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Carlos Fabra, ciudadano ejemplar

Ana Noguera

En el año 2008, escribí un artículo de opinión sobre Carlos Fabra (uno de tantos de los que se han escrito) que me valió una querella del propio Don Carlos por atentar contra “su honor” (¡qué manera de retorcer las palabras!). Por supuesto, la querella no siguió adelante, pero este insigne personaje utiliza las denuncias, las amenazas, los insultos, como instrumento para meter miedo y presión, e intentar así amedrentar y silenciar voces como hacía contra muchos periodistas, abogados o jueces, y, por supuesto, políticos de la oposición (así lo han sufrido mis compañeros de Castellón).

En aquel artículo, sólo recordaba un famoso programa del desaparecido “Caiga quien Caiga”, donde se hablaba de lo que era un secreto a voces: su fortuna con la lotería, su enorme riqueza ganado con ¿el sudor? de su frente, sus amigos afortunados que ejercían de guardaespaldas, los periodistas pagados con micrófono de Intereconomía, los halagos de todo el PP valenciano riéndole las gracias, su hija entrañable que también pretende seguir la saga de los Fabra y es diputada en Cortes Generales, de su amado yerno exconsejero de Sanidad con Esperanza Aguirre, de la ruta madrileña para ejercer su influencia y presión en el seno del PP, de la anulación de sus juicios (¿qué ha sido de tanto abogado, fiscal y juez que ha renunciado a ejercer el Estado de Derecho en Castellón?), de los favores prestados a cambio de votos, de su uso y abuso de la Institución Pública, y un largo etcétera de lo que era sabido, porque seguro que Don Carlos oculta muchos otros “pecadillos” que Hacienda no ha podido descubrirle.

En fin, la vida de todo un “hombre ejemplar” que sería modelo para una nueva novela de Roberto Saviano, el escritor de Gomorra: “Don Carlos, vida y obra”. Porque, aunque él sea modesto, y diga que a cualquiera de nosotros, Hacienda podría “pillarnos” 700.000 euros de multa, Don Carlos es un personaje especial, aunque no único dentro de los especímenes que ha criado y alimentado bien el PP.

Lo grave, como siempre, es la cara de circunstancias que la dirección del PP tiene ensayada. Los amigos y compañeros del alma desde Bárcenas a Fabra pasando por los tantísimos imputados que están colapsando los juzgados de España, por los que pondrían la mano en el fuego Rajoy y Cospedal (y toda la tropa del cortijo), son ahora desconocidos para esos dirigentes. Y así, van soltando lastre, esperando que vayan cayendo en la cuneta los casos más descarados que ya no pueden ocultarse, pero esperando también que Dios eche una mano y sea misericordioso (que no justo), y haga inviable que España conozca de verdad lo que ha pasado en una época de bonanza, riqueza, engaños y estafas. Yo me conformaría con saber la mitad de lo que sabe Rajoy sobre su partido, y seguro que me escandalizaría.

Resulta indignante que nieguen lo evidente como la contabilidad B del PP, demostrada por el juez, la policía, los empresarios, el propio tesorero, los implicados, menos por la dirección del PP que sigue negando lo que ya es una prueba real. Resulta inmoral que pretendan engañarnos y tomarnos por tontos, pero lo que resulta insoportable social, económica y políticamente es que sigan al frente del país quienes están siendo juzgados por corrupción y un montón de casos más a lo largo y ancho del país. Ni dimisiones, ni perdones, ni asunción de responsabilidad. ¡Viva la marca España!

No hace falta una condena judicial para que exista una condena moral y política de muchos comportamientos que resultan evidentes y que, además, ya están demostrados judicialmente. Pero el PP no puede hacerlo, porque correría el riesgo de desmontar un partido sustentando sobre “una contabilidad B” y llevarlo, posiblemente, a una refundación. Eso, los privilegios y la estructura de poder de sus dirigentes no lo pueden permitir, porque hay demasiado dinero y demasiado poder en juego.

Ya puede el PP valenciano fotocopiar el modelo de petición de indulto porque esto sólo acaba de empezar. En breve, tendremos un caso tan espectacular como el de Don Carlos: Rafael Blasco.

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