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La madre de todas las mentiras

Josep Moreno

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Y así, como para celebrar el Jueves Santo, Trump ha proclamado al mundo el inicio de este tiempo en el que la política mutó para consagrar a la mentira como elemento esencial de la nueva ideología que ha de gobernar el mundo. A este animal, en la peor acepción de la palabra, le faltaba dictar al calendario una efeméride. Tomen nota pues, para lo que vaya viniendo, que el 13 de abril será el día en que Trump lanzó sobre el planeta la mayor bomba no nuclear de la historia. Y prepárense, que dicen que todavía tiene una más grande.

Esta vez la mentira tiene que ver con la imperiosa necesidad de anular una red de túneles construida por ISIS en Afganistán. Ya saben, una de esas organizaciones de fanáticos a las que los padres de la superbomba alimentaron ayer para poder hoy combatirlas. Por estos túneles, según Trump, transportaban los islamistas kilos y kilos de sus letales mentiras. Así que el desequilibrado que ocupa con los votos de sus conciudadanos la Casa Blanca decidió por su bien y el mío bombardearlos con la mentira más grande y más mortífera de las que guardaba en su arsenal. Once toneladas de trolas para ser exactos.

Con todo, lo peor, es que la munición utilizada en esta nueva política que ya llegó para quedarse no es de uso exclusivo de este repugnante sujeto. De menor calibre, de mucho menor de hecho, la falsedad ya está instaurada como el idioma oficial de quienes aspiran o tienen ya la responsabilidad de gobernarnos. La impunidad constatada anima a políticos de uno y otro signo a apostar por ella como primera opción en caso de que la verdad les incomode o inculpe. Es normal, dado que las consecuencias políticas e incluso mediáticas de faltar a la verdad son, exactamente, ninguna.

Esta es la razón por la que los cabecillas de una banda de delincuentes pueden presidir esta Pascua procesiones y consejos de ministros; los defraudadores pueden presentar sus candidaturas a la presidencia de la vecina república; los antiguos colaboradores entusiastas con los peores dictadores y las mejores monarquías abanderarán esta tarde desfiles republicanos e independentistas; y los mismos que ayer amenazaron y persiguieron a quienes combatieron la corrupción política hoy se presentarán como los guardianes de la moral pública en el primer foro o desayuno en el que les dejen hablar.

Disfrutan mis gobiernos de la plácida tarea de manejar un sociedad sin memoria. Saben bien que hoy es un precioso día de Pascua. El sol calienta el jardín de nuestros padres y la brisa solo trae sonido de olas y chicharras. Saben que hoy no es día de gritos. Están convencidos, y no sin razón, de que mientras el telediario suene de fondo, aquí dormiremos una merecida siesta sobre el mullido colchón que día a día rellenamos con la inopia en la que ayer estalló la madre de todas las mentiras.

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