con picos máximos de 43.800 gaviotas reidoras, 29.000 cucharas comunes o entre 300 y 350 aguiluchos laguneros. También es un paraíso para las ardeidas, con cifras que oscilan entre 2.900 y 4.800 ejemplares reproductores de ocho especies. De ellas destaca la garceta común, que con 6.100 ejemplares supone el 24% de la población española o las 2.400 garzas reales (19% de la población nacional). No hay que olvidar al pato colorado, que en los años 60 albergaba un millar de parejas reproductoras, y en los últimos siete años su población se ha reducido a solo una treintena de parejas. La causa ha sido la desaparición de las plantas subacuáticas por la contaminación, alimento básico para las crías de esta anátida. La población invernante también ha caído en picado: de 14.900 patos en los años 80 a 4.000 en la década de los 90 por causas similares.

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