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Trump in the USA

Ignacio Blanco

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Han corrido ya ríos de tinta sobre el resultado de las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Un candidato multimillonario, haciéndose pasar por outsider, le ha ganado -en compromisarios, que no en votos- a la representante del establishment político, económico y cultural. Un machista recalcitrante, presuntuoso y ofensivo ha desbaratado el hito histórico de una mujer presidenta del país más poderoso -todavía- del planeta. Un racista apoyado hasta por el Ku Kux Klan ha recibido el voto de muchos más hispanos y negros de lo que cabría suponer.

Dos Estados Unidos diferentes han quedado retratados en las urnas y pintados en los mapas: de azul las costas Noreste y Oeste, el país más progresista, cosmopolita e instruido; de rojo el resto, como siempre el sur y el medio oeste, más ahora también los Grandes Lagos, donde la crisis ha hecho estragos en la que fuera clase obrera industrial. Ayer perdió la candidata de Wall Street pero las bolsas se han recuperado rápidamente, ya que el programa de Trump no deja de ser una vuelta de tuerca más en el ajuste neoliberal: menos impuestos al gran capital, menos programas sociales -adiós al incipiente Obamacare-, menos regulaciones a los mercados... Y, por supuesto, una grave amenaza para los derechos humanos y para la sostenibilidad del planeta.

Estamos ante un fenómeno que nadie acaba de explicarse pero que todos entendemos en el fondo. Es el triunfo de la intolerancia y la xenofobia por miedo a perder lo que ya no se tiene -sea el trabajo con derechos o “una gran América”- y del mesianismo como refugio frente a la desesperanza. Ayer fue Trump, mañana puede ser Le Pen. El capitalismo cada vez aprieta más fuerte, el fascismo está cada vez más cerca. Parece que entramos en una nueva época con claras reminiscencias del pasado y, para entender lo que (nos) pasa, no se me ocurre mejor recomendación que leer “Historia de un alemán” de Sebastian Haffner. Y, desde luego, no veo otra alternativa que la unidad de la izquierda con un proyecto de base popular y un programa de choque frontal contra los mandatos del poder financiero. Sí, rescatar personas, pero también empoderarlas.

Por último, en estas primeras horas de shock, quiero acordarme de mis amigos norteamericanos y solidarizarme con su desgracia, que también es la nuestra. He estado dos veces en Nueva York pero ellos dicen que ninguna en Estados Unidos. En vista del resultado electoral, tienen toda la razón. Trump obtuvo sólo el 18% de los votos en Brooklyn y apenas el 10% en Manhattan. Tampoco me podrían convalidar el fin de semana que pasé en Boston, donde el candidato republicano y presidente electo se quedó en el 16%. El mismo misérrimo resultado que sacó en Portland (Oregon), desde donde mi brother Tony me escribía a las siete de la mañana: “unfuckingbelievable”.

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