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El himno, los toros y el parany

José Manuel Rambla

El entusiasmo del PP valenciano por los recortes alcanza tal frenesí que tras el cierre de RTVV ya se están planteando aplicar la tijera incluso al himno. Lo adelantaba ayer Serafín Castellano en una convincente intervención en la que subrayó que, al menos en esto de las tradiciones, el tamaño sí importa. El dirigente popular y conseller de Gobernación, fiel al “valencianismo pragmático” que defiende su partido, estima que los cuatro minutos largos que puede llegar a durar la composición del maestro Serrano, son muchos minutos para estar con la mano en el corazón y la mirada extasiada mientras la banda interpreta sus notas. Por ello, ya ha encargado a los expertos en acordes y lírica los oportunos ajustes para acortar los tiempos, supongo que manteniendo las glorias a España y eliminando las alusiones a esos cantos de amor que resuenan en el taller y en lo campo teniendo en cuenta los índices de desempleo que registran la industria y la agricultura valenciana.

La propuesta, sin duda acertada, llama la atención sobre la extraña relación que la derecha patria mantiene con las tradiciones y los extravagantes funambulismos dialécticos con que suele justificar su defensa de las costumbre. Sobre todo cuanto más indefendibles resultan, claro. El fenómeno no se limita a las tierras valencianas, por supuesto. José María Lasalle, secretario general de Cultura del gobierno de Mariano Rajoy, tuvo que recurrir a los más extravagantes argumentos para explicar el reconocimiento ministerial de la tauromaquia como bien cultural inmaterial. Para Lasalle, con la medida no se protege tanto la fiesta, o las corridas reales y sangrientas, sino algo “transgeneracional” más idealista, más “estético, intelectual y conceptual”.

La misma dialéctica rocambolesca viene demostrando desde hace años la Generalitat en la defensa del parany, a pesar de los varapalos judiciales que no ha dejado de cosechar en contra de esta forma de caza. La última ocurrencia había sido autorizarla con fines científicos. De este modo, la conselleria de Infraestructura, Territorio y Medio Ambiente consideraba que la mejor forma de proteger especies en peligro como el petirrojo, era autorizar su caza indiscriminada junto con el malvado tordo, como si la agonía de ambos fuese más bucólica siguiendo supuestas tradiciones. Por fortuna, la presión de Acció Ecologista Agró, la Sociedad Valenciana de Ornitología, SEO/BirdLife y del ámbito académico han obligado a retirar la medida antes que el Consell aplicara esta misma lógica a la prevención de accidentes nucleares mediante la promoción de fugas radiactivas en Cofrentes, del mismo modo que Rita Barberá sigue empeñada en recuperar el Cabanyal mediante su demolición.

En cualquier caso, también es cierto que en el tema del parany, la postura del PP valenciano va más allá de la reivindicación prestidigitadora de las tradiciones. Su apoyo a esta peculiar trampa de caza en la que el pájaro queda atrapado por el pegamento que impregna sus varillas es mucho más vital para su futuro. Al fin de cuentas, desde que el bronceado Zaplana tomó la plaza los valencianos quedamos adheridos a una pringosa trampa de grandes eventos, pelotazos y burbujas urbanísticas. Hoy, desarticulada la trama Gürtel, hundidas las inversiones y con una autonomía en proceso de desguace, Alberto Fabra ve con desesperación cómo hasta María Dolores de Cospedal cuestiona su futuro. Así las cosas, no es extraño que la única esperanza del president y su equipo pase porque los valencianos no consigan liberarse del pegamento de las alas y permanezcan una vez más atrapados a su implacable parany electoral.

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