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Sobre la utilidad de la izquierda

Susana Díaz ve al PSOE "en la oposición" e insta Rajoy a "ponerse a trabajar"

Adolf Beltran

Algunos políticos tienen tendencia a cierta inanidad discursiva. Los que están a la defensiva, aún más. La presidenta andaluza y candidata en primarias a liderar el PSOE, Susana Díaz, repite hasta la saciedad que sale a ganar, pero no deja de lanzar manotazos nerviosos a su izquierda mientras enfatiza su patriotismo de partido.

Con poca cintura para hacer frente a una realidad política cambiante, insiste en que el PSOE ha logrado sus grandes victorias cuando se ha acercado al centro político. Pero eso fue en otro tiempo y ahora su base de votantes se hunde precisamente a babor, un fenómeno que se da en casi toda Europa, donde la socialdemocracia se ve desbordada elección tras elección (véanse las presidenciales en Austria, las generales en Holanda, el referéndum en Italia, las presidenciales en Francia, las municipales en el Reino Unido y lo que está por venir).

Educada en una cultura orgánica especialmente prepotente, Díaz no parece capaz de entender qué está pasando fuera de Andalucía, ni fuera de su organización, tal vez tampoco dentro, y llama “izquierda inútil” a Podemos y también a Compromís, una formación tan “centrada” que hace compatible su acuerdo de gobierno con el socialista Ximo Puig en la Generalitat Valenciana y el apoyo a Podemos en el Congreso.

No hay que ser un lince para darse cuenta de que la “utilidad” de Compromís para el PSPV-PSOE de Ximo Puig está fuera de toda duda, menos en duda con diferencia que la utilidad de Podemos para el también socialista Javier Lambán cuando intenta aprobar por fin los Presupuestos de Aragón.

Díaz gobernó un tiempo con Izquierda Unida, con la que acabó mal, y se lleva fatal con Podemos en Andalucía. Ha tenido que apoyarse parlamentariamente en Ciudadanos. Pero es de esperar que no sea tan ingenua de pensar que, si se dieran los números, los de Albert Rivera no optarían por otorgar el poder al PP, como han hecho donde se ha terciado. Por ejemplo en Murcia, comunidad en la que tras la caída del presidente por corrupción han revalidado enseguida su apuesta por la derecha.

Una cuestión, esta última, que puede trasladarse al ámbito estatal. ¿Le hubiera pasado por la cabeza a Rivera la posibilidad de ensayar un pacto con el PSOE si el voto de Ciudadanos hubiera resultado suficiente para que Rajoy gobernara? ¿De verdad pueden los socialistas pisar tan fuerte como pretende Díaz después de haber dejado gobernar a Rajoy mediante una abstención vergonzante que ha dinamitado la convivencia en su partido?

Dice Pedro Sánchez, víctima propiciatoria de aquella maniobra, reencarnado ahora en heroico candidato sorpresa en las primarias, que “en la socialdemocracia en España, como en Europa, hay dos vías, no hay una tercera vía; o la vía portuguesa o la vía de la gran coalición”.

Como dirían los de Siniestro Total, menos mal que nos queda Portugal. En el vecino país, al que solemos mirar poco, el socialista António Costa lidera un gobierno apoyado en una alianza de izquierdas (con el Partido Comunista y el Bloco de Esquerda) que funciona contra todo pronóstico. En cambio, está por ver qué destino deparará al SPD el ciclo electoral que se despliega en Alemania tras su férreo gobierno de gran coalición con la democracia cristiana de la canciller Merkel. Es la última esperanza de la vieja guardia socialista.

Alude Sánchez a la alianza portuguesa como referencia en su nuevo papel de portavoz de unas bases ciertamente indignadas, pero tiene ejemplos útiles todavía más cerca: en el Pacto del Botánico que sostiene a su enemistado correligionario Ximo Puig, en los ayuntamientos de las principales ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia, Zaragoza, A Coruña) que gobiernan las nuevas fuerzas de izquierda, en los cientos de alcaldías socialistas apuntaladas por plataformas como En Común, Ganar y similares… También por lo que queda de Izquierda Unida, sin entrar en detalles de las particularidades de nacionalidades y regiones.

“Con los resultados que hemos tenido en las municipales y autonómicas tenemos gobiernos autonómicos, hemos recuperado diputaciones, miles de ayuntamientos, lideramos la Federación Española de Municipios y Provincias…”, enumeraba Pedro Sánchez a Irene Castro e Ignacio Escolar en una entrevista reciente. Y añadía: “¿Por qué pasó todo eso? Porque no renunciamos a vertebrar el cambio político en las comunidades y ayuntamientos”.

Bien, la realidad es que todo eso pasó “a pesar del PSOE”. Y Sánchez lo sabe. Con los peores resultados de su historia, los socialistas volvieron a gobernar un montón de instituciones y se implicaron en gobiernos de izquierdas en otras muchas gracias al empuje de las nuevas formaciones. ¿Se puede pedir mayor utilidad política? Parafraseando de nuevo el título de la mítica banda de Vigo, menos mal que no sólo nos queda Portugal.

En buena medida, esa proliferación de fuerzas de izquierda se produjo también “a pesar de Podemos”, que las esconde bajo el manto abusivo de las “confluencias” y que ha evitado entrar en cualquier gobierno porque no tiene intención alguna de hacerlo a medio plazo. Su líder, Pablo Iglesias, se mueve como uno de esos vampiros de True Blood tan extrovertidos como amenazantes cuando huelen la sangre.

¿Utilidad? Para Iglesias no hay conquista que pueda prevalecer a la consecución de su objetivo máximo. Nada tiene suficiente importancia mientras no se haya alcanzado el poder. El mensaje inequívoco surgido del pulso que vivió la formación morada en la segunda asamblea de Vistalegre consiste en no valorar avance alguno que no se pueda atribuir a la escalada hacia la hegemonía en la izquierda española.

Moción de censura contra Rajoy mediante, Iglesias solo considerará útil aquello que pueda poner en apuros a los otros en nombre del pueblo y la decencia. Y eso exige no mancharse las manos con el barro de la gestión concreta. Íñigo Errejón debería preguntarse qué tiene reservado para él su amigo Pablo cuando lo lanza de candidato a presidir la Comunidad de Madrid. Qué tendrá pensado, claro, si el otro no consigue alcanzar el cielo.

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