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De jueces y corporaciones

Josep L. Barona

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Sabemos que el poder de la política pasa, desde hace décadas, por horas bajas. Los paraísos fiscales y el blanqueo de economía sucia (tráfico de armas, personas, drogas, prostitución...), las cloacas del estado, la deslocalización de corporaciones transnacionales, la ingeniería financiera y el control de la información se han ido empoderando cada vez más en detrimento de los Estados y su anémica capacidad de transparencia, control y regulación. Lo sabemos muy bien, pero conviene siempre recordarlo, porque es responsabilidad de las instituciones políticas y de sus actores el fortalecimiento de las únicas organizaciones que pueden aportar transparencia y democracia, voz y conocimiento a la ciudadanía. Si la política mira hacia otro lado, si los políticos se corrompen, si renuncian a afrontar, negociar y resolver los problemas dejándolos en manos de los jueces, si la economía y la sociedad están en manos de organizaciones privadas, cuyos intereses se centran exclusivamente en el beneficio económico y son ajenos al bien de la colectividad, ¿qué espacio le queda a la política -a los parlamentos, ayuntamientos, consellerías- que no sea la mera representación formal, un vestigio virtual o escenario teatral anacrónico?

Hay gobiernos que ejercen de sumisos subalternos de poderes fácticos cada vez más poderosos. Delegan su escasa capacidad de acción política en la expertise de los jueces y en el interés codicioso de las corporaciones para ofrecer éxitos políticos y macroeconómicos. Han externalizado la justicia social, la acción política y la economía. Cuando las instituciones se convierten en un circo y la política en mero teatro de marionetas, algo va mal. Muchas cosas van mal. La sociedad se fractura y a la ciudadanía no le quedan otros espacios que los que ofrece la movilización ciudadana. Que no se escandalicen ni reclamen protagonismo los políticos ineptos aferrados al triángulo: escaño, sueldo y partido. Parece que quieren acabar de matar la política ya moribunda y apropiarse de su herencia. Pero la sociedad está viva y los escenarios cambian. Inteligencia, por favor, inteligencia!

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